Empatía joven contra la soledad no deseada: “No pude hacer nada por mi yo de 16 años, pero sí por otras personas y terminar de sanar”
Agradecen abrazarse para la foto como queriendo guardar en una imagen toda su historia. “Nos hemos salvado entre las dos”, resumen Verónica y Julissa, dos jóvenes de 18 y 19 años, en la puerta de la sede de la Fundación Pioneros. Ambas sintieron en un momento de su vida que no conectaban con el resto, que estaban aisladas y tristes. Ahora saben identificarlo y ponerle nombre, sufrieron soledad no deseada, y quieren ayudar a otras personas jóvenes que estén pasando por lo mismo.
“Más del 60% de los jóvenes que han participado se han sentido solos alguna vez”. Es la alarmante conclusión del Laboratorio Juvenil sobre Soledad no Deseada que está desarrollando Fundación Pioneros a lo largo de todo este año. Una investigación propia sobre esta problemática que ha recogido la respuesta directa de más de 500 jóvenes entre 12 y 29 años y que está desarrollada a través de un grupo motor de 15 jóvenes usuarios de la entidad, que en muchos casos, como Verónica y Julissa, han pasado por lo mismo. Se ha realizado con el método de la “investigación participativa”, como le denominan en Pioneros, que se centra más en el aspecto cualitativo y se desarrolla a través de coloquios, entrevistas personales y un cuestionario.
Todo desde la juventud y para la juventud. “Formamos a este grupo de jóvenes para que ellos mismos dirijan el trabajo de campo”, explica José Manuel Valenzuela, coordinador técnico de Fundación Pioneros. Los propios jóvenes de este grupo motor han compartido sus experiencias, han creado plantillas para los coloquios y para el cuestionario y han asistido a implementarlo en centros educativos. “Es la esencia de esta investigación, estos chicos y chicas han aportado esa visión y esa experiencia de haber sufrido, haber transitado ese camino y de tener ya herramientas”, apunta Daniela Hincapié, la educadora social que le han guiado.
“Ha removido muchas cosas. Ha servido para darme cuenta de que sigo en un proceso y que no hay que apresurarse u obligarse a avanzar”, señala Verónica. Hace un año que llegó de Perú y sintió que no se integraba en la comunidad. Algo similar sintió Julissa, natural de El Salvador: “Aunque me esforzaba en encajar, no lo conseguía; aunque tuviera personas cerca, me sentía sola porque no era escuchada”. Las dos se encontraron en Pioneros y se salvaron, como ellas mismas dicen. “Es mi testimonio más real de que si se puede hacer algo”, dice Verónica de su propia historia. Por ello, se ha implicado en este Laboratorio de la Soledad No Deseada, para impulsar “más conexiones entre jóvenes que nutran y ayuden a salir de lo que estén pasando”.
Y, con ello, ayudarse a sí mismas: “No pude hacer nada por mi yo de 16 años que lo pasaba mal, pero sí puedo hacer algo ahora por el resto de personas y, de alguna manera, algo en mí está terminando de sanar”.
Superar el tabú y la vergüenza: “A mí me ha pasado”
Estas dos adolescentes y los educadores coinciden en la importancia de visibilizar el problema de la soledad no deseada en jóvenes. “Hemos visto que este tema es delicado porque no lo identifican o les da vergüenza reconocerlo a nivel grupal porque a esto no se le ha puesto nombre hasta ahora y menos en la juventud”, explica Valenzuela. “Es muy común, pero no se verbaliza”, coinciden las jóvenes del grupo motor, que advierten de que el fenómeno “se está normalizado pero sin hablar de ello ni darle la importancia que merece”, por lo que subrayan su valor como “altavoz para visibilizar que es un problema real y que hay personas que pueden ayudar”.
Después del reconocimiento, el “a mí me ha pasado” que tantas veces han escuchado en las sesiones, José Manuel Valenzuela destaca que “ellas han sido las personas idóneas para sentir empatía y acoger la voz de otras personas que han sufrido soledad e idóneas para escuchar a otras personas”.
Después de mucha escucha, las conclusiones han identificado causas de esta soledad no deseada en la juventud. Valenzuela e Hincapié han señalado los procesos migratorios, fallecimiento de seres queridos, conflictos familiares o diversidad sexual, aunque, como subraya el coordinador técnico de Pioneros: “La soledad no deseada está extendida, no es necesario partir de un colectivo vulnerable para sufrirla”. También se ha concluido que los hombres tienen más riesgo de sufrirla que las mujeres y que es más fácil sentir soledad no deseada en lo urbano que en lo rural, donde “el propio sentimiento comunitario protege a las personas que están sintiendo soledad no deseada”.
Después de la investigación, Fundación Pioneros está diseñando un dispositivo de atención en el que participan administraciones y entidades y personas que trabajan cerca de la juventud “para dotar de un sistema para identificar que alguien sufre soledad no deseada y un mecanismo para orientar a esa persona a conseguir un nivel de sociabilización óptimo”, según explica José Manuel Valenzuela. “Dará respuesta coordinada, eficaz, eficiente y adaptada a las necesidades de estas personas”. Una intervención en la que, por supuesto, también se cuenta con la participación de los jóvenes. En este sentido, Daniela Hincapié pone en valor que gracias a este estudio han conocido iniciativas, como una asociación muy activa en El Rasillo, que los propios jóvenes han creado para unirse y sentirse menos solos.
La soledad no deseada ha permanecido durante años como tabú o como un problema que solo sufre las personas mayores. Sin embargo, las propias Julissa y Verónica advierten de que, más allá de factores, la propia etapa de la adolescencia puede conducir a ello. “Es un proceso de cambios, cuando se va construyendo la identidad y el núcleo social, qué me define y que no, el momento de descubrir que es realmente lo que soy”. Un momento, según ellas mismas han vivido, complicado y en el que es fácil sentirse solo o sola. Ahora, teniéndolo identificado y casi superado, ponen la mirada en ayudar al resto: “Vamos a hacer que la mayoría de personas no pasen tan mal esa tormenta o, por lo menos, no solos”.
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