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El frente de la batalla más cruenta en el este de Ucrania: calles vacías, ventanas tapiadas y soldados agotados

Militares ucranianos conducen en una carretera cerca de la pequeña ciudad de Bajmut, en Donetsk, en junio.

Isobel Koshiw / Luke Harding

Bajmut (Ucrania) —

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A pocos kilómetros del frente de batalla de Ucrania, un grupo de soldados ucranianos descansan y fuman cigarrillos sentados en unos bancos a la sombra fuera de un hospital militar. A lo lejos, se oye el ruido constante de la artillería pesada. La ciudad de Bajmut parece desierta. No hay casi ningún rastro de la vida de antes de la guerra: no hay niños ni coches, apenas hay gente. Las ventanas están tapiadas, y en las calles solo hay un puñado de civiles. La única actividad que queda aquí es la que ha traído la guerra.

Los soldados, agotados y hastiados, describen una batalla peligrosa para defender el este de Ucrania. Primero, un bombardeo incesante con armamento pesado ruso, seguido rápidamente por el avance de tanques y soldados de infantería, cuyo trabajo consiste en “limpiar” cualquier unidad ucraniana que pueda quedar en pie. 

Durante cuatro meses, las fuerzas rusas han tratado de capturar las regiones de Lugansk y Donetsk. Tomaron la ciudad de Popasna, a 30 kilómetros al este de Bajmut, y han invadido Severodonetsk, a 56 kilómetros al noroeste. Este fin de semana, las tropas de Moscú han capturado su ciudad gemela, Lisichansk, y han reivindicado el control de la región de Lugansk.

Situada en la región de Donetsk, Bajmut –conocida como Artemivsk en la época soviética– se interpone en el camino de cualquier avance ruso. Pero a pesar de la envergadura de su enemigo, los soldados ucranianos dicen que siguen convencidos de que la fuerza de voluntad y “el bien” vencerán al “mal”.

La cantidad de armamento del Ejército ruso y su disposición a emplearlo en esta guerra suponen una diferencia con la guerra subsidiaria que se libró en el este de Ucrania en 2014, dicen los soldados. En aquel entonces, Rusia trató de disimular su participación. Esta vez no.

El Ejército ucraniano tiene muchos combatientes sumamente motivados, explican, pero su equipamiento y sus hombres están siendo machacados por la gran cantidad de proyectiles, cohetes y misiles rusos. El presidente de Ucrania Volodímir Zelenski dijo a principios de junio que cada día mueren entre 60 y 100 soldados ucranianos en la región de Donbas, y 500 resultan heridos.

The Guardian ha tenido acceso a soldados ucranianos con la condición de no revelar sus apellidos ni la ubicación de las posiciones ucranianas. 

En la ruta hacia Bajmut, se pueden ver vehículos del Ejército de Ucrania, incluyendo camiones con combustible y municiones, al igual que un espectacular obús 2S7, montado sobre un cargador. Los rastros oscuros de un sistema de lanzamiento múltiple de cohetes Smerch aún manchaban el cielo. 

Acostumbrados a los bombardeos

Los soldados dicen que se han acostumbrado a los bombardeos implacables de los rusos. “La primera vez que ves un tanque sientes miedo”, dice Sasha, un joven médico. “Después de un tiempo ya no lo sientes. Es como entrar en trance. Tu objetivo es matar al enemigo. Y no puedes hacerlo si tienes una psique normal. Te transformas en otro. Mis padres me dicen que estoy desconectado de la realidad”. 

“Cuando combates en una ciudad, las posiciones se mantienen en edificios”, dice Sasha, quien abandonó Donetsk, su ciudad natal, en 2014 cuando fue tomada por las fuerzas rusas y las respaldadas por Moscú. “Te disparan con artillería ('grads', misiles, morteros) y si no tienes con qué responder, te [retiras] a otro edificio, y ellos avanzan”. 

Sasha y su grupo fueron la tercera unidad de reemplazo enviada a Rubizhne, en Lugansk, una de las muchas ciudades del este de Ucrania arrasadas por los combates. Como las primeras dos unidades, la suya con el tiempo fue rotada. Mientras se iban, un cohete cayó sobre su vehículo blindado. “Estábamos saliendo, y tres granadas propulsadas por cohetes nos dieron de lleno. Nuestro vehículo volcó. Estábamos casi todos heridos, yo incluido”. Al día siguiente, el 11 de mayo, Rubizhne cayó en manos rusas. 

