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Qué está pasando en la guerra de Ucrania: Kiev se atrinchera mientras el invierno llega al frente con Rusia a la ofensiva

Un soldado ucraniano entra en una trinchera cerca de una posición de artillería.

Icíar Gutiérrez

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Kiev se atrinchera de cara al segundo invierno de guerra y sus cansadas tropas pasan a la defensiva en buena parte del frente, donde el Ejército ruso lanza a diario decenas de ataques aprovechando su superioridad numérica en artillería, munición y personal. Es, en pocas palabras, el estado del campo de batalla en Ucrania, donde las líneas han cambiado poco desde el verano después de que la contraofensiva no lograra sus objetivos y en medio de la incertidumbre sobre el grifo de ayuda militar estadounidense.

A punto de cumplirse 22 meses desde el inicio de la invasión, tanto el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, como el líder ruso, Vladímir Putin, siguen dispuestos a alcanzar sus objetivos. En una larga rueda de prensa, Zelenski resaltó esta semana que Rusia “no ha obtenido ningún resultado este año” y dijo que no abandonará el objetivo de recuperar los territorios perdidos, incluyendo Crimea. Putin, cuyos discursos recientes destilan una creciente confianza, ha dejado claro que la paz solo llegará cuando Moscú “alcance sus objetivos”, que siguen intactos y define como “la desnazificación de Ucrania, su desmilitarización y su estatus neutral”.

Ahora, Rusia está pasando de operaciones principalmente defensivas hace seis meses a ofensivas que pueden intentar capitalizar aprovechando el fracaso de la contraofensiva ucraniana y la incertidumbre en torno al apoyo financiero y militar a Kiev, explica a elDiario.es Marina Miron, investigadora en el departamento de Estudios de Guerra del King’s College Londres. En EEUU, no se ha desencallado la situación tras el freno de los republicanos a la aprobación de la partida de 61.000 millones de dólares. En la Unión Europea –que ha dado un espaldarazo a los ucranianos abriendo las negociaciones de adhesión–, Hungría ha bloqueado 55.000 millones de euros de financiación para Kiev.

A pesar de la nieve, las heladas y el barro, las fuerzas rusas han lanzado operaciones ofensivas en todo el este de Ucrania y están conquistando algo de terreno. Desde octubre, el Ejército ruso ha intensificado la presión para cercar la ciudad de Avdivka, situada a escasos kilómetros de la ciudad de Donetsk –en manos de las tropas de Putin–. Aquí, las pérdidas son elevadas y la situación es cambiante, pero las tropas rusas parecen haber logrado avances. La ciudad, uno de los puntos claves en el intento ruso de hacerse con el Donbás, ha estado en primera línea desde 2014 y se cree que su captura reforzaría el control ruso sobre la ciudad de Donetsk. Las tropas de Moscú también están intentando acercarse a Kupiansk, en la región nororiental de Járkov, con pocos avances, y han logrado algunos progresos cerca de Bajmut.

Ucrania, a la defensiva

El general de brigada ucraniano Oleksandr Tarnavskyi ha explicado esta semana, en declaraciones a Reuters, que sus fuerzas han tenido que reducir algunas operaciones militares mientras se enfrentan a un “problema muy grande” de escasez de proyectiles de artillería. Según indicó, el agotamiento de la ayuda militar extranjera está teniendo un impacto en el campo de batalla y las tropas del sureste se han puesto a la defensiva en algunas áreas, pero están tratando de atacar en otras, a la vez que se preparan reservas para futuras acciones.

El país ha comenzado a construir nuevas fortificaciones para contener los ataques que está lanzando Rusia, según dijo el Estado Mayor ucraniano en su página de Facebook, junto a fotografías de estructuras excavadas bajo tierra y reforzadas por troncos y estructuras de hormigón. En la rueda de prensa de esta semana, Zelenski hizo alusión a las fortificaciones ya construidas en Járkov, las cuales puso como ejemplo de cómo deben protegerse otras regiones.

El Ejército ruso llega así a final de año recuperando la iniciativa en varias partes del frente tras el fracaso de la esperada contraofensiva lanzada por Ucrania el pasado junio principalmente en el sureste del país, en Zaporiyia, donde se topó con las extensas fortificaciones e intransitables campos de minas preparados por las fuerzas de Moscú y sufrió numerosas bajas y pérdidas de equipo militar occidental. Aunque lograron recuperar algunas localidades –además de cosechar éxitos en el mar Negro–, Kiev tuvo dificultades para abrirse paso en las tres direcciones donde repartió fuerzas para la operación, una de las cuales era Bajmut, capturada por Rusia en mayo tras una costosísima batalla y cuyo valor estratégico ha sido cuestionado por los expertos.

