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The Guardian en español

La UE lucha para refutar las mentiras sobre la COVID-19 con pocos recursos y muchas presiones para no molestar a China

Enfermeras se preparan para la vacunación en el Camp Nou en Barcelona.

Alessio Perrone y Darren Loucaides

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En abril de 2020, al comienzo de la pandemia global, Feliz Kartte trabajaba en turnos de 14 horas como uno de los funcionarios de la UE responsables de vigilar el aluvión de desinformación vinculada al coronavirus.

Los artículos que denunciaban que la pandemia era una farsa, que era causada por el 5G, que podía curarse con hidroxicloroquina o medicina alternativa se volvían virales en todo el continente – como parte de un fenómeno global que la Organización Mundial de la Salud advirtió que estaba convirtiéndose en una “infodemia”.

Kartte y sus colegas de StartCom, la división de comunicación estratégica del servicio diplomático de la UE, lograron detectar patrones de desinformación antivacunas y negacionista de la COVID-19, vinculados a Rusia y en menor medida a China, que se diseminaba en distintos idiomas por toda Europa.

Se esforzaron por señalar tales mentiras en su base de datos de monitoreo y redactaron informes internos. Pero los problemas emergieron cuando presentaron una evaluación pública que decía que China alimentaba esas mentiras para desviar la culpa por la pandemia. Creyendo que el informe estaba terminado, Kartte se sorprendió cuando el despacho de Josep Borrell, el jefe de política exterior de la UE, retrasó su publicación para modificarlo. En el documento que fue finalmente publicado, las críticas a China parecen haber sido suavizadas.

Kartte dice dice haberse “indignado”. “Nuestro trabajo es informar a los ciudadanos de la UE sobre los intentos de engaño y manipulación de estados autoritarios”, dijo. “Siempre estuve convencido de que nuestros análisis deberían ser tan objetivos y transparentes como fuera posible”.

Cuando el original fue filtrado, el departamento fue acusado de rendirse bajo la presión de Beijing. Borrell, interrogado por miembros del Parlamento Europeo, lo negó y apuntó en cambio a un “miembro del equipo” por la filtración poco útil. Aunque no mencionó nombres, muchos comprendieron que se refería a Monika Richter, una analista checa y coautora del informe.

El episodio reveló tensiones profundas en torno a los intentos por contener el flujo de información falsa y teorías conspirativas.

Falta estrategia común

Más de un año después, la UE sigue siendo cuestionada por su fracaso al intentar poner en marchar una respuesta creíble a la desinformación. Los bulos han demostrado ser una enorme amenaza para la gestión global de la pandemia, en particular por el escepticismo sobre las vacunas. El vigilante financiero de la UE, el Tribunal de Cuentas, advirtió en junio de que la estrategia fragmentada de Europa con respecto a la desinformación estaba siendo “desbordada” por las amenazas emergentes. 

Kartte y Richter han dimitido del servicio diplomático de la UE, pero hablaron con The Guardian junto a otros funcionarios y ex funcionarios de la UE. La imagen que surge es la de un esfuerzo de contrapropaganda menoscabado por la orden de enfocarse casi exclusivamente en Rusia.

Proyectan la imagen de unidad de desinformación trabajadora pero carente de personal, inserta en estructuras burocráticas demasiado reacias al riesgo como para responder a sus hallazgos y mal equipada para combatir una amenaza tan extendida como la que afrontó el bloque con la COVID-19. Estas debilidades, según los expertos, han permitido la diseminación por toda Europa de un sentimiento antivacunas dañino y la emergencia de movimientos domésticos escépticos con la COVID-19.

“La respuesta de la UE ... deja un terreno fértil para sembrar desinformación antivacunas, que alimenta a los movimientos negacionistas de la COVID-19 y cosecha desconfianza por las autoridades de sanidad pública”, dice Nathalie Vogel, analista senior de Kremlin Watch, que monitorea la desinformación rusa para el Centro para las Políticas de Seguridad del grupo de estudios European Values. “Todo esto es parcialmente autoinfligido”.

“En el Kremlin se partirían de la risa”

Desde una oficina de planta abierta en el cuartel general del servicio diplomático de la UE en Bruselas, un equipo de analistas rastrea internet en busca de noticias publicadas con el objetivo de influir en la opinión pública europea. Verifican los datos de cualquiera que suscite sospechas. El material identificado como falso o engañoso queda registrado en una base de datos accesible al público.