“Hay muchos momentos negativos de los que no se habla”, dice Sasha, en referencia a la estrategia de información de la guerra de Ucrania, y a las leyes de censura. “Pero estoy listo para luchar hasta el final, porque no quiero que nadie más pierda su hogar como le pasó a mi familia en Donetsk”. 

La mayoría de los civiles han escapado de Bajmut. En junio, cuando se publicó el reportaje, quedaban unos pocos, a pesar del ruido constante de artillería y las ráfagas de disparos en las calles. Dos personas, Lena y Oleg, cuentan que se quedaron para cuidar al padre de Lena. “Esta era una gran ciudad. Teníamos 15 fábricas. Bajmut floreció”. ¿A qué distancia está la batalla? “Cerca”, dice Lena. 

Tras la captura de Lisichansk, expertos militares y autoridades ucranianas creen probable que las fuerzas rusas lancen ataques considerables sobre Bajmut –así como sobre la ciudad de Sloviansk–. Las tropas han lanzado un asalto al noreste, pero no han conseguido nuevas ganancias territoriales.

“De repente, se desató el infierno”

El combate continúa fuera de la ciudad. El 31 de mayo, Ivan, 24 años, un mecánico del oeste de Ucrania resultó herido cuando luchaba en un pueblo abandonado en las afueras de Rubizhne. Él y su unidad cavaron posiciones de trinchera cerca de un bosque. Tres de sus amigos murieron a causa de los ataques rusos.

“Fui a buscar un cigarro y, de repente, se desató el infierno”, dice Ivan. “Los rusos se escondieron detrás de los árboles. Hubo una descarga de artillería. Después pasó una bala. Había un francotirador disparándonos”. 

Ivan y otro soldado, Vitya, se lanzaron desde un cobertizo abandonado cercano a un lateral de la trinchera. “Andruska trató de alcanzarnos pero le dispararon en la cabeza, y murió”, dice Ivan. “Después nuestro sargento, Oleh, salió de su escondite para tratar de correr hacia mi posición, pero una bala le arrancó la mitad de la cabeza, y se desplomó casi encima de mí”. 

Luego el francotirador disparó a Vitya, que estaba a la derecha de Ivan, y también lo mató. El arma de Ivan se quedó sin cartuchos, así que echó mano del rifle de su sargento cuando este también fue abatido. “Me entró un fragmento de bala en el ojo derecho, y empezó a salir sangre”, dice Ivan, que tiene un traumatismo en la cabeza y un zumbido en el oído a causa de los disparos. “Cuando recobré el sentido, traté de arrastrar el cuerpo de Oleh hasta la casa más cercana. No podía ver bien”. 

Ivan dice que arrojó una de sus dos granadas, no para alcanzar a los rusos sino como maniobra de distracción. “Le quité el gancho de seguridad a la otra. Pensé: ‘Si vienen, puedo hacerme explotar y llevarme a dos o tres de ellos conmigo”. Según explica, el combate duró “entre 15 y 20 minutos”. “Llegaron refuerzos, me quitaron la granada de la mano y me sacaron de ahí”. 

“Las heridas son peores que en 2014”

Aún visiblemente conmocionado, Ivan se recuperaba en un hospital de la herida en el ojo el pasado junio. Los médicos dicen que volverá a ver después de un tiempo. 

En el hospital de la región de Dnipro donde Ivan fue atendido, los médicos dijeron que habían tratado a más de 122 soldados ucranianos por lesiones oculares, tras recibir impactos en explosiones. “Las heridas son mucho peores que en 2014. Entonces eran solo balas”, dice una doctora, Yulia Valentinivna. “Muchas veces las heridas son en ambos ojos”. 

Vasia, un soldado con heridas de metralla en uno de sus ojos que probablemente no se recupere por completo, dice que no se arrepiente. “Rusia tiene más artillería que nosotros cartuchos”, dice Vasia. “La única manera que tenemos de resistir es dar la vida”. 

Traducción Patricio Orellana

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