El recuerdo de Yugoslavia

Rioja2

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En la década de los noventa, el mundo entero se estremecía con las imágenes que llegaban de la guerra que se estaba librando en los Balcanes. En estos territorios de la Europa del Este, al tiempo que la antigua Yugoslavia iba desintegrándose, las limpiezas étnicas comenzaban a usarse como armas de guerra por los líderes políticos.

El nacionalismo radical serbio que Slodoban Milosevic manifestó

como presidente de Serbia y posteriormente como presidente de la República de Yugoslavia derivó en unas políticas de discriminación y exclusión de las minorías étnicas, que más tarde llevarían a la limpieza étnica.

Este comportamiento de Milosevic fue condenado por Naciones Unidas en su resolución 827, del 25 de mayo de 1993, en la que tachaba de “violaciones generalizadas y flagrantes del derecho internacional humanitario que tienen lugar en el territorio de la ex Yugoslavia, y especialmente en la República de Bosnia y Herzegovina” incluyendo estas prácticas “asesinatos en masa, detenciones y violaciones de mujeres masivas, organizadas y sistemáticas, y la continuación de la práctica de la depuración étnica, inclusive para la adquisición y la retención de territorio”.

Sin embargo, esta declaración de intenciones de la comunidad internacional no sólo es aplicable a la limpieza étnica que llevó a cabo el apodado por la opinión pública occidental como “el Carnicero de los Balcanes”. Dicha resolución creaba una jurisdicción internacional capaz de juzgar los crímenes contra la Humanidad y genocidios que se estaban cometiendo en el contexto de esta guerra. Nacía así en 1993, el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY), quien se encargaría de juzgar a los criminales de guerra.

Casi dos décadas se han cumplido desde que se inició esta guerra y la justicia parece no haber llegado. En 2006, las víctimas de Milosevic veían como el líder serbio moría sin haber pagado por los crímenes cometidos durante este período. La táctica que utilizó el ex presidente serbio es muy similar a la que hoy está teniendo el líder serbo-bosnio, Radovan Karazdic: negarse a colaborar con el TPIY para así retrasar su juicio y su condena.

Este antecedente hace temer un desenlace similar tanto a las autoridades internacionales como a los familiares de las víctimas de Karazdic. El ex presidente serbo-bosnio se niega a comparecer ante la Corte Penal, justificando esta actitud con la falta de tiempo que ha tenido para preparar su defensa. El acusado pide una prórroga de diez meses para poder colaborar y “defender al pueblo serbio”.

Pero las peticiones de Karazdic no han sido escuchadas y el juicio en su contra ha comenzado sin su presencia. El presidente del tribunal, Kwon O-Gon, ha declarado que “hay momentos en que los juicios pueden celebrarse en ausencia de un acusado que haya declinado voluntariamente su derecho a comparecer”.

Entre las posibilidades que se barajan para un futuro es imponer al acusado un letrado que defienda su causa, pues el aplazamiento del juicio parece ser algo no contemplado por el TPIY, obligado a seguir las consignas de Naciones Unidas que fijan como fecha límite para su actuación el año 2013.

Los crímenes de Karazdic

Al antiguo líder serbo-bosnio se le imputan un total de 11 crímenes de guerra y contra la Humanidad, incuyendo dos cargos por genocidio. Por un lado, el TPIY acusa a Karazdic de ser el responsable de la matanza de Srebrenica en 1995, en la cual alrededor de 8.000 hombres musulmanes (incluidos niños y ancianos) fueron asesinados.

El odio de Karazdic por la comunidad musulmana presente en los territorios serbo-bosnios queda patente en una de sus declaraciones: “las tropas serbias convertirán Sarajevo en un caldero negro donde perecerán 300.000 musulmanes”. El tribunal acusa al ex presidente de formar una “empresa criminal” para expulsar tanto a croatas-bosnios como a musulmanes de los territorios que estos reclamaban como propios.

Las persecuciones, exterminios y asesinatos con los que Karazdic sometió supuestamente a estas dos minorías son considerados por el TPIY como crímenes contra la Humanidad. Mientras que la estrategia militar basada en los bombardeos y el uso de francotiradores para aterrorizar a los habitantes de Sarajevo, es un crimen de guerra.

Ni siquiera el personal internacional escapó de la estrategia de división étnica utilizada por Karazdic, pues más de 200 pacificadores de Naciones Unidas y observadores militares fueron detenidos mientras él ocupaba la presidencia serbo-bosnia.

Todas estas atrocidades pesan sobre la cabeza de Karazdic y otros líderes políticos que durante la guerra de los Balcanes provocaron la muerte de más de 100.000 personas y aterrorizaron a millones. Muchas de estas mujeres y hombres hoy claman justicia a las puertas del TPIY, esperando que la pesadilla que vivieron ciudades como Srebrenica no vuelvan a repetirse.

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