Hablan los periodistas sirios: “Me quedé helado al darme cuenta de que había pisado un cadáver”
El coste humano de la brutal y prolongada guerra civil en Siria va más allá del número de víctimas. Millones de personas han huido en busca de refugio y los habitantes de Alepo, en el noroeste del país, han estado viviendo en estado de sitio mientras ataques aéreos rusos y sirios destrozan sus hogares, hospitales y reservas de alimentos.
Mientras tanto, los periodistas en la ciudad –las personas en las que confiamos para que sean nuestros ojos y nuestros oídos en las primeras líneas del conflicto– corren el riesgo de ser secuestrados, torturados y asesinados mientras cumplen con su deber.
Según el Comité para la Protección de los Periodistas, Siria es el lugar más peligroso de todo el mundo para ser periodista. Y, aunque el número de periodistas ha caído desde que estalló la guerra en 2011, no es porque los ataques hayan cesado sino porque hay cada vez menos que puedan ser asesinados.
¿Qué les sucede a los periodistas que asoman su cabeza por encima de los parapetos? ¿Es posible dar una información objetiva cuando se cubre una guerra civil? Estas son las historias de dos periodistas que ahora viven exiliados en Turquía.
“Tiraban sus cuerpos como si fueran animales”
Siempre que oigo la palabra Alepo me acuerdo de mi amigo, un abogado llamado Ibrahim Malki. Hace un año, por estas fechas, él y yo éramos compañeros de prisión en una celda abarrotada donde dormíamos unos al lado de otros. Tenía solo tres metros de largo y seis de ancho pero era el hogar de más de 20 prisioneros.
Los dos habíamos sido arrestados por el régimen. Yo había sido acusado de enviar noticias a medios opositores. Ibrahim fue arrestado por ser un activista político y de derechos humanos. Después de 20 días viviendo juntos, hablando y compartiendo sesiones de tortura, nos hicimos muy amigos. Pero pronto fuimos transferidos a diferentes prisiones.
Mientras a mí continuaron torturándome, acusado de ser un terrorista, Ibrahim estaba viviendo su peor pesadilla en una diminuta celda en la capital, Damasco. Después me contó cómo vio morir a hombres jóvenes y cómo tiraban sus cuerpos como si fueran animales.
Un mes después, fui liberado tras pagar un soborno a un oficial del régimen. Una semana después de esto, me enteré de que Ibrahim también había sido liberado. Pronto, el régimen empezó a acosarme de nuevo así que huí a Turquía. Ibrahim se mudó a Suiza después de que el régimen cerrase su bufete.
Cada semana hablamos por Skype y siempre me cuenta que lo que está pasando en Alepo le rompe el corazón. El presidente Bashar al Asad está intentando destrozar su amada ciudad.
Samer al Afmad, periodista de Nasaem Syria FM.
“Decidí dejar de cubrir los bombardeos cuando pisé un cadáver”
Me convertí en periodista cuando estalló la guerra. Fue una decisión precipitada y quizá no la más prudente dado que los periodistas son objetivos sistemáticos a ambos lados del conflicto. Durante cuatro años hice largos viajes hasta mi universidad para aprender cómo ser un periodista mientras el fuego de los morteros explotaba a mi alrededor. Aprendí a ser periodista trabajando.
En una ocasión, después de publicar una investigación, las amenazas me llevaron a pasar varios días escondido. Recuerdo especialmente una noche que dormí en un hospital. Los gritos de los heridos me despertaban y ya no podía conciliar el sueño.
Recuerdo una de las grandes explosiones de las que fui testigo en un suburbio de Damasco. Fuimos corriendo con una cámara para cubrirlo lo más rápido posible. El humo negro era cegador y no podíamos ver nada. De repente sentí que estaba pisando algo pegajoso. Me quedé helado cuando me di cuenta de que mis pies estaban sobre un cadáver. Ese fue el momento en el que decidí dejar de cubrir los estallidos de violencia y centrarme en las historias humanas y las investigaciones.
Me uní a la comunidad Arab Reporters for Investigate Journalism y gané un premio por una de mis historias sobre bandas que estaban falsificando documentos y apoderándose de los hogares de cientos de miles de personas que habían huido del enfrentamiento. Después, hace un año, el ejército del régimen me llamó a filas y decidí escaparme a Turquía.
Ahora estoy intentando recopilar pasajes de mi memoria y terminar mi formación en el exilio. Es frustrante intentar cubrir lo que sucede en Siria desde fuera, pero todavía tengo algunos contactos dentro que me ayudan a obtener información, y lo prefiero antes de que me lancen a la primera línea de la muerte.
Ahmed Haj Hamdo, periodista de Arij.
Traducido por Cristina Armunia Berges