Macri en Nueva York y Argentina en la calle: cuarta huelga general en menos de tres años
Terminaba la cena de Mauricio Macri en el pomposo Cipriani Wall Street (Nueva York) bailando con la anfitriona, Adrienne Arsht, y orgulloso del premio “Ciudadano global” que le acababan de adjudicar en la ceremonia de los Global Citizen Awards organizada por la fundación Atlantic Council. Había llegado a la ciudad intentando actualizar el acuerdo económico con el Fondo Monetario Internacional, convencer a inversores, generar confianza y explicarse ante la ONU.
A la misma hora, poco antes de la medianoche entre el lunes 24 y el martes 25 de septiembre, las mujeres ferroviarias de la línea de Sarmiento iban llegando poco a poco junto a sus compañeros a los talleres de Castelar, uno de los orígenes de los trenes de Buenos Aires. Allí, en la avenida Rivadavia a la altura de Morón, a veinte kilómetros de la Plaza del Congreso, se desplegaron los férreos piquetes que iban a eliminar cualquier posibilidad de que partiera un solo convoy en el paro general que estaba naciendo.
Una vez controlada la salida de las primeras locomotoras, las ferroviarias pasaron la noche allí mismo y se prepararon para otro piquete, el de las siete de la mañana. A continuación iniciaron la segunda etapa: el corte de carreteras. Eligieron para ello una vía cercana, concurrida y simbólica, el tramo de la autopista del oeste a su paso por el Hospital Posadas, paradigma del abandono de la sanidad en Argentina. El Sindicalismo Combativo se unió allí a los trabajadores de un centro sanitario casi desmantelado.
Son ambientes diferentes de una misma realidad argentina. Para terminar de enrevesar el escenario, en mitad de la gira tras la que el presidente anunció las condiciones impuestas por el FMI en una actualización del acuerdo que está llevando al límite la paciencia de la población, ha dimitido Luis Caputo, presidente del Banco Central, tras solo tres meses en el cargo –venía de ser ministro de finanzas–. Lo tenía decidido y comunicado al presidente desde hace quince días, pero decidió anunciarlo mientras Macri estaba en Estados Unidos y horas antes de que anunciase las novedades del pacto. Entra en juego en su lugar Guido Sandleris, que hasta ahora ha venido desarrollando su labor en el segundo escalón del ministerio de hacienda.
Los sindicatos han celebrado la caída de Caputo y el éxito de la huelga. Los piquetes en el transporte funcionaron, los cortes de carreteras cerraron el flujo a la capital porteña y los trabajadores respondieron a la llamada. Es el cuarto paro que sufre Macri en menos de tres años de gestión. El anterior fue el 25 de junio. Cada vez hay más unión entre los sindicatos. Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, se sorprende de la alta actividad sindical, y la critica: “No sé de dónde sacan el dinero para manifestarse todos los días, a todas horas. Es una situación de violencia”.
Sabe la ministra, y casi todos los miembros del Gobierno, que la fuerza sindical argentina, que siempre fue grande, es cada vez mayor, porque los sindicatos minoritarios también van congregando cada vez a mayor masa social.
Las ferroviarias, símbolo de lucha
Uno de los símbolos de la nueva era son las mujeres ferroviarias. Hace poco más de diez años no eran más de veinte. No tenían ni vestuario propio. Ahora son cerca de cuatrocientas. Empezaron limpiando y poco a poco van poblando casi todos los cargos. Junto con sus compañeros ferroviarios están aliadas con otros gremios que han peleado contra todos los gobiernos de las últimas décadas, independientemente del signo: lo hicieron contra los peronistas y lo hacen contra los macristas. Es el denominado sindicalismo combativo y piden que después del paro se continúe con un plan de lucha, una agenda constante de presión.
“Con un solo paro no hay manera de terminar con un plan de ajuste planeado desde los bancos mundiales”, cuenta a eldiario.es Mónica Schlotthauer, una de las líderes de las mujeres ferroviarias. “No hay ningún país que con estos planes económicos haya salido adelante, y menos sus trabajadores”. Mónica resume las expectativas de la huelga mientras busca con sus compañeras la fórmula para que la manifestación, a su paso, suene a tren. “Las mujeres nos encargamos de toda la parte del ruido”. Para ello elaboraron las típicas hileras de latas que, arrastradas, hacen mucho ruido. Hicieron también maracas. Lo hacen propulsadas por la fuerza de ver cómo van logrando hitos. Hace pocos días, una de ellas, Silvia Bogado, pasó a la historia como la primera mecánica de trenes de Argentina. Aún les queda el reto de conquistar las plazas de maquinista.
El rechazo contra el descuido social del gobierno de Macri, más orientado a cultivar su relación con Christine Lagarde (directora FMI), se entiende con claridad en este ejemplo ferroviario. Las infraestructuras han evolucionado con respecto a la anterior administración, pero la situación laboral sigue igual de defectuosa y con un horizonte más nublado. “A principio de año el dólar estaba a 20 pesos y ahora está a 40”, recuerda Schlotthauer. “En una economía dolarizada como la nuestra significa que todo lo demás también está aumentando al 100% y nuestros salarios solo subieron un 15%”, añade.
Sin embargo, el poder adquisitivo de las clases trabajadoras no es algo que preocupe a Macri ahora mismo. Está satisfecho por la respuesta de los mercados en los últimos diez días, esperanzado de que las nuevas pautas del acuerdo con el FMI generen una fluidez urgente, niega cualquier opción de que Argentina caiga en la suspensión de pagos y confirma que está listo para competir en las elecciones de 2019. Ante semejante seguridad, se prevé complicado que la presión sindical le haga retroceder, ceder o dar un paso hacia un lado.
Frente a él, continúa incansable el calendario de movilizaciones que exige “aumentos de las emergencias para todos los gremios [fondos destinados a la ley de emergencia social], que se paren los despidos, la ruptura del pacto con el FMI y la suspensión del pago de la deuda externa. Que la plata quede aquí”, explica Schlotthauer.
La dirigente sindicalista, como buena parte de la población, tiene miedo de que en el presupuesto del próximo año que ya se está empezando a estudiar para que entre en las sesiones de la Cámara de Diputados en el mes de diciembre, el Gobierno siga recortando las principales partidas sociales. “Lo único que se aumenta en ese presupuesto es la partida dedicada a pagar los intereses de la deuda. Una deuda que más que una deuda es una estafa, porque es la plata que se han quedado los empresarios y lo estamos pagando todos”.