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El campo de refugiados de Yarmuk, último objetivo de Asad: “Parece el día del Juicio Final”

Fotografía de Yarmuk durante los últimos bombardeos del régimen de Bashar al Asad.

Javier Biosca Azcoiti

El campo de refugiados palestinos de Yarmuk está lejos de ser aquel peculiar campo sin vallas ni tiendas de campaña en el que solían convivir sirios y palestinos. Era el campo de refugiados palestino más grande del mundo, con 160.000 desplazados, pero hoy solo quedan dentro unas 1.200 personas, según UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos.

Entre el revuelo de un supuesto ataque químico cometido por el régimen de Bashar al Asad y una represalia militar insignificante de Estados Unidos, Francia y Reino Unido –sin pasar por el Consejo de Seguridad de la ONU–, el régimen sirio inició el martes pasado una ofensiva para recuperar el control absoluto de la capital. Solo le falta Yarmuk y los barrios colindantes, controlados por fuerzas insurgentes, incluidos varios sectores a manos de la organización terrorista ISIS.

“El término más adecuado para describir lo que está ocurriendo es el Juicio final”, cuenta a eldiario.es Rami al Sayed, activista sirio y fotógrafo de la agencia AFP que tras tres años viviendo en Yarmuk, tuvo que huir hace unos pocos meses ante la presión de ISIS al barrio colindante de Yalda. Actualmente vivo a unos 500 metros del frente y se podría describir como una de las zonas más peligrosas del mundo“, añade.

En Yarmuk, Asad y sus aliados están aplicando la estrategia que han utilizado habitualmente en regiones controladas por insurgentes: bombardeos indiscriminados sobre poblaciones enteras para forzar la rendición de los combatientes. La de Yarmuk y alrededores comenzó con un ultimátum de 48 horas a ISIS para salir de la capital: “Si se niegan, el Ejército y las fuerzas que le apoyan están dispuestas a lanzar una operación militar para acabar con la presencia de la organización en la zona”.

“Desde el inicio de la revolución, nunca hemos visto bombardeos y ataques como los que estamos viviendo ahora”, señala al Sayed. Actualmente hay un inmenso número de bombardeos sirios y rusos que ni siquiera podemos contar“, añade.

Según un informe conjunto publicado por activistas del sur de Damasco, en los primeros seis días de ofensiva, el régimen y sus aliados lanzaron unos 700 bombardeos, 250 bombas de barril y centenares de misiles. “Unos 500 civiles palestinos y sirios, la mayor parte ancianos y mujeres, viven en sótanos en unas condiciones trágicas, dado que es extremadamente difícil acceder a comida y agua”, señala el comunicado de los activistas.

Si apenas se pueden contar las bombas que caen, más complicado todavía es contar las muertes que generan. Los activistas han confirmado la muerte de 15 civiles, una cifra que, según ellos, aumentará cuando se inicien las tareas de rescate entre los escombros.

Preguntado si es capaz de distinguir los bombardeos cometidos por el Gobierno sirio y los de Rusia, Al Sayed responde: “Por supuesto que puedo distinguir los bombardeos sirios de los rusos, soy fotógrafo, trabajo para AFP y cuando tomo las fotografías está claro qué aviones son rusos y qué aviones son sirios”. Ayer Rusia atacó un edificio a menos de 100 metros de donde yo estaba. Gracias a Dios no hirió a mucha gente porque el edificio estaba vacío, pero provocó algunos heridos“, añade.

Este activista y fotógrafo de 35 años huyó hace tres años de su barrio, Hajar al Aswad, al estar bajo control de ISIS y se instaló en Yarmuk, de donde tuvo que volver a huir hace unos meses por la misma razón. Su arresto durante una semana a manos de la organización terrorista fue el impulso definitivo que le ayudó a tomar la decisión sobre su nuevo desplazamiento forzado.

“La vida era muy difícil y complicada bajo el control de ISIS. Se nos prohibió trabajar. Como activista y fotógrafo se me prohibió hacer mi trabajo, aunque hice algo de forma encubierta. La gente de ISIS me seguía y sé que me vigilaban”, afirma. Al Sayed recuerda que los terroristas prohibieron fumar e impusieron su código de vestimenta. Además, se prohibió a las mujeres ir a tiendas regentadas por hombres y se obligaba a los comercios a cerrar durante la oración y a las personas a ir a la mezquita. “Todos los servicios estaban cortados. No había electricidad ni agua”, concluye.

Al Sayed recuerda que los precios eran muy elevados y que la población tenía que acceder a otras poblaciones cercanas que también están bajo asedio, “pero con la única diferencia de que no están controladas por ISIS”. “La situación médica se podría describir como cero: no había doctores ni equipo. Si estabas herido tenías que ir a cualquier otra zona que no estuviese bajo el control de ISIS”, añade.

La lenta agonía de Yarmuk

En los primeros meses de guerra y rodeado de suburbios pobres que se habían levantado contra el Gobierno, el campo de refugiados de Yarmuk mantuvo la neutralidad y fue un enclave relativamente respetado. De hecho, miles de sirios buscaron refugio en el campo, llegando a alcanzar una población de unas 900.000 personas, de acuerdo con un informe publicado en el Journal of Palestine Studies elaborado por el periodista y sociólogo sirio-palestino Nidal Bitari.

El rumbo de los acontecimientos cambió el 16 de diciembre de 2012, cuando Asad bombardeó varios puntos del campo, incluido un hospital, una mezquita y una escuela causando decenas de muertos. Entonces, las tensiones entre los grupos afines al Gobierno y los grupos opositores se convirtieron en una guerra abierta. El campo quedó finalmente controlado por los insurgentes y Asad impuso en julio de 2013 un asedio a la zona, pero para entonces ya solo quedaban allí unos 18,000 civiles, según UNRWA.

Los combates continuaron y la hambruna se generalizó. El hambre mató a decenas de personas y otras se vieron condenadas a tener que comer césped, perros y gatos. Incluso las autoridades religiosas publicaron una fatwa autorizando a los ciudadanos a comer animales callejeros.

UNRWA volvió a conseguir acceso al campo en enero de 2014, pero los combates solo le permitieron entregar el 20% de la ayuda alimentaria necesaria. Un buen reflejo de aquella situación es una fotografía muy difundida en la que se ve a miles de personas agolpadas entre las ruinas de Yarmuk haciendo cola para recibir ayuda humanitaria. El asedio continuó y la llegada de la asistencia era intermitente. Aun así, la ONU sacó el campo de la lista de regiones asediadas en julio de 2015 a pesar de no tener acceso al mismo.

Meses antes, en abril, ISIS se hizo con la mayor parte del campo, y entonces empezó el nuevo calvario para Rami al Sayed y el resto de civiles que aún vivían dentro. Justo tres años después, Asad parece decidido a recuperar el control de la zona, pero arrasándola.

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