Esta operación comenzó en 2015, tras la ocupación de Crimea por fuerzas a favor de Rusia, cuando la UE conformó una unidad al interior de StartCom dedicada a contrarrestar la propaganda rusa. Su herramienta de bandera se llama EU vs Disinfo, un proyecto que apunta a documentar y refutar públicamente las teorías conspirativas y el contenido engañoso de fuentes vinculadas a Rusia. Sus analistas escriben en una página web y envían un boletín semanal de noticias en inglés y en ruso.

Jakub Kalensky, que fue el máximo analista sobre desinformación de la UE entre 2015 y 2018, ayudó a diseñar la herramienta. Kalensky recuerda que al principio trabajaba mayormente solo, dedicando muchas horas, incluso los fines de semana, asistido solo por una red de voluntarios de toda Europa. “Trabajaban gratis para nosotros porque no teníamos dinero”, dijo. El equipo encontraba docenas de noticias con mentiras al día. Comenzó a recibir financiación específica de la UE por el temor de que hackers rusos influyeran en las elecciones. Los recursos aumentaron después del envenenamiento de Sergei y Yulia Skripal en Salisbury en 2018. El mismo año, la UE creó el Sistema de Alerta Rápida, una herramienta que los estados miembros de la Unión podrían usar para compartir hallazgos sobre desinformación.

El grupo de trabajo ahora cuenta con 16 empleados y tiene un presupuesto anual de varios millones de euros. Seis personas trabajan exclusivamente en el proyecto EU vs Disinfo, todas relativamente jóvenes, con trayectorias en el periodismo, la comunicación o la diplomacia. Pero el tamaño y el alcance de la operación se ve eclipsado por los recursos con los que cuentan quienes llevan adelante estrategias de desinformación para debilitar a la UE. Los medios apoyados por el estado ruso tienen supuestamente un presupuesto anual combinado de alrededor de 2.800 millones de dólares. Una campaña que intentaba promover a la vacuna Sputnik V y socavar la confianza pública en la Agencia Europea de Medicamentos, por ejemplo, se aceleró en la primavera de 2021 con la participación conjunta de las autoridades del gobierno ruso, empresas y medios masivos estatales, según dijo la UE en abril. La escasez de recursos del grupo de trabajo de la UE, sin embargo, implica que solo pueden intentar capturar la “punta del iceberg”, dijo Kalensky.

“Teníamos un chiste interno sobre cómo en el Kremlin se partirían de la risa si supieran cuántas personas trabajábamos y en qué condiciones lo hacíamos”, dice Monikia Richter. “No es ningún misterio que el equipo es pequeño y carece de recursos”.

Hasta la pandemia, no había vigilancia sobre la desinformación originada en países de la UE o vinculada a países distintos de Rusia. Mientras que la Red Televisiva China Global (CGTN), un canal de cable en inglés controlado por el partido comunista chino, considera expandirse a Bruselas, StartCom tenía hasta hace poco solamente dos personas trabajando en la desinformación china.

Varios antiguos analistas de la UE dicen que ha habido múltiples campañas de desinformación apoyadas por otros estados, no solamente el ruso, que sacaron ventaja de la COVID-19, y Richter cree que la limitación del enfoque de la UE a Rusia “ha afectado la legitimidad del proyecto”.

El portavoz de Exteriores de la UE Peter Stano dice que el mandato otorgado al grupo de trabajo por los gobiernos de la UE era anterior al coronavirus, cuando el mayor desafío en términos de desinformación venía de Rusia. “La gran cantidad de casos de desinformación – y los más dañinos – sobre la pandemia que observamos y expusimos  fueron los de actores vinculados a Rusia”, dice.

Pero Borrell admitió en marzo de este año que la UE no tenía ni la autoridad ni los recursos para perseguir las amenazas de campañas originadas en China y sembradas durante la pandemia. Dijo que las tácticas “híbridas” dirigidas a la opinión pública y a la infraestructura crítica de la UE eran una amenaza creciente para los “valores democráticos” de la Unión.

Stano dice que ahora hay tres personas que hablan mandarín trabajando en las comunicaciones estratégicas de la UE y que están contratando a más.

Para algunos, las críticas a los esfuerzos de la UE pasan por alto sus limitaciones como una unión cuyas decisiones finales deben ser tomadas por 27 gobiernos. Algunos de estos gobiernos no tienen intenciones de enfrentarse a Moscú o de exponer las conexiones entre actores externos y los diseminadores locales de teorías conspirativas sobre las vacunas y las cuarentenas.

