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Las promesas incumplidas para mejorar la vida en la 'banlieue' a menos de un año para los Juegos Olímpicos de París

La construcción de la villa olímpica para París 2024 en Saint-Denis el 24 de agosto.

Amado Herrero

París (Francia) —

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Durante los últimos seis años las grúas han formado parte del paisaje diario de los habitantes del departamento de Seine-Saint Denis, al norte de París. Llegaron a ser 40 funcionando al mismo tiempo durante la fase de mayor actividad y, a mediados de este verano, la última aún daba los toques finales a la primera fase de la construcción de la villa olímpica, el gran complejo que debe alojar 15.000 personas, entre atletas y acompañantes.

Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2024 servirán de escaparate al París más monumental: además de la ceremonia de apertura en el Sena, la prueba de ciclismo en carretera pasará por Versalles y ascenderá a la colina de Montmartre, las pruebas de judo se celebrarán en el Campo de Marte –a los pies de la Torre Eiffel– y la esgrima en el suntuoso Grand Palais.

Pero desde su atribución a la capital francesa, los organizadores también han repetido su voluntad de integrar en la cita a los barrios populares de la ciudad y sus alrededores. Y de construir una herencia –social y material– que perdure más allá del evento, mejoras que puedan dar un impulso a áreas que arrastran múltiples problemas estructurales (paro, criminalidad, etc.).

El Comité Organizador (Cojop) y la Sociedad de distribución de obras olímpicas (Solideo) se han puesto como objetivo que los Juegos sirvan como “palanca de atracción y transformación” en el departamento de Seine-Saint-Denis –el más pobre de la Francia metropolitana–, que concentra casi el 80% de la inversión pública destinada al evento.

Por eso, la villa olímpica se ha construido entre las localidades de Saint-Ouen, Saint-Denis e Île Saint Denis, municipios limítrofes de París. Por otro lado, nuevas infraestructuras se están poniendo a punto en Porte de la Chapelle, barrio afectado por el sinhogarismo y la inseguridad dentro del término de la capital, en el límite con su banlieue norte, el extrarradio parisino.

“Son localidades que tienen en común una gran densidad de población, carencias a nivel de servicios públicos –también de equipamiento deportivo– y un nivel de ingresos relativamente bajo”, explica Hugo Bourbillères, profesor titular en la Universidad de Rennes, especialista en sociología del deporte: “Sin embargo, la construcción de una verdadera herencia es compleja. No se puede pretender que los Juegos vayan a transformar una situación política establecida después de muchos años”.

La promesa del empleo

Una de las primeras promesas de París 2024 a la banlieue fue la del empleo y la inserción profesional, cuestión central en un territorio en el que la tasa de paro en los jóvenes ronda el 25% (la tasa nacional es del 7,2%). Por eso, los principales actores en la organización han repetido que es una prioridad impulsar la creación de puestos de trabajo locales.

El Cojop cifra en 150.000 el número de empleos directos movilizados entre 2018 y 2024, fundamentalmente en turismo, construcción y en la organización de eventos. Y los esfuerzos para incitar a las empresas para que contraten de manera local existen, por ejemplo mediante cláusulas sociales en las licitaciones (que exigen a los signatarios de contratos directos con el Estado que el 10% de las horas de trabajo se reserven a contratos de inserción profesional, personas en reconversión o jóvenes) y mediante salones de empleo y actos similares.

Sin embargo, el impacto final no está siendo el esperado. Las entidades de empleo municipales están apuntando que, hasta ahora, gran parte de los puestos de trabajo son empleos preexistentes que se movilizan para los Juegos o contratos temporales. “En realidad las investigaciones sobre la creación de empleo ligado a los Juegos Olímpicos en otros países ya nos hablan de un empleo que en general es temporal y bastante precario”, dice Hugo Bourbillères.

Por otro lado, las empresas que participan en las obras son numerosas, en muchos casos se trabaja a través de subcontratas o ETT, y mantener el control ha sido particularmente complejo. De hecho, diversas investigaciones periodísticas han documentado la utilización de migrantes en situación irregular. En junio, diez de ellos se decidieron a denunciar ante los tribunales laborales franceses la situación de “explotación” por parte de empresas subcontratadas y de varias grandes constructoras.

