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The Guardian en español

Bromas cansinas y momentos incómodos: así es la rutina de los 4.000 estadounidenses que se apellidan Trump

Lindsday Trump en una foto cedida a The Guardian

Lauren Aratani

Nueva York (EEUU) —

En el primer día de clase de cada semestre, Kris-Stella Trump, se asegura de que sus nuevos estudiantes tengan algo claro: “La doctora Trump no tiene ninguna relación con el presidente. No es más que una coincidencia”. Para ella, que creció en Estonia, tener que dar explicaciones se ha convertido en algo habitual. Sucede en el aula, pero también en hoteles, restaurantes, conferencias e incluso en los aeropuertos.

Está acostumbrada a que todo el mundo le pregunte y a que, a veces, se produzcan interacciones incómodas. “Ya he aprendido a explicar que no estoy vinculada con él de una forma en la que además no tenga que decir lo que pienso sobre él”.

Como profesora de Ciencia Política, Kris-Stella es muy consciente del modo en que su apellido ha afectado a su vida. “Es como si la polarización política me siguiera a todas partes”, explica. “Me paso la vida pensando en política pero esto es diferente, es algo que debería pertenecer al ámbito privado”.

En 2016, el portal de noticias estadounidense Vox calculó que hay alrededor de 4.700 personas apellidadas Trump en Estados Unidos y que casi ninguna tiene relación con la familia del presidente. Viven por todo el país y se dedican a todo tipo de actividades pero comparten un apellido convertido en símbolo de un tiempo político muy polarizado.

Ken Trump es experto en seguridad en escuelas. Vive en Cleveland, Ohio, y viaja mucho. Cree diferenciar que su apellido provoca reacciones diferentes en función del lugar del país en el que se encuentre. Una vez, en Texas, le dijo a un agente de policía que su apellido era Trump. La respuesta que recibió fue: “No tengo problemas con eso”. Pero en Los Ángeles las reacciones a veces son más tensas.

“Estas situaciones se han convertido en parte de mi vida”, explica. A menudo, dice, comenzar una conversación con un “nada que ver [con él]” es una buena manera de romper el hielo y bromear con extraños.

Cuando viajó a Puerto Rico con su esposa, puertorriqueña, y sus hijos, los empleados del hotel le desearon feliz estancia refiriéndose a él con el apellido de su esposa, Rodríguez. Y así lo llamaron toda la semana. Para él fue una experiencia “edificante”.

Pero también provoca inconvenientes. Ken ha llegado a un restaurante con sus hijos, deportistas que acostumbran a vestir de chándal, a veces rojo, [color del Partido Republicano] con su apellido escrito en la espalda, y se ha dado cuenta de que la gente mira hacia otro lado cuando lee el apellido Trump.

Por eso ha encontrado una solución. “Me siento cómodo cuando escribo: Ken Trump, nada que ver”. Cree que ese nombre polariza tanto que al hacerlo de ese modo logra desvincularse -al menos algo- de tanta intensidad.

En el pasado, llevar el apellido Trump abría espacios para las bromas. Permitía jugar con la idea de tener un pariente millonario. A Lindsay Trump, encargada de una empresa de construcción en Orange County, California, le preguntaban a menudo si era pariente de aquel magnate inmobiliario tan necesitado de llamar la atención que aparecía en televisión y era habitual en el mundo de la prensa del corazón y el cotilleo. “La gente me preguntaba. ¿Eres pariente de Donald Trump,? ¿Vas a heredar?”. Pero eso ha cambiado. Dice que ahora a la gente le cuesta encontrar qué decir.

Lindsay se da cuenta de que a mucha gente le cuesta ocultar su filiación política cuando oye el nombre. Cuando la ven en persona cree que queda bastante claro que no tiene relación alguna con el presidente. Tiene raíces latinas. “Es obvio que no tengo relación alguna con él así que no creo que nadie asuma que lo soy”.

En el caso de Maxine Trump, directora de documentales, la situación suele desarrollarse de manera diferente. Y eso que tiene acento británico. “Soy blanca, rubia, vivo en Nueva York”. Aunque las dos hijas del Presidente, Ivanka y Tiffany ahora viven en Washington, la familia siempre ha estado relacionada con Nueva York. Donald Trump nació en Queens y allí fue donde comenzó a trabajar para su padre.

Maxine, nacida y educada en el Reino Unido, está un poco harta de las bromas. Lleva escuchándolas desde el colegio. “Cuando me levantaba y decía mi nombre, todo el mundo empezaba a simular que se tiraba un pedo”. En Reino Unido el verbo 'to trump' puede significar también 'tirarse un pedo' en la jerga británica.

Cuando el ahora presidente entró en política, Maxine comenzó a escuchar comentarios que ya nunca la han abandonado. Como hace Kris-Stella, Maxine trata de responder con educación y evitar las conversaciones políticas. “Llevo así casi toda mi vida adulta. Siempre he estado acostumbrada y no me ha causado mayor problema. Ahora pasa sin cesar”.

Si la conversación escala al siguiente nivel y alguien pregunta si es familia del presidente, Maxine suele referirse a un documental que dirigió en 2017. “Trump contra los Trump” cuyo argumento es precisamente ese. Apellidarse como el presidente no significa estar de acuerdo con él. “Les digo, ¿sabes qué? He hecho un documental sobre el tema, deberías verlo, creo que te reirías”, explica Maxine.

Traducido por Alberto Arce

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