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Análisis Panorama de conflictos

La mitad de las guerras del mundo están en África, donde se ha disparado un 22% la violencia yihadista en el último año

Un militar ucraniano por el camino de tierra mientras a lo lejos se ve un vehículo militar ruso destruido en el pueblo de Novodarivka, región de Zaporiyia, sureste de Ucrania.

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¿Cuáles son las principales tendencias y características del incremento de la violencia política y la conflictividad actual? El informe 'Alerta' de la Escola de Cultura de Pau de la UAB analiza el estado del mundo en términos de conflictividad y construcción de paz, lo que permite ofrecer una mirada comparativa regional e identificar tendencias globales. Según el informe Alerta 2023, durante 2022 se registraron 33 conflictos armados, una cifra superior a la del año anterior. La mayoría de los conflictos armados se concentraron en África (16) y Asia (nueve), seguidos por Oriente Medio (cinco), Europa (dos) y América (uno). Un 30% de ellos registraron mayores niveles de violencia respecto al año anterior. Otro tanto sucedió en la mitad de las 108 situaciones de crisis sociopolítica, agravadas en algunos casos por las repercusiones globales de la invasión rusa en Ucrania.

Los conflictos armados de alta intensidad, aquellos que causan más de 1.000 víctimas mortales, además de serios impactos en la población, desplazamientos forzados masivos y severas consecuencias en el territorio, representan más de la mitad (52%) del total, la mayoría de ellos situados en África –las regiones anglófonas de Camerún; las regiones de Tigré y Oromiya en Etiopía; las insurgencias de corte yihadista en Malí, en el norte de Mozambique, en las regiones de Lago Chad (por la acción de Boko Haram y sus escisiones) y de Sahel Occidental; los conflictos armados que padece el este de la República Democrática del Congo, acentuados por la tensión con Ruanda; al-Shabaab en Somalia; la guerra que afecta a la región sudanesa de Darfur y la guerra en Sudán del Sur– y Oriente Medio –Iraq, Siria y Yemen–, además de Myanmar y la guerra entre Rusia y Ucrania. 

Cabe destacar que la violencia armada vinculada a grupos de corte yihadista en el continente africano se incrementó en 2022 en un 22% respecto a 2021, lo que representa un nuevo récord al doblarse el número de eventos violentos desde 2019, según Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED) y Africa Center for Strategic Studies (ACSS).

Cinco contextos concentran este tipo de violencia, aunque con diversas y múltiples raíces en la génesis de estos conflictos: Sahel Occidental, Somalia, Lago Chad, Mozambique y norte de Áfric; de los cuales dos concentran el 77% de los actos de violencia política de todo el continente: Sahel Occidental y Somalia. Cabe preguntarse si la comunidad internacional está dando una respuesta adecuada a estos conflictos, tras observar el incremento constante de la violencia durante la última década, a pesar de –o como consecuencia de– las intervenciones militares internacionales en estos contextos. 

Un nuevo paradigma

Tras la caída del muro de Berlín en 1989 y el fin de la Guerra Fría, se produjo una aparente reducción de la conflictividad global calificada como de optimismo liberal. Aquello dio paso en política internacional a la puesta en marcha de una agenda de paz liberal.

Sin embargo, la eclosión de una serie de conflictos bélicos –encabezados por el auge de los nacionalismos en la antigua URSS, el desmembramiento de la región de los Balcanes o las crisis en Somalia, Ruanda y África Occidental– planteó nuevos desafíos y cuestionó el optimismo generado años atrás.

A su vez, estos conflictos dieron pie a la legitimación de diversos paradigmas que pretendían justificar las intervenciones militares internacionales y que recibieron un impulso definitivo con la irrupción de la Guerra contra el Terror a partir de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y la transformación de la agenda política internacional en materia de seguridad.

Los Estados “fallidos” se convirtieron en una amenaza global con enormes retos a la estabilidad y la seguridad internacional, lo que dio un fuerte impulso a las intervenciones militares internacionales como solución para frenar estas supuestas amenazas. 

