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Menos de 100 días para los Juegos de Río 2016: “Una gran fiesta con un legado nefasto”

La inestabilidad política hace que aún no se sepa quién será el presidente que inaugure los Juegos.

The Guardian

Jonathan Watts - Río de Janeiro —

Se encendió la antorcha Olímpica. Los estadios están casi terminados y los atletas en las etapas finales de preparación. Pero en lugar de celebrar que se ha iniciado la cuenta atrás de los 100 días para la apertura de los Juegos, gran parte de Río de Janeiro se pregunta: “¿Qué más puede salir mal?”.

La confirmación en 2009 de que Río sería la primera sede sudamericana de las Olimpiadas fue vista como una bendición que llenó de júbilo las playas de Copacabana. Ahora amenaza con convertirse en una maldición para una ciudad que viene de golpe en golpe.

Desde la tormenta política hasta la recesión económica, Río ha sido golpeada por una serie de calamidades nacionales y regionales que han eclipsado los preparativos, socavado la confianza y planteado preguntas acerca de quién se beneficiará con este megaevento. 

La larga lista de problemas incluye el voto para el proceso de destitución de Dilma Rousseff que ha dividido al país; el escándalo de corrupción más importante de la historia de Brasil; la mayor caída del PIB en décadas; el virus del Zika (la peor crisis sanitaria de la región de la que se tenga memoria); y una contaminación tan terrible, que las aguas de la Bahía de Guanabara, sede de los deportes de vela, apestan a excrementos.

Las últimas noticias solo refuerzan esa sensación generalizada de consternación. El lunes, un defensor público informó que ya habían muerto 11 trabajadores de las obras olímpicas. Durante los preparativos de la Copa del Mundo 2014 murieron 8 personas mientras que en los Juegos de Londres no hubo un solo accidente mortal. La semana pasada, al menos dos personas murieron cuando un nuevo carril-bici se desplomó en el océano Atlántico a solo cuatro meses de su inauguración. A principios de abril, los turistas y locales que hacían compras en el mercado Leblon se quedaron de piedra con uno de los últimos estallidos de violencia entre bandas: explosiones de granadas y ráfagas de ametralladora.

Gasto público, emergencia sanitaria

Al mismo tiempo crece la preocupación por los recortes en el gasto público: cientos de escuelas han sido paralizadas por las huelgas; los servicios médicos ya han avisado de que el sistema de salud no está preparado para el virus del Zika; y los organizadores de los Juegos han tenido que buscar financiación alternativa para pagar el sistema de aire acondicionado del Centro Internacional de Comunicaciones.

Lo que es más preocupante de los recortes es la reducción en unos 2.000 millones de reales (más de 480 millones de euros) del presupuesto de la policía federal, pese a que los servicios de inteligencia ya avisaron que el próximo objetivo del Estado Islámico podrían ser los Juegos.

A todo eso hay que agregar la terrible congestión del tráfico (una de las peores del mundo), la escasa venta de entradas (apenas se han vendido la mitad de los asientos para las Olimpiadas y un 20% de los asientos para los Paraolímpicos), el incremento del desempleo, la inflación rampante, los continuos problemas con la desigualdad, los asesinatos de jóvenes de color cometidos por la policía y sus declaraciones a favor de la tortura, y la misoginia y comportamiento dictatorial del político más votado de la ciudad, Jair Bolsonaro.

Río de Janeiro entra en la exclusiva lista de ciudades olímpicas pareciéndose más a una república latinoamericana de la vieja escuela que a una moderna economía emergente a punto de tomar su lugar entre las ciudades más importantes.

Pero Río es mucho más que eso y la imagen puede cambiar muy rápido. Antes de la Copa del Mundo 2014 también se hizo foco en las posibles protestas y en los retrasos en la construcción de los estadios. Ninguno de los dos problemas resultó ser grave y el evento se vivió ampliamente como un éxito, pese al dolor de la derrota brasileña en semifinales por 7 a 1 y a los carísimos “elefantes blancos” que quedaron. En comparación con aquel evento, las Olimpiadas parecen estar en mejor forma: aunque hay algunas preocupaciones con respecto al velódromo y a la expansión de las líneas del metro, no hay grandes protestas y casi toda la infraestructura ha sido construida a tiempo y dentro del presupuesto.

