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La cara más rebelde de la ciudad olímpica

Bernardo Gutiérrez

São Paulo —

“Hace unos meses, juntar a más de 50 personas por una causa política era algo imposible en Río de Janeiro”. La frase del fotógrafo y activista Pedro Víctor Brandão suena ahora a ciencia ficción. Antes de junio, el grito “Rio é Rua” (Río es calle) estaba asociado a actividades lúdicas, a playa abarrotada. Dos meses y medio después del coral #VemPraRua, Rio de Janeiro es Rua de Janeiro. Y rua significa política, manifestación, asambleas, escraches, acampadas, intervenciones artísticas, tensión policial.

El grito “Não vai ter Copa” (no va a haber Mundial de fútbol) todavía resuena en las intensas manifestaciones de la ciudad. Las protestas de junio han trastocado profundamente el código político y social de Río de Janeiro. Una de las ciudades menos politizadas de Brasil vive en vilo, agitada por cinco o seis manifestaciones diarias. Y algunas fronteras, muros y consensos van derrumbándose bajo las peticiones plurales de una multitud sorprendente, imprevisible y poco organizada.

Los habitantes de la favela Rocinha bajan al millonario barrio de Leblon con un grito contra el “genocidio negro”. Los habitantes de la Zona Sul –históricamente de clase media– dialogan en la Asamblea Popular Zona Sul 3. Los taxistas tocan la bocina en solidaridad cuando se encuentran con cualquier pequeña manifestación. Los habitantes del conjunto de favelas Complexo do Alemão han creado el movimiento Ocupa Alemão. Los ciudadanos colocan hojas y denuncias en las ventanas de los autobuses, incentivados por el movimiento Ocupa ônibus (ocupa autobús).

Tumba simbólica en frente de la casa de Sérgio Cabral, gobernador de Río de Janeiro. Foto: Bernardo Gutiérrez

La tumba del Gobernador

La tumba del Gobernador16.00 horas, martes 27 de agosto, esquina de la calle Aristides Espínola con la Avenida Delfim Moreira., en el selecto barrio de Leblon. Un frío helado golpea las tiendas de campaña de #OcupaCabral del “movimiento de jóvenes políticos suprapartidistas” que hace casi 40 días acampan frente a la casa de Sergio Cabral, gobernador del Estado de Río de Janeiro. A un lado, la playa. Al otro, un edificio blindado de policía. En medio, un centenar de personas con pancartas y tiendas de campaña. Los vecinos de Santa Teresa se han acercado con su causa: el retorno del tranvía al barrio, tras dos años de abandono.

“Los políticos quieren instalar un tranvía para turistas, caro. El consorcio es corrupto”, asegura la activista Débora Lerrer. Un taxista toca la bocina. Muestra un cartelito: “#ForaCabral. Fuera Cabral. Abajo el Gobernador”. El conservador Sergio Cabral, del Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), aliado histórico de Lula y el Partido de los Trabajadores (PT), se ha convertido en el epicentro de la lucha en Río de Janeiro.

En el #ForaCabral cabe todo. El grito contra la especulación inmobiliaria. Contra la carestía de la vida. Contra la violencia policial. Contra los desaparecidos (15 personas desaparecen al día en Río). Un cartel –“¿Dónde está Amarildo?”– recuerda la desaparición del obrero Amarildo Dias de Souza desde el día 14 de julio.Rafael, un joven enmascarado, asegura que seguirán acampados hasta que el “gobernador dimita”. La policía se pone tensa. Empujones. Jóvenes armados de móviles les apuntan. Luces, cámaras, ¡streaming! En el suelo, un cartel empapado en solidaridad con la lucha contra el gobernador en São Paulo (Geraldo Alckmin).

Otro consenso roto: los antagonismos regionales. Ya ha habido manifestaciones en São Paulo contra el gobernador de Río. Y viceversa. #OcupaCabral es un símbolo del movimiento nacional. En #ocupacabral han ardido espantapájaros con el nombre de Sergio Cabral. El juez João Batista Damasceno, amenazado de muerte, realizó en #OcupaCabral una clase pública sobre Derechos de los Manifestantes y Límites de la Acción policial con streaming a todo gas. Y la presión va haciendo efecto. Cabral, que se vio forzado a afirmar públicamente que “no es un dictador”, ya tiene otro apartamento en la ciudad. Pero hasta su casa de París, donde se escapa con frecuencia, ha sido objetivo de escraches. Resultado: Cabral ya estudia cuándo dejar el Gobierno.