Una de las razones de la zozobra de la contraofensiva fue que Ucrania carecía de superioridad aérea –en especial, de aviones de combate–, a lo que se unió que algunas tropas no tenían suficiente entrenamiento o experiencia de combate y que Kiev no tenía suficiente equipo especializado para enfrentarse rápidamente a las minas, según enumera a este medio Emil Kastehelmi, analista de inteligencia de fuentes abiertas y experto en historia militar. Miron sostiene que, tras perder la batalla en Bajmut, Ucrania se vio obligada a iniciar la operación en medio de expectativas “erróneas” y “presión externa” al Gobierno, mientras que los líderes militares intentaban postergarla porque las fuerzas armadas, “a pesar de recibir tanques y otros equipos militares, carecían de la experiencia necesaria para llevar a cabo una operación tan compleja”.

Periodo de desgaste

La falta de resultados en el campo de batalla ha sacado a flote fricciones políticas y rumores de luchas internas. El popular jefe de las fuerzas armadas ucranianas, Valeri Zaluzhni, admitió en una entrevista con el Economist hace un mes que la guerra ha llegado a un estancamiento –cuya ruptura podría requerir avances tecnológicos, dijo– a la vez que afirmó que no es probable que se produzca un avance profundo. Zelenski negó públicamente la posición de su comandante jefe y luego insinuó que los militares no deberían meterse en política en tiempos de guerra. Por otro lado, la revista Time publicó un artículo que describe la frustración que reina en las oficinas gubernamentales de Kiev.

Para Kastehelmi, no hay dudas de que actualmente hay un estancamiento en el campo de batalla. Ni Rusia ni Ucrania han sido capaces de “alterar significativamente la situación general en más de un año”. “Ambas partes han podido lograr algunos avances, pero ninguna tiene la fuerza para derrotar realmente a la otra”, dice. Por su parte, Miron es más reticente sobre la noción de un estancamiento porque el Ejército ruso está llevando a cabo operaciones ofensivas, aunque se enfrenta a “considerables bajas para lograr avances mínimos”, y cree que persistirá en el intento de tomar más territorios.

El destacado analista militar Michael Kofman cree que actualmente la guerra se encuentra en un “periodo de transición” en el que mucho va a depender de las decisiones que se tomen. Después de la culminación de la ofensiva ucraniana en octubre, los combates han continuado y, a su juicio, han adquirido un “carácter más posicional o de desgaste”. Rusia ha intentado su propia ofensiva en Avdivka, ha estado atacando a lo largo de partes del frente y ha intentado tomar la iniciativa, que tiene “hasta cierto punto” aunque no ha logrado “ningún gran avance”, ha explicado esta semana Kofman en un evento del grupo de expertos Center for Strategic and International Studies (CSIS). “Vamos a ver un periodo de combates de desgaste este invierno, no muy diferente al invierno pasado”, ha dicho. Hasta ahora, recalca, los militares rusos han optado, por sistema, “por atacar prematuramente” y sus ofensivas “no han tenido éxito”. 

Emil Kastehelmi cree que aún no se ha observado una ventaja de Rusia en sus ofensivas actuales que permita cambiar significativamente el curso de la guerra o desplazar las líneas del frente más al oeste. Durante el mes de diciembre, el Ejército de Putin ha podido avanzar unos pocos kilómetros en determinadas direcciones, en el mejor de los casos. “Sin embargo, también hay escenarios en los que los rusos son capaces de obtener alguna ventaja mejor. Pero todo tiene un precio: para Rusia, obtener una ventaja significa un inmenso gasto militar y la muerte de decenas de miles de hombres”.

Entonces, ¿cómo llega Moscú al invierno? Su Ejército ha sido “capaz de detener las ofensivas ucranianas en prácticamente todas las direcciones, y además están mejor preparados” para librar una guerra de mayor duración que hace un año, explica a este medio el analista Emil Kastehelmi. “Los hombres movilizados han adquirido experiencia de combate y no parece haber escasez inminente de mano de obra. Su industria ha empezado a recuperarse y Rusia también puede comprar suministros a varios países”. Sin embargo, esto tiene un alto precio: el gasto militar de Moscú es muy elevado, subraya.

Los ucranianos, por su parte, han sufrido numerosas bajas, han perdido parte de la tecnología militar proporcionada por países occidentales y sufren escasez de munición de artillería, lo que dificultará sus operaciones defensivas. Además, todo apunta a que Kiev se va a enfrentar a decisiones difíciles a la hora de llamar a filas a un gran número de personas. La cúpula militar cree necesario movilizar entre 450.000 y 500.000 soldados, según ha revelado Zelenski, quien dice que aún no se ha tomado ninguna decisión al respecto y que hay que resolver otras cuestiones como la rotación y desmovilización de las tropas que han estado luchando durante casi dos años.

