Fernando Haddad quiere ser el nuevo Lula de Brasil, pero ¿quién es?
Con una camiseta roja con la imagen del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, Fernando Haddad y su equipo bajan de una furgoneta y marchan por la calle principal de la favela Rocinha, mientras un grupo vestido con monos naranjas toca ritmos de samba.
Haddad, un intelectual experto en teoría marxista y exalcalde de San Pablo, tiene hasta el 7 de octubre para convencer a los 147 millones de votantes brasileños de que él debe ser el próximo presidente, aunque un sondeo reciente concluyó que más de un tercio del electorado no tiene idea de quién es.
El Partido de los Trabajadores (PT) de Haddad espera que Lula, que la semana pasada renunció a su intención de reelegido presidente desde la cárcel, pueda transferirle suficientes votos para asegurarle llegar a la segunda vuelta que será el 28 de octubre. Haddad ha enfocado su campaña en la promesa de revertir las medidas de austeridad y aumentar el gasto para sacar al país de su grave recesión.
“Combinamos responsabilidad fiscal con responsabilidad social”, le dijo Haddad, de 55 años, a the Guardian. “No vamos a sacrificar a la gente. Sin inversión pública, sin que las familias puedan gastar, sin crédito accesible, la economía no podrá recuperarse”. Pero reemplazar a un expresidente tremendamente popular con un candidato a quien muchos aún no conocen no va a ser tarea fácil.
El PT pareció reconocer la dimensión del desafío en un vídeo reciente de campaña, que muestra a brasileños intentando pronunciar el nombre del candidato hasta que aprenden a repetir “Haddad es Lula, Lula es Haddad”. Hasta este mes, cuando un tribunal electoral brasileño prohibió su candidatura, Lula estaba haciendo campaña desde la cárcel, tras ser condenado a 12 años de prisión por cargos de corrupción y lavado de dinero.
Haddad fue confirmado como candidato del PT el 11 de septiembre, a menos de un mes de las elecciones. Tiene mucho territorio que cubrir y no le queda mucho tiempo. Los sondeos más recientes sugieren que está unos 10 puntos por debajo del candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro.
En Rocinha, algunos votantes ya están decididos a votar por Haddad. “Por supuesto que votaré por él, igual que toda mi familia”, afirma Regina Carvalho, de 55 años, mientras trabaja en su puesto callejero. “Lula fue maravilloso”, dice Antonio Casanova, un conductor de taxi de 37 años. “Mucha gente votará por el candidato que él diga”.
Pero incluso en Pernambuco, el estado natal de Lula, muchos vecinos niegan con la cabeza cuando se les pide que nombren al sustituto del ex presidente. En Brasília Teimosa, una favela cerca de Recife donde la mayoría son votantes del PT, Maria do Carmo da Silva, de 63 años, se disculpa al no poder nombrar al candidato, aunque tiene un gran cartel de Lula y Haddad en el frente de su casa.
A pesar de no saber nada sobre Haddad, Da Silva asegura que lo apoyará “porque es del partido de Lula. Lo he visto en televisión prometiendo que hará lo mismo que hizo Lula. Confío en él”.
Su vecina de 70 años, Maria José dos Santos, tampoco podía nombrar al sustituto de Lula pero se mostraba de acuerdo. “Lo puedo aceptar”, asegura esta empleada de limpieza jubilada. “Pero preferiría a Lula”.
Otros no están tan seguros. El trabajador social Luiz Ferreira sostiene que admira a Lula por ayudar a los pobres aunque cree que es culpable de los cargos de corrupción. “Pero no voy a votar por Haddad. Por empezar, no sé ni quién es”, afirmó.
Hijo de libaneses
Es hijo de un comerciante libanés y de una maestra también descendiente de libaneses. Haddad y Ana Estela, su esposa dentista y académica, tienen dos hijos. Se graduó en Derecho, antes de hacer una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía en la Universidad de San Pablo.
El profesor José Álvaro Moisés, que fue jurado de su tesis sobre teoría marxista ortodoxa, lo describió como “una persona muy seria y competente”. Pero añadió: “No estoy de acuerdo con sus argumentos teóricos”.