Una tumba simbólica, a unos veinte metros de la acampada de #ocupacabral, sirve de metáfora. Una frase: “Aquí yace el Gobierno de Sérgio Cabral”. Una foto: el gobernador con bigotillo a lo Hitler. Y una gallina (de plástico) muerta, todo un guiño de ritual afro.

Eduardo Paes (alcalde de Río de Janeiro) y Sérgio Cabral (Gobernador), amenazando al Cristo Redentor.

“Yo resiste, tú resistes, nosotros resistimos, ellos desisten”

“Yo resiste, tú resistes, nosotros resistimos, ellos desisten”Nunca las paredes de Río de Janeiro habían hablado tanto. Nunca habían sido tan políticas. Río solía identificarse con las icónicas rimas del Profeta Gentileza que todavía impregnan la zona portuaria (“Gentileza genera gentileza”). Desde el Junio brasileño, las paredes gritan.

Pero nadie como el Coletivo Projectação para captar el espíritu de las revueltas. Su lema: “Luz en movimiento para transformar el caos”. Su arma: un proyector. Y frases contundentes que ocupan, invaden, corroen todas las superficies. Están en todas partes. Proyectan de forma infatigable: “Globo Sonega” (Globo no paga impuestos) en la sede de la Rede Globo, “Rio de Janeiro is on sale” en el Museu de Arte de Rio mientras los políticos lo visitan o “Transporte público no puede generar lucro” sobre los autobuses urbanos. Proyectan, luego existen. Dan voz al subsconciente colectivo. Y crean, a diario, el imaginario de la ciudad insurrecta, con frases como: “Yo resisto, tú resistes, nosotros resistimos, ellos desisten”.

Miembros del colectivo Baratox, desinfectando el pleno municipal.

Control de plagas políticas

Control de plagas políticas9.30. 22 de julio. Un grito inunda el pleno del Ayuntamiento de Río de Janeiro: “No, no, no me representan”. Regresa reforzado por el eco y una indignación colectiva. Un centenar de ciudadanos entona una frase que circula por el mundo desde el 15M español en mayo del 2011. La escena es especialmente simbólica: la multitud grita “no me representan” de espaldas a los políticos que se disponen a inaugurar la sesión de la polémica “CPI dos ônibus” (la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de los autobuses).

La CPI, que pretende apurar la corrupción en las concesiones públicas a empresa de transporte privadas, nació torcida: cuatro de los cinco miembros son de la base aliada del alcalde Eduardo Paes. Los gritos arrecian. Cánticos: “el pueblo unido, jamás será vencido”. Jóvenes haciendo streaming. Y alguien lanza un zapato al pleno. Una docena de personas luce las camisetas amarillas del colectivo Baratox, “control de plagas políticas”. Lanzan al aire billetes de la República de los Niños de Brasil. Imitan los billetes de real y contienen un aviso: sin valor.

Además, algunas personas llevan máscaras de concejales como Chiquinho Brazão (presidente de la comisión).Antes de entrar al pleno, el colectivo Baratox desinfectó con purpurina el edificio. Y bailaron teatralmente canciones como La cucaracha. Barata, que significa cucaracha en portugués, es el apellido de Jacob Barata, conocido como “el rey de los autobuses”.

El colectivo Baratox nació como continuación del escrache que tuvo lugar en el Copacaba Palace durante la boda de Beatriz, la nieta del rey de los autobuses. “Nuestra acción teatral hace que caiga la máscara de esta farsa de la CPI”, asegura Isabel (nombre ficticio), del colectivo Baratox.

El ambiente se encrespa. Al otro lado del pleno, un grupo de defensores de Brazão, grita e intenta agredir a una persona. “Son milicianos (paramilitares), han cobrado 250 reales (80 euros) para aplaudir la CPI”, dice una de las personas del público. Cánticos: “son mi-liii-ciii-aaaa-nooosssss”. La CPI se suspende. El caos reina en la salida. Y, ya en la calle, los “supuestos” paramilitares agreden a los manifestantes.

