26002: Te invito a un bar
Querido Manu,
Quiero empezar este intercambio de misivas (muy pedante suena esto) invitándote a un bar. Lo conocí el otro día, que salí a una cosa por Madrid y terminé allí de madrugada, no preguntes. No sé por qué hicimos caso al relaciones públicas –más tarde descubrimos que también propietario- que tenía unas pintas que no invitaban a ir a ningún lado con él, salvo de compras a las Barranquillas. Copas baratas como reclamo para ir a cualquier garito. Y bien podía haber sido el eslogan de cualquier partido hace no tanto, cuando votábamos como vivíamos: a lo loco, en la puta cresta de la ola de la economía. Copas baratas en Madrid es un reclamo magnífico por lo que tiene de oxímoron. El bar lo atendía Vicente, un camarero simpático que ponía música en un altavoz portátil. Ahí, a tope, aunque ya sabes que los tipos duros no bailamos. Al tercer gintonic, Vicente, cariacontecido, me dijo que no le quedaba mi marca de ginebra. Le dije que eso no podía ser, que no es fundamento que el alcohol se acabe pronto con periodistas por allí al acecho. “Hay muchas cosas que no pueden ser, pero es el jefe, ese que está ahí fuera, que en fin…”, respondió Vicente. Le pregunté si el traje que llevaba -le quedaba horrible, mal de talla, mal de diseño, mal de corbata, mal de todo- también era cosa de su jefe. “No, eso es cosa mía”, contestó.
Así hemos ido por la vida en este país. Que te encontrabas con la gente quejándose de todo, de lo mal que estaban las cosas, y cuando te hablaban del voto era el de siempre. Que es una forma de decir, “no, eso es cosa mía”. Y el traje del país nos ha ido quedando como a un Cristo dos pistolas.
Te cuento también que escuché hace poco lamentarse a José Luis Cuerda de la pérdida de la figura del paleto. “Ahora vas a cualquier pueblo y parece Nueva York, les gustan las series americanas y esas cosas. Al paleto nos lo ha jodido la televisión”. Luego siguió hablando de la tristeza de otra pérdida: “La blasfemia también ha caído mucho… Cuentan que en un concurso de blasfemias durante la República el segundo premio fue para alguien que dijo 'me cago en la calaverita del niño Jesús'. ¡Cómo sería el primero!”. La blasfemia la hemos ido dejando, sí, pero últimamente no paramos de cagarnos en gente. Luego que si las encuestas, tal.
Entre risa y risa, Cuerda va deslizando un pensamiento brillante y ágil, preciso en su surrealismo, su sarcasmo. Han editado los chicos de Pepitas de Calabaza los guiones de la serie de Amanece, que no es poco, que por lo visto, sí, fue serie antes que película, pero nunca se llegó a grabar. A los de Pepitas los tenemos en Logroño y nunca saldrían en una encuesta de esas de con quién se iría usted de cañas. Y sin embargo, creo Manuel que tú y yo coincidimos en que nos iríamos incluso de copas. Solo para que nos editen ellos si un día nos da por escribir algo, que nunca se sabe si algún día tendremos dinero para pagarnos un negro. Son los que publican además el Premio Café Bretón-Bodegas Olarra, que es un cañón. En realidad, solo he leído los dos últimos, pero me vale.
Y nada más. Ya ves que no te he contado apenas nada, estimado Manuel, pero es que me has metido tanta prisa que he tenido que escribir algo para salir del paso. No sé por qué, tan sólo han pasado tres meses desde que ideamos esta sección. Como si los compromisos no necesitaran al menos un semestre para echar a andar. Ahora entiendo por qué no tienes novia. Vas muy deprisa. Espero ansioso tu respuesta.
P.D.: Confío en que cuando me escribas, me cuentes algo de lo que pasa en Madrid, que no he tenido tiempo de mirar nada.
P.D.1: Quería contarte un chascarrillo, pero el calzador sólo me ha dado para meterte lo de Cuerda. Así que lo meto por aquí, como suelto. Resulta que Pilar Eyre fue finalista del Premio Planeta con la novela Mi color favorito es verte. No se me ocurre un título peor, salvo los de algunas crónicas de la UDL que he leído por aquí.
P.D.2: No me has dado tu dirección, así que envío esto a Emilio del Río y él ya sabrá, porque lo sabe todo por allá, según me dicen, que yo no sé nada, hace mucho que no vivo en Logroño.
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