“El objetivo era fomentar la contratación de gente de Seine-Saint-Denis para sectores como la construcción, pero de acuerdo con las informaciones que tenemos se han creado pocos o ningún puesto de trabajo nuevo”, resume Gilles Vieille Marchiset, profesor y director del Laboratorio de Deporte y Ciencias Sociales en la Universidad de Estrasburgo. “Se ha hablado mucho de la herencia de los Juegos, pero la primera vía era crear trabajo para los habitantes del departamento y estamos viendo que no ha sido así, que muchos de los obreros son mano de obra extranjera y otra parte es mano de obra cualificada que viene de otras zonas de Francia. Es un primer fracaso de la parte del Cojop”, asegura Vieille Marchiset.

Fomentar la actividad deportiva

Si los beneficios laborales no acaban de concretarse, las autoridades confían en que la herencia material sirva como medio para impulsar la práctica deportiva. En la localidad de Saint-Denis, por ejemplo, el comité organizador espera que el centro acuático olímpico que se está construyendo se convierta en una gran piscina municipal, utilizada por los habitantes del barrio y del área metropolitana, con “tarifas atractivas”.

De manera más general, Emmanuel Macron ha hablado del deporte como “gran causa nacional” del próximo año, en el marco de la preparación de la cita olímpica. Pero la futura utilización de esta herencia necesitará estimular el deporte base y aficionado, otro de los aspectos en los que los Ayuntamientos de los municipios implicados reclamaban una mayor asistencia por parte los poderes públicos.

“El impacto de la cita en los habitantes está muy limitado porque falta un trabajo de fondo. El problema es que no se están utilizando los recursos locales”, apunta Gilles Vieille Marchiset: “En Francia tendemos hacia el poder centralizado, todas las iniciativas vienen de arriba, del ministerio de Deportes, del Cojop... Los ecosistemas locales que se podían haber puesto en marcha para favorecer una práctica deportiva perenne –proyectos con una pequeña financiación, apoyándose en actores como escuelas, educadores sociales, etc.– no están recibiendo el impulso que necesitan”.

Transformar zonas sensibles

Otra vía en la que los Juegos pretenden transformar la capital y sus alrededores es la dinamización de las zonas que protagonizan las principales estructuras. A largo plazo, las infraestructuras forman parte de un proyecto más amplio de renovación urbana, colaboración de administraciones locales y nacionales, que debe contribuir a revitalizar el norte de París, a ambos lados del periph, el boulevard periférico que circunvala la ciudad.

La idea es que las obras olímpicas ayuden a la renovación de una veintena de instalaciones públicas, como la Grande Nef de l'île des Vannes, en Saint-Ouen. Este mítico recinto que en los años 70 acogía grandes conciertos ha ido languideciendo en las últimas décadas. Sus alrededores hoy son considerados como uno de los mayores puntos de tráfico de drogas en la región de Île-de-France.

La misma estrategia se está aplicando en el barrio de La Chapelle, un barrio que durante mucho tiempo ha estado estigmatizado por la pobreza y el consumo de drogas.

Revitalizar el norte de París

Uno de los emblemas es la mencionada villa olímpica Pleyel-Bords de Seine, inmensa obra que se extiende por las localidades de Saint-Denis, Saint-Ouen y de Île Saint-Denis. 53 hectáreas con 2.800 alojamientos concebidos para 14.199 atletas y acompañantes.

El Solideo espera que sea una de las grandes herencias materiales de los Juegos, donde vivirán unas 6.000 personas a partir de 2025 (se retirarán tabiques para crear viviendas más espaciosas y se realizarán otras obras de acondicionamiento), además de acoger comercios, equipamientos públicos, dos guarderías y un instituto.

Pero la cuestión es asegurar que las mejoras repercuten en la vida de los vecinos del departamento y no solo a nuevos habitantes. “De hecho los estudios muestran una tendencia a la gentrificación , fue el caso de Pekín, Río y también Londres, ejemplo este último bastante análogo a París. Eso es algo que los poderes tendrán que vigilar y acotar con regulación”, advierte Hugo Bourbillères.

El mismo escepticismo muestra el comité ‘Vigilance JO-2024’, un colectivo lanzado en 2017 para defender los intereses de las localidades. “En aquel momento, nos preguntamos qué iba a pasar con Saint-Denis, porque no teníamos mucha información”, explicaba este verano Cécile Gintrac, profesora de geografía y residente en Saint-Denis, en los micrófonos de la radio pública France Culture: “Ahora estamos luchando para que los Juegos Olímpicos no perjudiquen a los habitantes de Seine-Saint-Denis”.

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