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La lucha de las mujeres “borradas” de la historia de la guerra de las Malvinas

Alicia Reynoso junto a otras cuatro enfermeras en el Hospital Militar Reubicable de Comodoro Rivadavia en 1982.

Ayelén Oliva

Buenos Aires —

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Alicia Reynoso tenía 24 años cuando se enteró de que sería parte de la guerra. Las autoridades del Hospital Aeronáutico Central de Buenos Aires, donde ella ocupaba el puesto de jefa de Enfermería, le informaron en abril de 1982 que el Hospital Militar Reubicable de la Fuerza Aérea Argentina “marchaba hacia el sur”. Desde ese centro de atención móvil, Reynoso y otras 13 enfermeras militares asistirían a los soldados argentinos heridos durante 74 días de combate entre Argentina y Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, territorio que Argentina reclama desde su ocupación en 1833.

En un primer momento, las Fuerzas Armadas habían decido instalar en las islas el centro de 11 módulos en forma de contenedores que da forma al hospital móvil. Pero las autoridades militares tuvieron que cambiar de decisión después de descubrir que el tipo de suelo no resistiría sus más de 14.000 kilos. En su lugar, decidieron instalarlo en la pista aérea militar desde donde despegarían los vuelos militares hacia Malvinas, en la ciudad de Comodoro Rivadavia, a casi 1.000 kilómetros de Puerto Argentino.

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El director del Hospital Aeronáutico le pidió a Alicia que eligiera a las cinco enfermeras que considerara más fuertes para integrar el equipo. Debían poder hacer frente a las atrocidades de la guerra. “Busqué a las enfermeras que trabajaban en terapia intensiva, unidad coronaria y en la guardia del hospital. Eran mujeres que estaban acostumbradas a enfrentar situaciones de mucho estrés. No íbamos a atender un resfrío, teníamos que estar preparadas”, dice Alicia a elDiario.es desde Entre Ríos, Argentina.

Desde la llegada al hospital, cada madrugada durante la guerra las enfermeras se levantaban bien temprano para preparar las cajas con insumos médicos que enviaban a las islas. Pero hasta después del 1 de mayo de 1982, con el comienzo de los bombardeos, no tuvieron el primer contacto con los soldados heridos. “Teníamos un hangar, que todavía existe, donde llegaban los heridos en vuelos militares desde las islas. Si algún herido necesitaba cirugía urgente, me iba al hospital que quedaba a unos pocos metros, preparaba el quirófano y en unos minutos empezábamos la cirugía”.

El hospital había quedado instalado en la cabecera de pista, lo cual era extremadamente peligroso. “Cuando vino la comisión de la Cruz Roja a inspeccionar a los dos países en conflicto, la española encargada de la supervisión nos retó. Cuestionó el lugar donde estaba ubicado el hospital móvil. El enemigo lo que primero destruye es la pista”, recuerda Reynoso. “Ahí estábamos nosotros, en el blanco perfecto”.

La rutina era tan agitada que Alicia no tenía tiempo para asustarse. “Tal vez, recién cuando juntábamos la última gasita del día, ahí aparecía el lugar para el miedo. Pero a nosotras no nos dejaban flaquear. Teníamos que estar siempre perfectas, maquilladas y demostrar que no teníamos miedo. Pero sí, teníamos miedo”.

El blanco perfecto

A comienzos de la década de 1980, en medio de la más sangrienta dictadura militar en Argentina, el Ejército invitaba por televisión a las mujeres argentinas a formar parte de las Fuerzas Armadas. Alicia, la más joven de ocho hermanos de una provincia alejada de la capital, que había llegado a Buenos Aires para reemplazar a una amiga, creyó que esa podía ser una manera segura de conseguir trabajo.

La relación con las fuerzas de seguridad no le era ajena: su padre había sido policía. Sin embargo, ella apenas lo conoció, ya que murió cuando Alicia tenía seis años. Desde ese momento hasta dejar su casa vivió con su madre y sus hermanos. “Mi madre me decía que ella sufrió durante esos años tanto como la madre de un soldado en las islas”, recuerda Alicia.

En 1980, Reynoso formó parte de la primera camada de mujeres en ingresar al Ejército en donde estuvo durante más de 40 años. “Las enfermeras militares somos asistenciales en tiempos de paz y operativas en tiempos de guerra. Nosotras estábamos preparadas para una guerra”, dice.

“Eran tiempos de un Gobierno totalmente autoritario. No teníamos la opción de pensar, cumplíamos órdenes”, recuerda Alicia. “En esa época el maltrato estaba tan naturalizado que nos acostumbramos a ello. Eramos las únicas mujeres que estábamos en un mar de hombres de verde que se mostraban como superhéroes pero por dentro se morían de miedo. Esos hombres son los más peligrosos”.

En el horario de la cena, a las enfermeras le asignaban el trabajo de servir la mesa. Alicia recuerda con indignación la noche en que una compañera, Stella Morales, se equivocó en el orden de los cubiertos, la sancionaron en plena guerra y la mandaron a recluirse a su habitación. “Esa noche nos fuimos las cuatro a acompañarla y al otro día no fuimos a trabajar. Hicimos una pequeña rebelión y nos quedamos las cinco en la habitación. Finalmente, conseguimos que le levantaran el castigo”.

39 años después

Reynoso es la primera de las 14 enfermeras reconocida como veterana de guerra por sentencia judicial. El proceso al que Alicia se presentó sola, sin el respaldo de ningún colectivo de excombatientes, terminó el 7 de mayo de 2021, pero hasta febrero de este año Alicia no recibió el certificado de veterana. “Primero nos reconocieron como soldado, en masculino y sin nuestro grado militar. Después hicimos el reclamo y nos dijeron que había sido un error de escritura pero ahí había más de una letra mal”, ironiza.

Después de 2010, con el inicio de un juicio contra el Estado, se empezó a reconocer a estas mujeres como parte de la guerra de Malvinas. “En el momento en que nadie nos veía, la Justicia nos vio. Fue un juicio con perspectiva de género, en el contexto de la guerra que siempre está pensando desde los hombres”, cuenta.

Pero el reconocimiento de la Justicia no es solo una formalidad. Gracias a eso, las enfermeras que participaron en la guerra pueden cobrar la pensión al igual que el resto de los veteranos de guerra. “A nosotras se nos decía que no éramos veteranas porque no habíamos pisado las islas pero después descubrimos que había cientos de veteranos que no pisaron las islas y que cobraban su jubilación. Es ahí donde empecé con el juicio”, dice.

Sin embargo, los papeles se encargan de aclarar que es veterana “por sentencia judicial”. Para Alicia, esa aclaración es un intento de degradarlas. “Sin embargo, a mí me enorgullece, porque les demostré que teníamos razón. Es un triunfo de la verdad y del honor de las mujeres”, dice. “Este 2 de abril demostramos que hemos ganado los derechos que nos han quitado en estos 40 años. Los militares no aceptan a la mujer en la guerra, es por eso que intentaron borrarnos de la historia”.

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