El culto al huevo
La mayor parte de las películas que se han podido ver en España hasta tiempos relativamente recientes, excluyendo la producción nacional, han sido de origen estadounidense. En ellas hemos visto esos desayunos “anglosajones”, en los que el huevo parece ser lo más importante junto a la leche con cereales. En el Reino Unido resulta sorprendente que dominando ese tipo de desayuno en la mayor parte del territorio, con la excepción de Escocia, donde el porridge de harina de avena parece estar siempre presente -¡por cierto, no olvidemos que en esa parte del norte de Gran Bretaña, la esperanza de vida es mayor que en el resto!-.
El culto al huevo era ya una realidad en los Estados Unidos cuando comenzó la Gran Guerra (1914-1918), y se afianzó cuando en 1947, dos años después de terminar la Segunda Guerra Mundial, se creó la “U. S. Poultry & Egg Association” –dedicado a la carne de ave y al huevo; hay quien dice que eso se debe a que algunos clérigos y monjes españoles llevaron a Norteamérica la regla de San Benito, en la que se dice que no se debe comer carne de animales de cuatro patas; claro que hay quien afirma que San Benito y sus monje comían el cordero pascual con yerbas amargas, según se podía leer en un viejo manuscrito de la abadía mater de Montecassino-. En aquel momento se desconocía la estructura de la vitamina B 12, y las investigaciones llevadas a cabo en Japón, ocupado por el ejército estadounidense, que comenzaban a conocerse -¡se ocultaron durante décadas!-, y que ponían en tela de juicio las normas de alimentación norteamericanas.
Aquí no existía esa costumbre, pero si la de una tortillita francesa para cenar, que en definitiva era lo mismo, sólo que a otra hora. Actualmente lo más normal en los hoteles es la presencia de un desayuno bufet libre de tipo inglés, y no continental –así llaman los ingleses al desayuno de café con leche y bollería-.
Nos cuentan que a nivel bioquímico el huevo tiene todos los aminoácidos esenciales, vitaminas, minerales, etc., y ahí se quedan, como si las investigaciones de estos últimos cincuenta años no se hubieran producido, porque a nivel biofísico se producen dos hechos fundamentales: alteración de la frecuencia del tercer vórtice de energía, y por otra parte el aumento de la energía del ramal que alcanza el bazo, atravesando el páncreas, y del que asciende a la base del globo ocular, que luego circula por debajo del nervio óptico hasta alcanzar el cortex visual, alterando el funcionamiento correcto de todas las células que atraviesa. En este sentido el régimen lacto-ovo-vegetariano que es el que predominaba en las ciudades donde pasé mi infancia y adolescencia –Barcelona y Zaragoza-, se muestra también muy alterante. No estoy diciendo que no se coman huevos, pero sí que debemos ser prudentes a la hora de consumirlos; es decir, que sean pocos.
Siempre que he dado alguna charla sobre alimentación y nutrición -4 ó 5 por año- me encuentro con las mismas preguntas, sobre todo con la siguiente; “¿Entonces que vamos a comer?” –todo ello después de haber hablado sobre el montón de productos distintos que ofrece el mercado-. Entonces les cuento aquello que decía Einstein que la mente es como un paracaídas, que si no se abre no sirve para nada.
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