La mayor ventaja de Haddad es que su mentor político es el político más exitoso de la historia reciente del país. Pero ése es a la vez su problema más grande: muchos brasileños todavía adoran a Lula por sacar a 36 millones de personas de la pobreza durante los años de prosperidad del país, pero otros lo detestan por la corrupción política y el fracaso económico que sobrevino después.
Un tercio del electorado afirma que votará por quien Lula diga. Otro tercio no votaría por Lula bajo ninguna circunstancia. Figuras importantes del PT han asegurado que Lula elegiría a todos los ministros de un gobierno de Haddad y que sería indultado. Haddad, que está registrado como abogado de Lula, visita regularmente al expresidente en la cárcel y ha dicho que Lula no quiere ser indultado.
“Quiere que se establezca su inocencia porque no ha cometido ningún delito”, asegura Haddad a the Guardian. Pero no aclara las dudas sobre el posible rol de Lula en un futuro gobierno. “¿Por qué dejaría de hablar con alguien que conozco desde hace 20 años, a quien creo inocente?” dice.
Ambos hombres supervisaron el manifiesto del partido, que promete revertir las medidas de austeridad y privatizaciones que introdujo el gobierno conservador de Michel Temer y se compromete a poner en marcha la economía agonizante con obras de infraestructura financiadas con los 34.000 millones de euros de reservas internacionales de Brasil.
El texto también promete rebajar los impuestos a los pobres, subírselos a los ricos, incrementar la protección a la comunidad LGBTI y demarcar territorios indígenas.
Haddad asegura que se ha reunido con inversores que temen que un gobierno del PT no se preocupará por el enorme déficit del país. “Puede ser que los primeros dos años la deuda crezca un poco, pero luego volverá a bajar”, defiende. “La gente seria confía en nuestros gobiernos porque ya hemos llevado adelante el país durante 12 años”.
Con Lula, la economía mejoró gracias a un auge de los productos básicos del mercado, lo cual permitió poner en práctica programas masivos contra la pobreza. Pero durante el gobierno de su sucesora Dilma Rousseff, los precios de los productos básicos cayeron y Brasil entró en una recesión exacerbada por los escándalos de corrupción generalizada, que involucraron a figuras claves del PT y sus aliados políticos.
En 2016, la indignación por la corrupción llevó a la destitución de Rousseff por incumplir con las reglas del presupuesto. La izquierda insiste en que fue un golpe de estado judicial.
Muchos brasileños creen que el juicio contra Lula –un escándalo diferente por un piso frente al mar que supuestamente le habría dado al expresidente una empresa de construcción– fue urdido para sacarlo de la carrera presidencial o simplemente que fue injusto, teniendo en cuenta los sobornos que se han llevado otros políticos.
Sin embargo, solo los partidarios más leales creen en los argumentos del PT de que solo figuras aisladas del partido estuvieron involucradas en lo que los fiscales han descrito como una red de corrupción multimillonaria, institucionalizada y multi-partidista.
La noche tras la visita a Rocinha, en el programa principal de la cadena Globo, Haddad se enfrentó a un duro interrogatorio sobre la corrupción en el PT en general y sobre acusaciones contra él por donaciones ilegales a su campaña por la alcaldía en 2012.
Sudando visiblemente, Haddad intentó responder, antes de participar de un acto electoral en el centro de Río de Janeiro, donde los oradores acusaron a la cadena de televisión de ser parte de la red conspirativa de derecha que destituyó a Rousseff.
En medio de la multitud, el vendedor callejero Wendell de Oliveira, de 23 años, confesó que no lo convencía Haddad, quien carece del carisma sencillo de Lula pero logró dar un discurso potente y apasionado.
Mientras la gente se marchaba del acto, una pareja bailaba al ritmo de la rústica canción de campaña de Haddad bajo la llovizna, y De Oliveira cambiaba de opinión. “Lo votaría”, afirmó.
Traducido por Lucía Balducci