Australia revienta un acuerdo para proteger las ballenas
Japón y Noruega, los más difíciles de convencer, habían acordado finalmente respaldar una moción que mantiene que no hay datos científicos suficientes para afirmar que cazar ballenas podría aumentar la población de algunas variedades de peces, un argumento a favor de las actividades económicas que tanta oposición crean en los círculos conservacionistas. No obstante, una intervención de Australia, a favor de una declaración más tajante, quebró el acuerdo.
El argumento de que las ballenas comen peces se suele citar con frecuencia entre los partidarios de la caza. Los grupos en defensa de la naturaleza que buscaban el acuerdo, Pew Environment Group y WWF, creían que el establecimiento de puentes entre Noruega, Japón e Islandia y sus oponentes podría conducir a una reducción de la industria ballenera.
“Habíamos logrado un excelente espíritu de cooperación y consenso”, se lamenta Sue Lieberman, máxima responsable del programa de especies de WWF.
Los representantes de Japón habían participado en una serie de intensas discusiones a lo largo de toda la semana, con la presencia de Australia, y se mostraban indignados por el cambio de última hora en el contenido de lo acordado. “El mal comportamiento de Australia ha puesto en peligro el espíritu de cooperación”, declaraba Hideki Moronuki, de la agencia pesquera japonesa. “Ellos participaron en todo el proceso, estuvieron en la sala todo el tiempo, ha sido una maniobra poco honrada”, acusó.
Miembros de otras delegaciones se han mostrado de acuerdo y han tachado la intervención australiana de “despreciable”.
Los científicos japoneses han planteado con cierta frecuencia la tesis de que las ballenas compiten con los humanos en el consumo de pescado, y los países que suelen estar de acuerdo con Japón en la Comisión Ballenera Internacional (IWC) suelen citar este argumento como una razón para defender los intereses del país nipón en este contexto.
La resolución de St. Kitts, firmada en el congreso de la comisión en 2006 con el respaldo de Japón y Noruega, mantiene que existen “pruebas científicas de que las ballenas consumen grandes cantidades de pescado, un problema de seguridad alimentaria para las naciones costeras, lo que requiere considerar los ejemplares de ballenas desde una perspectiva más amplia a la hora de controlar el ecosistema”. Tres años antes, la organización decía que no se podía probar objetivamente que las ballenas amenazaran los bancos de peces.
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