A juicio de Kofman, 2024 va a ser un “año difícil”. Rusia tiene “parte de la ventaja material de su lado si nos fijamos en la disponibilidad de municiones, tal vez un poco de equipo, y en mucha menor medida, personal”, dice, aunque subraya que estas ventajas “no son decisivas”.

El frío se instala en el frente

La llegada de la temporada invernal al frente es otro factor que entra en juego, aunque hay que tener en cuenta que las bajas temperaturas no son igual de extremas en todo el país. El frío afecta tanto al personal como al equipo militar, pero, como explica la experta del King's College, ambos ejércitos tienen experiencia en operaciones militares invernales. “Los militares se preparan a mediados de octubre, anticipándose a la llegada de la nieve”, dice Miron, que ejemplifica que la precisión de las municiones varía, los soldados están expuestos a la hipotermia y a enfermedades, las trincheras pueden congelarse y los drones pueden perder su capacidad para grabar vídeos debido a la nieve, la niebla o el viento.

“En invierno, las operaciones tienden a ser más lentas, ya que los carros de combate pierden movilidad debido al terreno, especialmente a temperaturas más cercanas a 0 o 5 ºC. Por ejemplo, en zonas como Zaporiyia, con numerosos campos y pocas carreteras, carros de combate como el Challenger 2 o el Leopard 2 pueden quedar atascados en el lodo. En algunos casos, un frío más extremo, de -5 a -20 ºC, puede ser más beneficioso para las operaciones militares, especialmente en términos de movilidad de vehículos”. En amplias zonas de la línea del frente, sobre todo en el noreste y el este, la bajada de temperaturas y la congelación del terreno fangoso pueden facilitar las operaciones de ambos bandos.

En resumen, a juicio de la investigadora, “el retraso en el apoyo occidental y la incertidumbre sobre el respaldo futuro afecta más a la conducción de las operaciones que el frío”.

Durante este invierno, el Ejército de Moscú intentará atacar las infraestructuras civiles y energéticas ucranianas, así como objetivos militares en la retaguardia, apunta Kastehelmi, quien cree que, aunque no será fácil, Ucrania “se las arreglará”. Rusia sigue llevando a cabo campañas de ataques, probablemente para poner a prueba las defensas aéreas proporcionadas por Occidente. El Ejército ruso volvió a atacar con drones Kiev la madrugada del viernes, dejando heridos y dañando edificios residenciales como parte de un enjambre más grande de vehículos aéreos no tripulados dirigido a partes del centro, sur y oeste del país. Según el portavoz de la fuerza aérea ucraniana, Rusia ha lanzado alrededor de 7.400 misiles y 3.700 drones de ataque Shahed contra objetivos en el país durante los 22 meses de invasión.

Según la oficina de derechos humanos de la ONU, al menos 10.000 civiles han muerto y más de 18.500 han resultado heridos desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero de 2022, aunque se cree que las cifras reales son mucho más altas. El alto comisionado, Volker Türk, ha vuelto a exponer esta semana en Ginebra las violaciones graves del derecho internacional y crímenes de guerra que se están cometiendo, principalmente por parte de las fuerzas rusas.

El futuro de la guerra

Ucrania tiene por delante una guerra larga, insiste Kofman, quien cree que el año que viene será “un punto de inflexión”, en el que Kiev está ante el desafío de reconstituir sus fuerzas y ser capaz de defenderse “contra las ofensivas rusas en el pico de los gastos de defensa de Rusia, de tal manera que el liderazgo ruso pueda ver que, a pesar de todo, no son capaces de alcanzar incluso sus objetivos de guerra mínimos”, es decir, tomar el Donbás y controlar los territorios que dijeron anexionarse en 2022.

No obstante, considera que no hay recursos para una gran ofensiva ucraniana el próximo año, entre otras cosas por sus problemas con la munición. “Ucrania puede usar el próximo año para establecer las condiciones para retomar la ventaja. Es factible, pero requeriría una estrategia a largo plazo. Gran parte de esta guerra ha estado sujeta al cortoplacismo en la planificación en Occidente”.

La apuesta del Kremlin es convertir la guerra en una carrera de fondo. En este sentido, la duración dependerá de factores políticos y militares, recalca Miron. “Si Ucrania no recibe el apoyo de los países occidentales, los militares carecerán de los medios necesarios para continuar la lucha. Las elecciones en EEUU y Rusia influirán en la duración y el resultado del conflicto, además de factores internos, como la situación económica y la falta de personal militar en Ucrania”, dice, y habla de la posibilidad de que 2024 sea el último año de “guerra de alta intensidad”, aunque esta podría evolucionar hacia un conflicto de baja intensidad, “como el observado desde marzo de 2014”.

Kastehelmi coincide en que todos los escenarios “dependen en gran medida de las acciones” de los países occidentales. “Si no siguen suministrando a Ucrania, Rusia seguirá avanzando lentamente y Ucrania no podrá llevar a cabo contraofensivas a gran escala”.

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