Jornada decisiva para el futuro de los británicos
Tras varias semanas de campañas electorales y debates televisivos, las elecciones legislativas británicas han comenzado. Los colegios electorales han abierto ya sus puertas en un jornada en la que se espera que los 44 millones de ciudadanos registrados acudan a depositar su papeleta.
Los primeros lances de la cita se han desarrollado con normalidad y, por el momento, no se han registrado notables contratiempos en las miles de estaciones preparadas a lo largo de todo el país para estas generales, que se celebran cinco años después de las últimas, en las que el Laborismo se hizo con la mayoría absoluta por tercera vez consecutiva. La participación por entonces había sido del 61%, pero, en esta ocasión, las previsiones apuntan a un aumento de en torno a cinco puntos.
Serán en total 15 horas ininterrumpidas para escoger asientos en el nuevo Parlamento, un total de 650, si bien en una de las circunscripciones, Thirsk and Malton, la votación se ha retrasado hasta el 27 de mayo, debido a la muerte de uno de los candidatos durante la campaña. Además, junto a las generales, hasta 164 autoridades locales de Inglaterra celebran elecciones, en las que se juegan hasta cuatro alcaldías.
Por lo que respecta a Westminster, 4.150 candidatos aspiran a un escaño, esta legislatura estaban hasta diez partidos representados. En esta ocasión, existen dudas acerca de la posibilidad de la entrada de nuevas formaciones, entre ellas, el Partido Nacionalista Británico (BNP, en sus siglas en inglés), una organización de corte xenófobo que en las europeas del pasado junio consiguió hasta dos asientos en la Eurocámara.
Los tres principales candidatos
El actual primer ministro Gordon Brown y sus dos principales rivales, el conservador David Cameron y el liberaldemócrata Nick Clegg, apuraron hasta las últimas horas de ayer para hacer campaña. Esta mañana cada uno votará en las respectivas circunscripciones a las que representan, antes de regresar a Londres pa
ra seguir desde la capital el final de la jornada y el inicio del recuento de resultados.
El candidato conservador aspira hoy a desafiar a la historia y lograr para su partido el mayor vuelco electoral desde los años 30, puesto que, para hacerse con la mayoría absoluta a la que ha venido apelando durante la campaña, deberá conseguir al menos 116 escaños en el nuevo Parlamento.
Cameron se convertiría en el primer ministro más joven en dos siglos y quien aspira a tener como vecino en el número 11, su fiel aliado George Osborne, sería el ministro del Tesoro más joven de la historia moderna.
Estas elecciones de 2010 podría suponer un punto de inflexión. Sin embargo, los estudios demoscópicos ofrecen a Cameron un sabor agridulce, puesto que parecen privarlo de la hegemonía a la que ha venido aspirando estas semanas de campaña. Su intención es gobernar en solitario, aunque sea con apoyos puntuales, pero la complicada situación económica y los recortes que el déficit exigirán al próximo Gobierno serán un complicado caballo de batalla para un Ejecutivo en minoría.
Por su parte, Gordon Brown se juega su futuro político en las elecciones,
aspira al cuarto mandato del Partido Laborista estrenándose como candidato y a pesar de unos sondeos en contra de los laboristas por primera vez desde que en 1997 Tony Blair consiguiese la mayoría absoluta.
Durante la campaña electoral, Brown ha sido el cabeza de lista que más ha sufrido el desgaste, frente al empuje de sus dos jóvenes rivales, una diferencia evidenciada especialmente en los debates televisados que, hasta ahora, no existían en el mapa político de las islas. Sin embargo, la estrategia del Brown fue, precisamente, reivindicar su veteranía para apelar a la confianza en esta era postcrisis. Sus avales, la década al frente de la cartera del Tesoro, que precedió al ascenso al ansiado liderazgo que perseguía desde obtuvo su escaño en 1983.
En su contra, sin embargo, el cansancio de 13 años ininterrumpidos en lo más alto de la jerarquía del Gobierno y una personalidad sin carisma que él mismo ha reconocido podría apartarlo de la carrera si ésta fuera meramente una contienda de popularidad.
Por último, la sorpresa de estas elecciones legislativas, el candidato liberaldemócrata Nick Clegg confía en que las generales otorguen a su partido una posición clave en el Parlamento que permita proceder a la gran aspiración de su agenda política, la reforma electoral.
Clegg había planteado como condición irrenunciable la revisión de un modelo que no garantiza la traslación en el Parlamento de la voluntad popular. Sin embargo, en las últimas jornadas, se ha mostrado dispuesto a ceder para garantizar la gobernabilidad de un país que acaba de salir de la recesión más prolongada desde que existen los registros y que se enfrenta al mayor agujero presupuestario en décadas.
Sin embargo, lo que Clegg no ha aclarado son sus preferencias para negociar
. Tras ser objeto de cortejo por parte de los dos verdaderos aspirantes a las llaves de Downing Street, el líder liberaldemócrata aprovechó la influencia que su posición bisagra podría suponer en el nuevo Parlamento.
Comparado en ocasiones con Obama por su mensaje de renovación,
Clegg supo capitalizar el creciente sentimiento antipolítico en una sociedad desencantada tras el escándalo de los gastos parlamentarios y la crisis bancaria.
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