La llama olímpica ya está camino de París, cumpliendo un ceremonial que se remonta a la Alemania nazi
La antorcha olímpica que encenderá el pebetero de los Juegos Olímpicos de París 2024 ha empezado esta semana su andadura en Grecia. La llama, que se hubiese tenido que prender con los rayos del sol a través de un espejo parabólico en el Templo de Hera, en la antigua ciudad de Olimpia, tuvo que ser encendida el pasado martes con la llama que se había usado en los ensayos del día anterior, ya que el día amaneció nublado. Luego, emprendió un recorrido de 11 días y 5.202 kilómetros por los enclaves arqueológicos más emblemáticos del país heleno.
Hasta el recinto arqueológico de la antigua Olimpia se acercaron el martes centenares de personas llegadas de todo el mundo, pero sobre todo, griegos y franceses que no se quisieron perder uno de los acontecimientos del año. “Hemos llegado hoy y es la primera vez que asistimos a la ceremonia. Nos hacía ilusión que los niños lo vieran porque tienen que saber cuáles son nuestras tradiciones”, decían María y Giorgos, que llegaron con sus tres hijos desde Cilene, una ciudad cercana a Olimpia.
Chantal, francesa y de 72 años, de desplazó a Grecia a finales de febrero con su camper van: “He venido expresamente para ver la ceremonia, pero ya que estaba aquí, he aprovechado para viajar por el país. Después iré hacia Corfú, Albania, Montenegro, Croacia… Tengo pensado volver a Francia en julio”, explicaba antes de que empezase la ceremonia. Entre risas y preguntada por la importancia de estos Juegos Olímpicos en Francia, aseguraba: “Servirán para limpiar la imagen del país”.
El 26 de abril, la llama será entregada a una delegación francesa de París 2024 en el estadio Panathinaikó, donde se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de la época moderna, en 1896, y el 27 partirá hacia Francia por vía marítima. Está previsto que la antorcha parta a bordo del Belem —un navío declarado monumento histórico y la goleta de tres mástiles más antigua de Francia— y llegue al Puerto de Marsella, ciudad de origen griego, desde donde emprenderá el recorrido hasta París. La antorcha será portada por unas 10.000 personas y el 26 de julio llegará a la capital, donde, después de encender el pebetero, darán comienzo los Juegos Olímpicos de 2024. Si, durante el recorrido, la antorcha se apagase, se encendería de nuevo con una de las llamas que la acompañan, también prendidas en la antigua Olimpia. En total, entre Grecia y Francia, la antorcha olímpica recorrerá unos 17.000 kilómetros.
El expiragüista de Slalom Tony Estanguet, ahora presidente del Comité Organizador de París 2024 y miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), aseguró haber “trabajado duro para tener los Juegos Olímpicos de vuelta”, destacó los lazos históricos que unen a Francia con el país heleno y se emocionó recordando su paso por los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004, donde se hizo con la medalla de oro en su disciplina. También la exnadadora Laure Manaudou, ganadora de tres medallas en aquella edición, se mostró emocionada por ser la primera portadora francesa de la antorcha olímpica de este año, aunque definía la experiencia como “estresante y emotiva a partes iguales”. Para Manaudou, poder participar a la ceremonia en Grecia ha sido el cierre de un círculo: “Volver a Grecia 20 años después ha sido simbólico”.
Una tradición arraigada con un origen polémico
En la Grecia Antigua, antes de empezar los Juegos Olímpicos, se prendía una llama como símbolo de paz y amistad, y se mantenía encendida durante todos los días que duraba el evento deportivo. “El deporte en la antigua Grecia se consideraba una acto religioso, y como en todos los rituales religiosos, se encendía una llama en el altar durante el tiempo que duraba la ceremonia. Eso no solo sucedía en Olimpia, sino en todas las ciudades griegas”, explica Fernando García Romero, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Director de Cuadernos de Filología Clásica.
El fuego era y es el símbolo de la civilización y el elemento que Prometeo robó a los dioses para dárselo a los humanos. Sin embargo, la llama no viajaba a ningún lugar. “En la antigua Grecia se celebraban las lampadedromías, que eran, literalmente ‘carreras de antorchas’, pero no tenían nada que ver con los Juegos Olímpicos; entre otras cosas, porque en los Juegos Olímpicos antiguos no había deportes de equipo: todas las disciplinas deportivas eran individuales. Estas carreras, que se solían hacer por distritos, se llevaban a cabo en equipo y los jóvenes competían entre ellos. La carrera consistía en llevar una antorcha encendida, pasándole el relevo a otros jóvenes, desde el punto de salida y hasta la meta, donde se encontraba el altar del dios. El primer equipo que llegaba encendía la llama en el altar y comenzaban los rituales en honor a ese dios”, explica García Romero.
El origen del recorrido y el relevo de la antorcha olímpica fue una idea de Carl Diem, miembro del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de 1936, en Berlín, en aquel momento bajo el régimen nazi. Por lo visto, esto tenía un objetivo claro: emparentar la Grecia antigua con la Alemania del momento y alimentar así el mito ario. “Esto está basado en una peculiar idea que tenían los alemanes de entonces, que se autodenominaban a sí mismos ‘los griegos del norte’. Según esta idea, ellos eran los verdaderos herederos de los antiguos griegos. El relevo y el viaje de la antorcha se supone que simboliza la unión de los pueblos, la hermandad. No deja de ser una paradoja”, explica García Romero. Tras la Segunda Guerra Mundial, se continuó con esta práctica, que perdura hasta el día de hoy.
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