Maria de Lourdes Silva, una mujer que está acampada en la puerta de la Câmara, asiste al espectáculo sin entender mucho. “Fui desalojada de mi casa. Por eso estoy aquí acampada”, matiza. Como ella, una buena parte del centenar de acampados, denuncia la especulación inmobiliaria y los desalojos. “El transporte también nos importa, claro”, dice María de Lourdes. Algunos carteles de la acampada recuerdan la violencia o el odio a los medios (“La Rede GLobo apoyó la dictadura”).

Mientras algunos miembros escenifican la desinfección de autobuses en la calle, una pancarta recoge el subsconsciente de la Ciudad Maravillosa, versión ciudad rebelde: “No va a haber Copa ni Olimpiada”.

Vídeo de un participante en la reunión del Movimiento Passe Livre en Río de Janeiro.

El funk del “passe livre”

El funk del “passe livre” Un autobús urbano circula por el barrio de Tijuca. Destino: la reunión abierta del Movimiento Passe Livre que encendió las revueltas de Brasil en la La Universidad Estadual de Río de Janeiro. El cobrador entra en una conversación poco probable hace unos meses. Critica el tráfico urbano. Y al alcalde. Y al Gobernador. “La situación en el transporte público es desastrosa hasta para nosotros, nuestros salarios son bajos”, afirma. Confiesa que tiene Facebook y Twitter: “No he ido a mucha manifestación, tengo niños, pero apoyo en las redes sociales”.

Pablo de Soto, un arquitecto español que hace su doctorado en Río de Janeiro, le explica cómo se fraguó la resistencia común en la plaza Taksin de Estambul. “En las calles de Río se escuchó el grito ”Brasil va a ser otra Turquía. Hay que hacer lo mismo aquí“, dice Pablo. El cobrador sonríe.

La sala de la universidad habilitada para el encuentro del Movimiento Passe Livre (MPL) está abarrotada. La Universidad en Brasil, en palabras del reconocido ciberinvestigador Fabio Malini, “está acogiendo muchas asambleas porque es un espacio de libertad donde la Policía Militar no puede interferir como hace en las plazas”.

La presentación comienza. Por la pantalla desfilan revueltas históricas alrededor del transporte: Revolta do Vintém (Río de Janeiro, 1879), Revolta das Barcas (Niterói, 1959), Revolta do Buzú (Salvador de Bahía, 2003), Planka (Escandinavia, 2011).

En el debate posterior, mucha gente ni siquiera dice su nombre. Simplemente hablan. “Lo increíble ha sido el consenso de la espontaneidad de las protestas”, dice un joven con una camiseta de la Comuna de París. “Están criminalizando el movimiento para disiparlo”, matiza Marcelo, del Estado nordestino de Ceará. Una mujer del MPL responde a una pregunta de forma categórica: “El Passe Livre no tiene el monopolio de la lucha. No somos exclusivistas”. De repente, un joven se levanta y afirma que quiere cantar un funk carioca (estilo bastardo y políticamente incorrecto surgido en las favelas de Río). Y canta: “Que se joda la Copa, la FIFA no va a mandar aquí, yo quiero pase libre, salud y educación”.

Aldeia Maracanã, en las proximidades del estadio Maracanã de Rio de Janeiro.

Maracanã, asamblea indígena

Maracanã, asamblea indígenaNecesitamos ayuda económica, estamos solos, con demasiados gastos”. La asamblea del Largouna de la docena de asambleas populares que tras las protestas se reúnen semanalmente en Río de Janeiro– recibe la visita de varios indígenas de la Aldeia Maracanã, la ocupación indígena instalada en el antiguo museo del indio, impidiendo que los Gobiernos de Río lo derriben.

La resistencia de varios miembros de las etnias pataxós, tukanos, apurinãs e guajajaras se ha convertido en un icono desde las manifestaciones de junio. El intento de tumbar el antiguo museo del indio para facilitar la salida del estadio de fútbol Maracanã es otro de los motivos de indignación de los cariocas. Su lucha por el bien común conecta con la lucha colectiva por el estadio Maracanã que el Gobierno de Río quiere privatizar. El artículo Ni del Estado ni del mercado, el Maraca es nuestro, de Alexandre Mendes, imagina una gestión común del mítico estadio, relacionándolo con la gestión colectiva indígena y con guiños a la plaza Taksim de Estambul.

