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The Guardian en español

¿Son ofensivas las estatuas que celebran a las grandes figuras del colonialismo?

Sello conmemorativo en honor a Cecil Rhodes.

Owen Jones

El imperio británico ha quedado oculto en nuestra historia. Raramente, hablamos de él, mucho menos debatirlo. Son los estudiantes universitarios los que están intentando darnos unas lecciones, o al menos promover que haya un debate sobre nuestro pasado. Comenzó con Rhodes Must Fall, un movimiento global que se inició en Suráfrica y que se extendió hasta la Universidad de Oxford, donde los estudiantes negros tuvieron la temeridad de oponerse a la estatua del colonialista racista y supremacista blanco Cecil Rhodes.

Pero hay nuevos objetivos. Christopher Codrington, un esclavista del siglo XVII que da nombre a una biblioteca de Oxford (que fue financiada como compensación por la abolición de la esclavitud), Jan Smuts, otro supremacista blanco que fue primer ministro de Suráfrica, e incluso la reina Victoria (aunque, a pesar de lo que dicen algunos medios de comunicación, los estudiantes no han pedido la eliminación de su estatua). El miércoles, los estudiantes se concentraron frente al centro universitario Oriel, de Oxford, para apoyar al movimiento #RhodesMustFall.

Hay muchas críticas que se pueden hacer al movimiento de estos estudiantes. Por ejemplo, están aplicando criterios políticos habituales hoy a una época del pasado. Pero la esclavitud y el sometimiento colonial son horrores en términos absolutos, y tuvieron que afrontar la oposición de personas en esas mismas épocas. Son esa gente la que deberíamos recordar con estatuas y bibliotecas, en vez de los racistas y colonialistas.

Otra cosa que se les reprocha es que están intentando borrar la historia. Pero están haciendo todo lo contrario: obligarnos a recordar lo que había sido olvidado de forma consciente.

¿Es esta una causa popular? No. Una encuesta en enero reveló que el 43% de los británicos cree que el imperio británico fue algo positivo. Sólo el 19% discrepaba, mientras que el 25% prefería no contestar. El 44% creía que deberíamos estar orgullosos del colonialismo, mientras que sólo el 21% afirmaba que lo lamentaba. No es sorprendente a causa de la tarea de ocultación intencionada de esos hechos.

¿Cuánta gente sabe, por ejemplo, que millones de indios murieron en hambrunas que fueron descritas correctamente como organizadas por el imperio británico? A pesar de las indemnizaciones concedidas en 2013 a los keniatas que fueron torturados por el Gobierno británico durante la rebelión Mau Mau de los 50, pocos conocen las atrocidades cometidas. Los campos de concentración levantados por el Gobierno británico durante la guerra de los boer también han sido olvidados.

¿Por qué olvidar? Hay muchas razones. Buena parte del racismo moderno tiene sus raíces en el colonialismo. Para justificar el sometimiento de otros, era necesario alegar que eran inferiores y además de forma intrínseca. No podemos comprender el mundo de hoy sin entender el pasado colonial, sea en Palestina, los conflictos en Asia o la política irlandesa. Nuestra actitud ante la política exterior –y las aventuras militares en el extranjero– puede ser contestada gracias a una comprensión mayor de la historia.

Eso no exige un ejercicio de autoflagelación. Hubo crímenes que realmente fueron responsabilidad de los gobernantes de Gran Bretaña. Habrá algunos que lean este artículo y discrepen radicalmente. Perfecto, pero al menos tengamos un debate como país sobre el imperio, en vez de consignarlo al departamento de cuestiones incómodas, mejor no hablar de ellas. Y hay mucho en la historia de nuestro país de lo que sentirnos orgullosos: aquellos que se sacrificaron para que tuviéramos derechos y libertades, desde los sindicalistas a las sufragistas, los antirracistas y los soldados británicos que lucharon contra los nazis.

Con independencia de cuál sea tu perspectiva, estos estudiantes nos están haciendo un favor. Nos están obligando a enfrentarnos a nuestra historia y a comprender mejor quiénes somos.

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