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The Guardian en español

El vestuario de 'El cuento de la criada' como símbolo de la reivindicación feminista mundial

La imagen que emplea ‘El cuento de la criada’ gira en torno a la relación tóxica entre la Iglesia y el Estado

Amanda Holpuch / Peter Beaumont

Cuando el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, visitó Filadelfia el 23 de julio, fue recibido por un espectáculo que ya se ha vuelto habitual: un bloque de mujeres vestidas con túnicas de color rojo escarlata y grandes sombreros blancos que oscurecían sus rostros.

El atuendo de las criadas en la novela distópica de Margaret Atwood El cuento de la criada (1985), y en su reciente adaptación para la televisión, ha sido adoptado por mujeres de países como Argentina, Estados Unidos, Irlanda y el Reino Unido como uno de los emblemas más poderosos en la actual reivindicación feminista, dándole la vuelta a su simbolismo de mujeres oprimidas.

En Irlanda, la ropa fue adoptada por las manifestantes a favor del derecho a decidir durante el exitoso referéndum para revocar la octava enmienda de su Constitución (que impedía el aborto más allá de circunstancias excepcionales), y en Buenos Aires la usaron las activistas por el derecho al aborto.

En Londres, las manifestantes se pusieron la túnica y el sombrero para protestar contra las medidas del Gobierno de Donald Trump y contra su visita al Reino Unido.

Las razones detrás del uso del atuendo de la criada para protestar por una variedad de asuntos relacionados con las mujeres son tan interesantes como el fenómeno mismo. La propia Atwood ha reflexionado sobre el motivo por el que el disfraz que ella imaginó como una forma de visibilizar la sumisión de la mujer en el Estado imaginario de Gilead terminó convirtiéndose en un potente medio de expresión disidente.

De acuerdo con la autora canadiense, el disfraz de la criada se está usando debido a su flexibilidad y a su potencia, que permite a las mujeres protestar en lugares donde no tienen voz. “El atuendo de la criada ha sido adoptado por las mujeres de muchos países como símbolo de protesta en varios temas que tienen que ver con la apropiación de los cuerpos de las mujeres por parte del Estado”, dijo al periódico The Guardian.

“Incluso lo han usado en pósters que aluden a la relación Trump-Putin, con Trump como esclava. Como es un símbolo visual, las mujeres pueden usarlo sin temor a que las arresten por provocar disturbios, como pasaría si gritasen en lugares como los parlamentos (…) Nadie puede acusarles de impúdicas: están bien cubiertas. Pero cualquiera que ve uno de estos grupos de mujeres entiende perfectamente lo que quieren decir con su protesta individual, ya sea en Irlanda, Argentina o Arizona”.

Contra la opresión de los estados

“En los países que prohíben el control de la natalidad y la educación en salud reproductiva, el Estado asume la propiedad de los cuerpos de las mujeres al forzarlas a la maternidad; la pregunta que el disfraz está haciendo en verdad a los espectadores es: ¿queremos vivir en un estado de esclavitud?”, afirma Atwood.

“Como la figura de un cuento de hadas cubierta con una capa roja”. En la novela de Atwood, esa es la primera mención del atuendo. Un uniforme cuyo diseño, como explica la heroína Offred, ha de entenderse en el contexto de la opresión violenta y de la fertilidad de las criadas en un mundo mayoritariamente estéril.

La versión del traje adoptada por las manifestantes es la que la diseñadora Ane Crabtree pensó para la serie de televisión que adaptó la novela. “Llegué a él desde una perspectiva de diseño muy masculina, masculina y blanca, el 1% de la población… Fue de verdad algo retorcido, me dejó medio tocada”, explica a The Guardian.

Crabtree estaba regresando a Estados Unidos cuando en las redes sociales vio por primera vez fotos de manifestantes usando trajes similares a los de El cuento de la criada. “Tuve un nanosegundo de ‘Oh, Dios mío’. Me tuve que sentar. Realmente no se me ocurrió que el mensaje llegaría a la gente de una forma tan personal, y política, como grupo. Fue un hermoso regreso a los Estados Unidos, porque estaba luchando por entender el nuevo mundo en el que yo pensaba que se había convertido Estados Unidos”.

