El debate de los sueños
La segunda jornada del Debate del Estado de la Región sirvió para dos cosas: repetir los mismos argumentos que en anteriores plenos parlamentarios y arrasar con la barra de pinchos del bar. Ni uno quedaba pasado el mediodía, por lo que algunos diputados tuvieron que partir en busca del almuerzo prometido. Son días en los que todo es prometido, ya sean medidas fiscales o el amor eterno. No te cogen de la mano ni te miran a los ojos, pero crees. “Vamos a licitar la parcela del Hospital San Millán en 2015”. “Vamos a congelar las tasas universitarias”. “Una empresa va a invertir ocho millones de euros y a crear 36 puestos de trabajo”. Hablen papeles, callen barbas, dice mi abuela.
Ayer, además del presidente del Gobierno de La Rioja, Pedro María Sanz Alonso, como estrella principal del evento, actuaban como teloneros los portavoces de los grupos parlamentarios: Carlos Cuevas (PP), Pablo Rubio (PSOE) y Miguel González de Legarra (PR+). El más filosófico fue el popular, que arremetió contra la oposición diciéndole que no se podía aparecer por allí para “anunciar la noche eterna” y que ya se veían “las primeras luces del alba”. Cuevas señaló que los modernos dicen “indexado al Euribor” para referirse a un término de economía al que nadie estaba prestando atención y que no tenía ningún interés en el IBEX-35. Tan distendida fue la charla, que en su segunda intervención le contó a todos los allí presentes lo que le pasaba cuando iba a hacer la compra.
No especificó el supermercado. Tampoco la hora a la que ocurrieron los hechos, mas sí que la señora que le interceptó le tenía cierto aprecio por la forma en que le llamaba: Cuevitas. “Mira, Cuevitas, he oído que no vais a abrir los comedores para los niños en verano y no me gusta. Los tenéis que abrir”. El secretario general del PP riojano le explicó entonces que eso sólo serviría para estigmatizar a los niños y crearles un trauma de proporciones bíblicas, a lo que la paisana respondió: “Ay, Cuevitas, pues que llevas razón”. Y se marchó. Sin coger sus cosas y sin ponerse a navegar, que cantaba Perales, pero sí con su compra y con el voto del PP en la mano para las siguientes elecciones.
El debate, por referirnos a él de alguna manera, lo abrió González de Legarra con el mismo tono agresivo de siempre. Poca atención de la bancada popular consiguió atraer en los primeros compases de la mañana, más preocupados sus diputados por consultar cualquier aparato que llevaran encima. Steve Jobs estaría encantado. Sanz le dijo que tenía que tener “menos odio y menos ira hacia las personas”, a lo que éste respondió que no debía confundir su discurso con “la rabia hacia un Gobierno que miente, manipula y extorsiona”. “Si la culpa no es del PP, ¿de quién coño va a ser? La culpa siempre es del Gobierno”, añadió.
El portavoz de los socialistas, Pablo Rubio, salió al atril del hemiciclo para confesar que tenía un sueño. “I have a dream”, que decía Martin Luther King. El sueño de Rubio era el de una sociedad igualitaria y, el del resto, que acabara cuanto antes. Le dio la enhorabuena a Legarra por su discurso y bajó el tono de la voz. Hablaba como si pidiera un abrazo. A punto estuvo Sanz de levantarse, coger al diputado de la mano y llevarlo hasta la cama. “Tranquilo, Pablo, duerme tranquilo. La crisis ya ha pasado”, le diría al oído en voz baja mientras lo arropaba. En realidad, lo que el presidente contestó fue que para que los sueños se hagan realidad hay que estar despierto y tenerlos. “Es mejor vivir los sueños que soñar la vida”.
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