“Harás más kilómetros corriendo con nuestros calcetines que los que ellos hacen de la fábrica a tus pies”
La localidad burgalesa de Pradoluengo ha sido, tradicionalmente, una de las mecas de la industria textil de los calcetines. Eduardo Miralles era uno de los muchos jóvenes de la localidad que se dedicaba a la venta de este producto. Poco a poco, junto con su amigo Rodrigo Fernández, de la vecina localidad de Belorado, comenzaron a comprobar que había un mercado por explorar, que podían encontrar su propio espacio en el ámbito del calcetín deportivo.
Así es como comenzó Longfield, una marca cuyo nombre viene a ser la traducción literal de su pueblo de origen, Pradoluengo. Miralles y Fernández comenzaron a fabricar sus propios calcetines de running y, poco a poco fueron ampliando su catálogo con otras prendas deportivas. “Comenzamos oficialmente a vender en la feria del corredor de la Maratón de Valencia, hace tres o cuatro años”, explica Fernández, “ahora, las carreras siguen siendo nuestro principal punto de venta pero también vendemos en internet, a través de nuestra propia web y de Amazon, y en algunas tiendas físicas”.
Uno de esos lugares se encuentra en Logroño. Es la tienda Calcemanía de la calle Milicias. Además de punto de venta, este comercio se ha convertido en el centro neurálgico de la empresa. “Desde Logroño dirigimos todo y no resulta complicado porque somos nosotros dos los que nos encargamos de todo, desde el diseño del packaging a la gestión de la web, las redes, la comercialización, todo”.
Tanto es así que son ellos mismos los que prueban los productos. “Cuando sacamos la segunda capa era verano pero teníamos prendas de invierno que había que probar así que nos fuimos a la carnicería de un amigo nuestro y nos pusimos a entrenar en las cámaras de frío para probar la resistencia de nuestros productos”, cuenta Rodrigo, “igual que cuando queríamos probar el tiempo de secado del prolipropileno, lavábamos en casa nuestras prendas y otras de forro polar y con el reloj íbamos comprobando cuánto tiempo tardaban en secarse”.
FABRICACIÓN IBÉRICA, COMERCIO RESPONSABLE
La gran mayoría de los productos se fabrican en Pradoluengo. “Nos gusta decir que nuestros clientes harán más kilómetros corriendo con nuestros calcetines que los que estos han hecho desde la fábrica hasta sus pies”, cuentan, “porque para nosotros es importante el consumo de proximidad, el comercio responsable, el valor ecológico”.
El pasado año pensaron en sacar una línea de camisetas de algodón pero no lo hicieron porque no encontraron ningún proveedor en España que les garantizara que todo se iba a fabricar aquí. “El mercado no está sensibilizado”, explican, “en la barra del bar a todos nos molesta que vengan tantos productos de China, que sean baratos y de mala calidad pero como consumidores no somos tan exigentes. Aun así, para nosotros es importante la producción de proximidad como paso hacia un mundo más justo”. Sin duda sería más rentable, y tal vez más sencillo, fabricar en otros países, pero esa no es la filosofía de esta marca.
Algo que no choca con el crecimiento y los métodos más novedosos. “La I+D es fundamental en nuestros productos, todas nuestras prendas tienen base tecnológica porque tienen que cumplir una función”. Lo que empezó siendo una marca de calcetines para correr, se ha convertido ahora en un amplio catálogo de medias de compresión, segundas capas y mangas. Al running se han unido otros deportes como la montaña, el trail running o el ciclismo y MTB. El objetivo es cubrir todas las disciplinas.
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