Todo empezó en Irlanda del Norte

Keishia Taylor fue una de las primeras mujeres en usar el uniforme de la criada, hace aproximadamente un año, durante la campaña contra la ley del aborto de Irlanda del Norte. “En Irlanda se utilizó en el contexto de la prohibición del aborto, porque las mujeres nos sentíamos como si el Estado nos considerara recipientes o incubadoras”.

“La imagen que emplea El cuento de la criada gira en torno a la relación tóxica entre la Iglesia y el Estado. Cuando empezamos a usar estos atuendos... pensamos que no podíamos quedarnos sentadas. Así que hicimos un pedido para que la gente nos ayudara a hacer los disfraces, y la respuesta fue enorme; una prueba de que es un símbolo que toca una fibra sensible”, abunda Taylor, que también describe la experiencia física de usar el traje, la sensación de transformarse en un objeto: “El gorro te hace sentir muy vulnerable, porque limita tu audición”.

Tal vez sea en los Estados Unidos donde el traje se haya visto más. Sobre todo porque el estreno televisivo en abril de 2017 de El cuento de la criada chocó con los esfuerzos de los republicanos estadounidenses, animados por la victoria electoral de Trump, para dar marcha atrás con la cobertura sanitaria para los pobres y sus derechos reproductivos.

En las capitales estatales de todo el país, mujeres en silencio se pusieron la túnica y el sombrero para protestar contra las decisiones tomadas por los representantes del pueblo, hombres en su mayoría.

Para Samantha Goldman, activista del grupo Refuse Fascism y una de las mujeres que ayudó a organizar la manifestación contra Mike Pence, el momento en el que las activistas se quitan sus disfraces es una parte esencial de la protesta. “Muchas de estas protestas, aún siendo bellas, se han hecho con el disfraz de sirvienta todo el tiempo”, explica. “Así que ha habido una sumisión permanente, pese a que la gente lo hace como un acto de protesta; queríamos que fuera como quitarse las túnicas de la supremacía blanca y del patriarcado de este régimen”.

M'Evie Mead, directora de políticas y organización en el grupo de derechos reproductivos Planned Parenthood Advocates de Misuri, ayudó a organizar una de las primeras manifestaciones con los atuendos de El cuento de la criada en el verano de 2017, cuando el parlamento estatal trataba de impedir el acceso a los centros de Planned Parenthood a las personas con Medicaid, el seguro de salud estadounidense para personas de pocos recursos.

El cuento de la criada, en Misuri

“El cuento de la criada estaba ocurriendo en la realidad en Misuri, con esos parlamentarios tratando de quitar la capacidad de decidir a los pacientes de Medicaid”, sostiene Mead. “Realmente quisimos llamar la atención y las criadas fueron muy efectivas para generarla y lograr que lo cubriera la prensa”.

Según Helen Lewis, editora asociada de la revista británica The New Statesman, parte de la eficacia del traje de la criada tiene que ver con el impacto estético de las túnicas escarlatas en los lugares donde están siendo empleadas: “Creo que la razón por la que los trajes funcionan tan bien es porque las protestas están ocurriendo en sitios como los tribunales o parlamentos, dominados por hombres con trajes negros o azul marino”.

“Son lugares bastante monótonos, donde una barra de pintalabios roja destaca y permite identificar a un grupo de la misma manera en que hace 100 años las sufragistas destacaron con sus bandas púrpuras, blancas y verdes”, afirma Lewis, que está trabajando en un libro sobre la historia del feminismo.

En Argentina el círculo del viaje de la imaginación de Atwood se se cerró con una intervención de la autora en el debate sobre el aborto. Entregó una carta para ser leída en el momento en que decenas de manifestantes, vestidas con el uniforme de la criada, se reunían en el Congreso Nacional para protestar. “A nadie le gusta el aborto, incluso cuando es seguro y legal. No es lo que ninguna mujer elegiría para festejar un sábado por la noche. Pero a nadie le gusta tampoco que haya mujeres sangrando hasta la muerte en un baño por un aborto ilegal”. ¿Qué hacer?“, decía la carta.

La respuesta, para muchas, es ponerse la túnica roja de Atwood.

Traducido por Francisco de Zárate

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