A pesar de sus múltiples fracasos, esta agenda securitaria ha regido las relaciones internacionales durante las últimas dos décadas y ha favorecido la progresiva internacionalización de los conflictos armados por la implicación de terceros actores. Ello ha contribuido a incrementar la intensidad de la violencia en algunos contextos, como evidencian casos como Libia, Malí y la región del Sahel Occidental. 

Esta situación de incremento de la violencia y fragilidad gubernamental en esta nueva etapa de (des)orden internacional multipolar se ha visto seriamente afectada por las múltiples tensiones entre las cuatro principales potencias de la comunidad internacional: EEUU, Rusia, China y la UE.

La invasión rusa a Ucrania ha acrecentado esas tensiones, sentando las bases de una nueva crisis global, etapa que algunos han calificado como una nueva era de impunidad o incluso una reedición de algunos elementos propios de la Guerra Fría. 

Impactos de la invasión rusa en Ucrania

La invasión de Rusia a Ucrania ha desencadenado uno de los conflictos armados más preocupantes en el mundo en 2022, así como un escenario de violencia de alta intensidad, una grave crisis humanitaria y repercusiones globales en múltiples ámbitos, como alza global de precios de combustible y alimentos e inseguridad alimentaria. Además, las consecuencias se evidenciaron en otros contextos.

El ámbito de las misiones internacionales y su participación en conflictos se vio afectado por las proyecciones de tensiones internacionales entre Rusia y actores occidentales. La cuestionada presencia del Grupo Wagner generó tensiones en la República Centroafricana con la misión de la ONU en el país, la MINUSCA. Otro tanto sucedió en Malí y la región del Sahel Occidental, donde se produjo un deterioro de las relaciones diplomáticas entre la junta militar y los aliados tradicionales a causa del acercamiento del Gobierno militar maliense a Rusia y al Grupo Wagner, afectando a las operaciones de la MINUSMA. La UE y y otros países se han retirado de algunos países de la región como Mali y Burkina Faso. 

La población civil, la más afectada por la violencia

La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) ha alertado del desarrollo de la mayor crisis alimentaria global de la historia moderna, causada por conflictos, shocks climáticos y la amenaza de recesión global, así como de una escalada de la inseguridad global. Muestra de esta terrible situación fue el incremento en un 21% de la población desplazada como consecuencia de las guerras y las vulneraciones de los derechos humanos, alcanzando los 104,8 millones de personas desplazadas a finales de 2022, según ACNUR.

La población sigue siendo víctima y objetivo de la violencia. Se han incrementado en numerosos contextos patrones de abusos sistemáticos contra la población civil. Diversos estudios recientes apuntan a que las víctimas civiles han ido en aumento en los últimos años a causa del uso de armas explosivas en áreas pobladas. Además, como parte de los ataques contra población e infraestructural civil, durante 2022 continuaron las agresiones y amenazas contra personal médico, así como los ataques contra infraestructuras hospitalarias.

Durante el año 2022 persistió el uso de la violencia sexual y de género contra población civil por parte de actores armados estatales y no estatales y en especial contra mujeres y niñas. Existe una clara correlación entre la desigualdad de género y la conflictividad armada: 23 de las 33 guerras de 2022 se dieron en países donde existían niveles bajos o medio-bajos de igualdad de género.

A pesar de los esfuerzos de la ONU, también han persistido los casos de abusos y explotación sexual en las misiones de mantenimiento de la paz. Dos de ellas, la MONUSCO en República Democrática del Congo y la MINUSCA en República Centroafricana, concentraron el 90% de las denuncias por abuso y explotación sexual. En 2021 fueron asesinadas 45.000 mujeres por su parejas o familiares, lo que representa el 56% del total de asesinatos de mujeres a nivel mundial. 

Estos apuntes devastadores ponen de manifiesto esta espiral de violencia, crisis global o era de la impunidad, tal y como algunos la han denominado y, además, esta espiral se ve ensombrecida por el incremento de corrientes políticas y sociales populistas de extrema derecha y xenófobas.

Los caminos para intentar superar esta espiral de violencia deberán pasar, inevitablemente, por más democracia y respeto por los derechos humanos, el diálogo y la diplomacia, la apuesta por la seguridad humana, la reducción del gasto militar y la reconstrucción de espacios multilaterales de seguridad compartida. O son así, o no serán.

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