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“Israel es el único país del mundo que no está aterrado tras la victoria de Trump”

El mes pasado, Zoabi participó en una protesta organizada por parlamentarias y funcionarias del parlamento

Harriet Sherwood

Jerusalén —

De los 120 miembros de la Knéset, el Parlamento de Israel, 14 son israelí-palestinos. Haneen Zoabi es una de ellos; la han escupido, la han empujado y también la han suspendido de sus funciones. “Me acostumbré a [los abusos]”, explica: “En parte, me atacan porque soy una mujer. No hay que pasar por alto este hecho. [A algunas personas] les parece normal enfadarse con una mujer que no cumple con sus expectativas”.

Desde hace tiempo, Zoabi es consciente de que le podrían expulsar. En virtud de una ley que se aprobó el verano pasado, se puede expulsar a un diputado “si incita al racismo” o por “su apoyo a la lucha armada” si esta medida cuenta con el apoyo de 90 de los 120 parlamentarios. Los grupos de derechos civiles han indicado que esta ley tiene como blanco a los parlamentarios palestinos y pretende silenciarlos. Isaac Herzog, el líder del partido laborista de Israel, describió esta ley como “una mancha negra en el rostro de Israel”. Para Zoabi, es un intento de “asesinato político”.

“Somos diputados. No tiramos piedras. No formamos parte de ningún movimiento de resistencia armada. Dialogamos. Israel ha decidido que expresar nuestra opinión es un delito”, afirma. En 2009, Zoabi, de 47 años, se convirtió en la primera parlamentaria israelí-palestina.

Cerca del 20% de los ciudadanos israelíes son palestinos. En teoría tienen los mismos derechos pero en la práctica son discriminados por las instituciones. Por ejemplo, el sistema educativo israelí separa a los judíos de los palestinos, y las escuelas de unos y otros no obtienen los mismos fondos. También son discriminados cuando se postulan para trabajos en el sector público.

Zoabi creció en Nazaret y todavía vive allí; tiene un apartamento dentro de la casa de sus padres. Estudió filosofía en la Universidad de Haifa, una de las pocas ciudades de Israel en la que los judíos y los palestinos se mezclan.

En mayo de 2010, su nombre saltó a la luz pública cuando participó en una acción impulsada por una flotilla de barcos que intentó romper el bloqueo de Gaza. Fueron interceptados por las fuerzas israelíes. Nueve activistas propalestinos murieron tiroteados. Zoabi iba a bordo del buque líder, el Mavi Marmara, y fue testigo de la violencia.

A principios de este mes, ella y otros políticos palestino-israelíes se manifestaron en la localidad beduina de Umm al-Hiran, situada en el desierto de Negev, después de que las fuerzas israelíes participaran en una operación que tenía por objetivo derribar el poblado para construir un nuevo asentamiento judío. Un beduino fue abatido a tiros y un policía murió tras ser atropellado por un automóvil.

“Apartheid y colonialismo”

Zoabi y otros miembros del Parlamento se enfrentan a la posibilidad de ser investigados por incitación a la violencia. “En Umm al-Hiran están expulsando a la población, es apartheid y colonialismo –subraya–. A los palestinos nos están expulsando del parlamento y también del desierto de Negev; la primera es una expulsión política y la segunda, física”.

En su opinión, Israel quiere “cerrar el expediente” de la pretensión judía de tener un Estado. Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel, “está cambiando el paradigma; ha pasado de gestionar el problema a querer solucionarlo”, indica. “Sin embargo, propone una solución parcial que solo beneficia a Israel. La percepción de los israelíes ha cambiado: los palestinos ya no existen. Los muros ya no son solo físicos, también psicológicos”.

Zoabi considera que esta percepción no ha hecho más que aumentar tras la victoria presidencial de Trump en Estados Unidos. “A la mayoría del mundo Donald Trump les puede parecer un tipo excéntrico y diferente, pero no lo es para los israelíes. Su populismo y su discurso agresivo son el modelo predominante en Israel. Así que Israel es el único país del mundo que no está conmocionado o aterrado. De hecho, todo lo contrario, ya que Trump y Netanyahu son el mismo tipo de político”.

Si Trump cumple una de sus promesas electorales y traslada la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén, estará apoyando la pretensión de Israel, que considera que Jerusalén es “su capital eterna e indivisible” y esta medida provocará “reacciones contundentes”.

Zoabi indica que el decreto de Trump que prohíbe que los nacionales de ciertos países musulmanes puedan entrar en Estados Unidos no es más que una formalización peligrosa de la islamofobia. “El odio no es nuevo, forma parte de la cultura, pero ahora se ha convertido en una norma. Empieza a ser normal que puedas hablar con odio de los musulmanes sin tener que avergonzarte por tus palabras”, lamenta.

Hay que defender los derechos civiles

Afirma que le gustaría ver cómo la población se une en un movimiento de defensa de los derechos civiles, con los palestinos tomando las calles, los negocios cerrando en señal de protesta y la Autoridad Palestina disolviéndose para obligar a Israel a asumir responsabilidades “como fuerza ocupante”.

Sin embargo, considera que la comunidad internacional –Europa y en especial Reino Unido– deben actuar. Israel no debería poder seguir construyendo asentamientos en Jerusalén Este o en Cisjordania con total impunidad: “Si quebrantas el derecho internacional, deberías pagar por ello”. A Zoabi le gustaría que se impusieran sanciones y se acordara un boicot. “¿Puedes imaginar una mejor forma de protesta no violenta que un boicot?”.

Explica que en su comunidad ya no es extraño que las mujeres lideren ciertas luchas políticas: “Es bastante frecuente. En la sociedad palestina hay más mujeres con títulos universitarios que hombres. Las mujeres independientes, que deciden estudiar una carrera y postergan su matrimonio o simplemente no se casan, o mujeres que tienen menos hijos; son algo cada vez más frecuente. La realidad ya no responde a los estereotipos de una sociedad conservadora”.

Ella ha liderado campañas para protestar contra la poligamia, la violencia doméstica y los llamados “crímenes de honor”. “Y mi opinión no es marginal sino que es la mayoritaria”, puntualiza.

Zoabi espera ser un modelo a seguir para las palestinas más jóvenes. “Tienes que luchar por lo que crees. Si ahora no consigues lo que te habías propuesto, esto no quiere decir que no se logre más adelante. Tal vez no lo disfrutes tú, pero sí las generaciones futuras”.

El mes pasado, Zoabi participó en una protesta organizada por parlamentarias y funcionarias del Parlamento después de que se prohibiera la entrada a dos ayudantes por considerar que su ropa no era “lo suficientemente recatada”. “En el fondo fue una tontería pero a veces sientes que tienes poder”, indica: “Me gustaría que al Parlamento le preocupara la libertad tanto como le preocupan los vestidos de las mujeres”.

Traducido por Emma Reverter

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