La Asamblea del Largo no dialogaba con la Aldeia Maracanã de forma oficial hasta hace unas semanas. La conversación fluye. Turnos de palabras, gestos pactados. Muy diferente a la reunión que en estos momentos se celebra dentro del Instituto de Filosofía y Ciencias Sociales (IFCS), a unos metros de la asamblea. “Usan mesas, jerarquías. Por eso salimos de la plenaria del IFCS, por su formato. Preferimos la plaza”, afirma Marina (nombre ficticio). El ambiente está enrarecido.

Mucha gente está pendiente de la marcha hacia el Palacio de Guanabara (Gobierno). “Hay cargas policiales en Laranjeiras”, dice alguien. Varias personas ponen rumbo al palacio del Gobernador de Río, que está siendo rodeado por los manifestantes.

Violencia policial en el barrio de Lapa, durante la noche del 27 de julio.

Black bloc vs violencia

Black bloc vs violencia 27 de julio. Rua das Laranjeiras. 22.00 horas. Arden algunos contenedores. Una multitud corre hacia el Largo do Machado. Algunas sucursales de banco tienen los escaparates rotos. La calle es un mar de bolsas de basura. Alberto (nombre ficticio), un joven que filma las manifestaciones, relata cómo empezó todo. La Policía Militar (PM) detuvo a un manifestante en el Largo do Machado, antes de que la multitud emprendiese rumbo al Palacio Guanabara (Gobierno). Justo después, un policía usó gas lacrimógeno contra una persona. Y el Black Bloc entró en acción.

La crónica de una batalla anunciada se leería en los medios en unas horas: choques entre los Blac Bloc contra la Tropa de Choque de la Policía Militar. La estrategia del poder en Brasil ha cambiado en el último mes: identificar al movimiento plural y cívico que todavía agita todo Brasil con los grupos Black Bloc.

La ultraconservadora revista VEJA hizo una portada criminalizando “a la banda de las caras tapadas” e incluso vinculando Blac kBlocs a “movimientos decadentes como el Movimiento de los Trabajadores Sem Terra (MST)”. El reportaje provocó que Emma, una black bloc de #ocupacabral confesase su pasado: “Fui educada para ser una pija idiota, salí de casa a los 16 años para vivir en una favela, paré de trabajar por desobediencia civil (entrevista en vídeo).

Sin embargo, los gobiernos de izquierda de Brasil y el entorno del Partido de los Trabajadores (PT) también están identificando las manifestaciones con Black Bloc de la misma manera que intentaron asociar Anonymous con la derecha. Incluso la filósofa Marilena Chaui, un icono izquierdista, manifestó que los “Black Bloc actúan por inspiración fascista”.“Aquí los black bloc son diferentes. Desde que aparecieran en Alemania o incluso en la batalla de Seattle, han pasado muchas cosas, entre ellas Anonymous”, afirma Bruno Cava, investigador de la Universidad Nómada. La máscara, afirma Bruno, también protege la seguridad personal, “algo importante en un país con tanta violencia policial”.

Charlar en la calle con miembros de Black Blocs de Rio de Janeiro cuestiona bastante las versiones criminalizadoras. Algunas frases sueltas: “Somos autónomos, anticapitalistas, horizontales”. “Huimos del personalismo y de los liderazgos personales”. “Protegemos a los manifestantes de la violencia policial”. “Atacamos objetivos concretos como bancos”. “Denunciamos la violencia por la violencia”.

El vídeo grabado por un black bloc durante la noche del 27 de julio, que muestra cómo varios policías apalean a una joven en el barrio de Lapa, deja en el aire una frase: las fuerzas policiales suelen comenzar el enfrentamiento con los Black Bloc (y no al contrario).

¿Qué pasará en los próximos años en la rebelde ciudad olímpica? El mismísimo COI tiene un informe que revela que los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro están en riesgo. De momento, el Gobierno de Río, como otros de Brasil, han prohibido el uso de cualquier tipo de máscaras o pasamontañas en las manifestaciones. Muchos perfiles de Facebook ya esconden su cara. Y hay incluso bailes de carnaval en el espacio público para protestar contra la medida.

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