Llega a Logroño en el primer avión que salió de Gaza: “Lo primero era salvar la vida pero empezar de cero no es fácil”
Natalia consiguió salir del terror de Gaza el pasado 14 de noviembre en el primer avión de españoles que fletó la embajada de España en Jesusalén. En Logroño le esperaba la paz y el abrazo de su hermano tras semanas de bombardeos, huidas de casa en casa y demasiado miedo.
A sus 26 años, trabajaba como profesora de ciencias en una escuela. El jueves salió de su trabajo con normalidad, puesto que el viernes y el sábado no hay clases. Cuando el sábado se despertó para una reunión con la directora le despertó la guerra. “Todo empezó de repente. Bombas, aviones, cohetes... Hemos vivido otras guerras pero esto era diferente, es la peor guerra y ya está durando más de 70 días”, dice esta mujer de doble nacionalidad española y palestina.
Después de la primera semana de bombardeos encerrada con su marido en su casa en el centro de la franja, la situación se complicaba cada vez más y tuvieron que salir. Comenzaba así un duro camino de casa en casa de familiares y conocidos en busca de una protección que cada vez era más imposible.
“Salimos hacia el sur el viernes, seis días después. Era también peligroso porque bombardeaban a mucha gente cuando salían a la calle, en el camino al sur”. Estuvieron unos días en casa de unos amigos de su padre: “es muy duro, quizás había más de 100 personas en una casa de dos plantas. No podíamos ni dormir, la comida se agotaba, no había agua suficiente para ducharnos, hay niños pequelos que lloran mucho...”, describe Natalia, que recuerda que salieron de su casa sin prácticamente nada, más alla de la documentación importante.
Después de esa casa, fueron a la casa de una tía de su marido que de nuevo se volvió a llenar y tuvieron que salir. “Fuimos a otra pero era peligroso, bombardearon el edificio de al lado, las ventanas se rompieron, los muertos estaban en la misma calle, fue horrible”, explica con la voz todavía entrecortada por el miedo.
Durante este tiempo, Natalia y su marido y también su padre con su mujer -la madre de Natalia falleció cuando ella era una niña- y sus hijos estaban incluidos en un listado de españoles y familiares para salir con ayuda humanitaria. “Teníamos un grupo de Whatsapp con el cónsul donde nos iban a avisar de cuándo podríamos salir, pero internet se cortaba o a veces no llegaban las llamadas”. Natalia empezó a temer no poder enterarse de cuando llegaría ese avión por lo que su hermano desde Logroño entró en el grupo para avisarle cuando llegaría el momento esperado.
Natalia y su familia llegaron a España el mes pasado para encontrar la paz y seguridad. Ella llegó a Logroño al tener un hermano con una casa donde podían instalarse y su padre y su familia están ahora en Badajoz porque les repartieron entre albergues de varios puntos de España.
Es consciente de que aquí está bien pero reconoce que es imposible estar feliz: “Lo importante era salvar la vida, pero al mismo tiempo allí he dejado a mis amigas y a familiares con los que casi ni puedo comunicarme y los recuerdos son constantes”.
Mientras siguen viviendo con su hermano, Natalia ha empezado a trabajar en la biblioteca de un colegio de Logroño pero su marido todavía no tiene los papeles necesarios para poder trabajar y necesita aprender el idioma, lo que dificulta poder pagar un piso en alquiler para ellos. “La vida aquí tampoco es fácil, tenemos que empezar de nuevo. Allí teníamos nuestro trabajo y nuestra casa, teníamos todo”.
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