Los organizadores de Río 2016 dicen que hay muchas cosas de las que estar orgulloso. Aunque admiten que el público está distraído y un tanto desmoralizado, creen que los Juegos Olímpicos son parte de la solución para Brasil y no otro problema. “Los Juegos son una de las pocas cosas buenas que pasarán este año”, asegura el ministro de Deportes, Ricardo Leyser, a The Guardian. “Pueden reanimar al país y generar puestos de trabajo. En este momento difícil, los Juegos nos ayudan a reactivar la economía y a atraer turistas”.

Mario Andrada, portavoz del comité organizador de Río 2016, espera que mejoren los ánimos en cuanto la antorcha olímpica llegue a Brasil (salió de Atenas la semana pasada). Andrada cree que la situación es difícil por el momento pero también que el público se entusiasmará cuando el país gane su primera medalla de oro. “No estoy minimizando las cosas. Todos vieron lo que pasó con el carril-bici. Pero me siento confiado”, explica. “Ahora estamos en el momento más crítico, los últimos cien metros. Todo lo que puede salir mal sale mal. Pero en cuanto tengamos la antorcha y los atletas en Río, la energía cambiará”.

Muchos participantes se sienten igual de optimistas. Algunos esperan que en agosto haya más estabilidad política y económica. Como asegura la regatista Fernanda Decnop, la crisis no va “a ser un obstáculo”. “Si todo sale bien, la situación habrá mejorado para entonces”.

Juegos sí, pero con qué presidente

Continúa la incertidumbre, en especial acerca del liderazgo nacional. En este período de intenso caos político, Brasil ha tenido tres ministros de Deporte en poco más de un año. Podría volver a cambiar pronto si el vicepresidente, Michel Temer, forma un nuevo gobierno mientras Rousseff se somete al proceso de destitución por parte del Senado. Lo que plantea otra duda, ¿cuál de los dos presidentes representará al país en la Ceremonia de Apertura?

Sergio Praça, académico de la Fundación Getulio Vargas, critica severamente el clima político: “Creo que nadie en Brasil está de ánimo para los Juegos Olímpicos, y mucho menos en Río de Janeiro”. Según Praça, “todo lo vivido hasta ahora es realmente malo y muy negativo”. “Las Olimpiadas no han traído ninguna buena noticia. Toda la culpa es de la municipalidad, del gobierno federal y del gobierno nacional”.

Para Praça, forma parte de un problema más serio: organizar grandes eventos deportivos que sirven a los intereses de un pequeño sector a expensas de la mayoría.

“Para los políticos, los Juegos Olímpicos pueden ser algo grandioso. Pero para la población en general, estos megaeventos, como la Copa del Mundo y las Olimpiadas, son malos. Hacen que la gente tenga que mudarse de su casa y generan una gran cantidad de inversiones públicas que innecesarias. Tenemos estadios vacíos que no se usan desde la Copa del Mundo… Estos eventos no son para la población de Brasil. El costo es demasiado alto”.

Otros lo ven como una oportunidad desperdiciada. Luis Martins de Melo, especialista en la economía del deporte de la Universidad Federal de Río de Janeiro, formó parte del equipo que redactó la oferta de Río en 2004 para ser sede de los Juegos. Aunque está decepcionado por lo poco que se hizo para limpiar la Bahía de Guanabara, confía en que el evento sea un éxito a corto plazo.

Martins de Melo espera que la situación política se estabilice y que los cariocas —como se conoce a los habitantes de Río de Janeiro— se aseguren de hacer que los Juegos sean divertidos. Según los estudios sociológicos, los cariocas están más predispuestos a demostrar alegría en público que la gente de otras ciudades. 

Pero Martins de Melo también es consciente de que mucha gente se quedará sin trabajo tras las Olimpiadas. Su pronóstico sobre el efecto a largo plazo es pesimista. Con la excepción de Londres y de Barcelona, que la mayoría de las ciudades anfitrionas no obtuvieron ningún beneficio de los Juegos, dice. Según él, se debe a que las Olimpiadas están hechas para naciones ricas.

“En su formato actual, estos eventos son para países desarrollados, por la logística, la infraestructura y el lujo de las instalaciones, en especial para los deportes que solo existen en países ricos”, dice Martins. “¿Quién va a mirar un partido de bádminton en Brasil? ¿Quién va a mirar un partido de rugby 7 en Brasil?. Será una gran fiesta. Pero, a la ciudad, le dejará un legado nefasto”.

Traducción de Francisco de Zárate

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