“Creo que la pregunta que hay que hacerse es qué puede hacer la UE”, dice Alexandre Alaphilippe, el director de EU DisinfoLab, una organización no gubernamental independiente. “A veces la gente dice: '¡Sí, la UE debería hacer esto!'. Pero no tiene la competencia, así que [sin ella] no pueden transformarse en algo que no son”.

Falsedades sobre mascarillas

En la primera semana de abril de 2020, se publicó que EEUU había confiscado en Tailandia un cargamento de mascarillas destinado a Alemania para desviarlo a su propio territorio. Las autoridades estadounidenses denunciaron inmediatamente que la noticia era mentira. Pero en un momento en que la compra urgente de equipo de protección individual era la mayor preocupación para los servicios de salud pública, las autoridades alemanas acusaron al Gobierno de Trump de “piratería moderna”.

Vogel cree que el fracaso de la UE para montar una respuesta robusta y rápida a una noticia que parecía diseñada para distanciar a la UE y los EEUU abrió las compuertas para la inundación infodémica.

Los relatos infundados sobre la confiscación de mascarillas aparecieron en Italia, Alemania, Grecia y Francia, y Vogel dijo que la base de datos mapeó su diseminación “como un virus”. Pero las instituciones europeas no lograron reaccionar adecuadamente. “Lo que tenemos son personas que arman expedientes, si se quiere – personas que trabajan muy bien y analizan fuentes en distintos idiomas. Y luego eso no va a ningún lado”.

Según Richter, la UE ha preferido apoyarse en las plataformas de redes sociales para eliminar la información falsa. “La institución se resiste mucho a confrontar la desinformación como una amenaza para la seguridad nacional”, dice. “Quieren despolitizarla y tratarla como un problema tecnológico, independiente de los actores involucrados, ajena a la cuestión de la influencia autoritaria sobre Europa”.

Stano dice que esta crítica malinterpreta el papel de la UE, que es parte de un esfuerzo colectivo que incluye a las plataformas de redes sociales y a los países miembros. “La tarea principal [para Bruselas] es exponer la desinformación de fuentes públicamente disponibles y lo hacemos con mucha transparencia y visibilidad”, dice. “La batalla se da principalmente en el interior de los países, en sus idiomas, en sus contextos nacionales”.

Pero en su informe de junio, el Tribunal de Cuentas acusó a los gobiernos de la UE por haber fracasado tanto en responsabilizar a las empresas tecnológicas como en hacer lo suficiente ella misma. El proyecto EU vs Dsinfo había sido “instrumental para tomar consciencia sobre la desinformación rusa”, pero los gobiernos de la UE no estaban utilizando todo el potencial del sistema para deshacerse de la “grave amenaza” que representa la manipulación maliciosa de la opinión pública europea.

Antiguos empleados agregan que el grupo de trabajo también se vio debilitado por autoridades que decidieron bajar el tono a los informes para evitar conflictos diplomáticos. Ricther afirma que los informes de EU vs Disinfo estuvieran sujetos con frecuencia a la edición política de funcionarios de alto rango en la UE, mientras que otros empleados dicen que sintieron que su trabajo era “incómodo” para la UE.

Stano niega que los altos cargos editaran los hallazgos, pero dice que la circulación de borradores previos a la publicación de las versiones finales era una práctica usual.

Kalensky dice que las respuestas de los superiores eran inconsistentes. “No llegaron a publicarse todos los casos o incidentes que quisimos resaltar o sobre los cuales quisimos alarmar”, dice.

Varias fuentes han sugerido que en vez de arreglar EU vs Disinfo la UE debería entregar los fondos a la sociedad civil para que haga ese trabajo. “No quieres que este trabajo lo haga una entidad política que padece cuestionamientos a su legitimidad democrática”, dice Richter.

Kalensky sigue teniendo fe en el grupo de trabajo de la UE y dice que el bloque debería brindarle más recursos y expandir sus competencias para monitorear las campañas chinas. “Estamos luchando una guerra donde no sabemos cuántos tanques ni cuántos aviones tiene el enemigo”, dice. Cree que la UE debería hacer mucho más para enfrentarse y castigar a los responsables de la desinformación que documenta el grupo de trabajo.

“El problema es que Bruselas está diseñada para hacer solo cosas que no sean polémicas”, dice Kalensky. “A veces digo que a nosotros nos gustaría jugar al ajedrez, pero ellos ya están golpeándonos en la cara”.

Traducción de Ignacio Rial-Schies

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