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The Guardian en español

Dos exposiciones descubren al público un valioso tesoro de arte robado por los nazis

La colección de arte nazi robado de Cornelius Gurlitt será expuesta en Berna y Bonn

Kate Connolly

Berlín (Alemania) —

El Kunstmuseum de Berna y el Bundeskunsthalle de Bonn presentan esta semana las obras encontradas en las casas de Cornelius Gurlitt en dos exposiciones paralelas bajo el nombre de “Dossier Gurlitt”. Se espera que atraigan a apasionados del arte de todo el mundo.

Las obras las descubrieron en 2013 inspectores de Hacienda en las residencias de Munich y Salzburgo de Gurlitt. Constituye el mayor hallazgo artístico del período de posguerra, con alrededor de 1.500 trabajos, incluidas piezas de Claude Monet, Paul Cézanne, Ernst Ludwig Kirchner, Otto Dix y Gustave Courbet, valoradas en cientos de millones de euros.

Gurlitt, un amante del arte bastante recluido de la vida social, que heredó la colección de su padre, falleció un año después del descubrimiento por un fallo cardíaco, no sin antes donar todas las obras al museo de Berna. Un juzgado de Munich allanó el camino para que las obras sean expuestas tras dictaminar contra la demanda de un familiar que alegaba la incapacidad mental de Gurlitt a la hora de hacer la donación.

Una oportunidad única para los amantes del arte

“El público podrá acceder a estas obras de arte de las que tanto se ha hablado en las noticias como un hallazgo insólito y un tesoro oculto”, dice Nina Zimmer, comisaria de la exhibición en Berna.

'Dossier Gurlitt' también supone una oportunidad para estudiar por qué el mundo del arte ha sido poco autocrítico sobre su papel durante la era nazi. Y vuelve a poner en cuestión el polémico papel de Suiza como centro neurálgico en el campo lucrativo del arte nazi.

La exposición de Berna contará la historia del arte moderno, prohibido por los nazis que llevaron a cabo la operación “arte degenerado” entre 1937 y 1938, en la que se confiscaron más de 23.000 cuadros, esculturas y grabados de las galerías. Muchas de las obras se vendieron en el extranjero para recaudar fondos para el régimen nazi.

En la Bundeskunsthalle de Bonn el foco se pondrá en las obras de arte robadas a judíos y a otros perseguidos por los nazis. Se centrará en particular en el episodio más oscuro de la biografía del padre de Cornelius Gurlitt, Hildebrand, uno de los marchantes de arte más importantes del Tercer Reich y que trabajaba directamente para el líder nazi, Adolf Hitler.

Zimmer señala que las exposiciones pretenden “rendir homenaje a las personas que se convirtieron en víctimas de los robos de arte nacionalsocialistas, además de a los artistas 'degenerados' que fueron difamados y perseguidos por el régimen nazi”. 

En Bonn prestarán atención en particular a la suerte que corrieron los artistas, coleccionistas y marchantes de arte judíos, que en muchos casos se enfrentaron a persecuciones y a tribunales irregulares y arbitrarios.

En busca de los dueños legítimos

Tras el gran descubrimiento de las obras de Gurlitt, Alemania se embarcó en una operación para encontrar a los dueños legítimos de las obras de arte robadas. Hasta ahora sólo se ha encontrado a los dueños de cinco piezas. El gobierno ha prometido seguir financiando la investigación.

Cornelius Gurlitt nunca trabajó y vendió parte de su colección para mantenerse. En 2010 un oficial de aduanas le pilló en un tren con una gran cantidad en efectivo. Gurlitt se encontraba a la vuelta de un viaje a Suiza para vender algunas de las obras. A raíz de este incidente las autoridades de Hacienda llevaron a cabo una investigación en la que se encontraron las obras.

Zimmer señala que Gurlitt está siendo señalado como el malo de la historia de manera injusta. “Creo que la persona a la que deberíamos juzgar es su padre, que era una persona moralmente ambigua, como mínimo”. 

Antes de trabajar para los nazis, Hildebrand Gurlitt había empezado una carrera como un “brillante, joven y progresista” director de museo en Zwickau, dice Zimmer, puesto en el que intentó convencer al público de los méritos del arte moderno en los años 20, pero recibió un duro golpe por parte de la derecha y fue relevado de su puesto.

En 1933 se mudó a Hamburgo, en donde continuó con un espíritu progresista al mismo tiempo que los nazis se hacían con el poder. Fue despedido por segunda vez cuando se negó a alzar la bandera nazi en su galería.

Hildebrand Gurlitt pasó a dedicarse a la compra-venta de arte moderno y abrió una galería comercial, que se vio forzado a poner a nombre de su mujer, debido a su ascendencia judía.  

En esas fechas comenzó a trabajar de cerca con el aparato nazi y escribió al Ministerio de Propaganda para ofrecer sus conocimientos como destacado experto en arte moderno –es decir, “arte degenerado”– y fue elegido como uno de los cuatro marchantes de arte que trabajaban para los nazis, con base en París y con la tarea particular de adquirir obras de arte para el incumplido proyecto de un museo del Führer en Linz.

Un lote artístico de gran valor

Cuando los conocidos como Monuments’ Men (“Hombres de los monumentos”) –un grupo de mujeres y hombres voluntarios de todo el mundo que operaron junto a las fuerzas aliadas para proteger la propiedad cultural europea– le interrogaron después de la guerra sobre su vínculo con el régimen nazi, Hildebrand Gurlitt intentó quitarse importancia.

Tampoco hay indicios de arrepentimiento en sus cartas y memorias por el papel que jugó en el régimen nazi. Estos documentos también se expondrán en la exhibición. Después de la guerra consiguió volver a su carrera, sin tener que dar explicaciones de ningún tipo, como director de galería en Düsseldorf. Murió en 1961.

Entre los cinco trabajos que se han devuelto hasta ahora a los herederos de sus antiguos dueños se encuentra “Mujer sentada” de Henri Matisse; “Jinetes en la playa” de Max Liebermann; “Interior de una iglesia gótica” de Adolf von Menzel; y “El Sena, vista del Puente Nuevo con el Louvre al fondo”, de Camille Pisarro.

Entre los trabajos de los que aún se está buscando la procedencia hay obras de Eduard Munch, Pierre-August Renoir, Auguste Rodin y Paul Signac.

Sigue en curso la disputa legal por la que podría ser la mejor pieza de la colección, “La montaña de Sainte Victoire”, de Cézanne, hallada detrás de una despensa en la casa de Gurlitt en Salzburgo, que la familia del artista quiere de vuelta.

Zimmer dice que es dudoso que se repita otro hallazgo de obras de arte recopiladas por los nazis de dimensiones tan espectaculares “por el simple hecho de que Hildebrand Gurlitt era el cuarto marchante de arte nazi, y no hay un quinto”.

Traducido por Marina Leiva

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