“Lo mejor para una enfermera es cuando un paciente deja de ser el número de una habitación para tener un nombre”
“La profesión de cuidar la mamé en casa, mi padre estaba enfermo, después me casé con un enfermero y terminó de entrarme el gusanillo”. Así explica Pilar Espinosa el origen de su vocación. Tiene 51 años y lleva 22 siendo enfermera. Antes había trabajado otros once como auxiliar. Desde los 18 ha pasado por Los Manitos de Calahorra, el Hospital Provincial, el antiguo Psiquiátrico, el Hospital San Pedro y ahora la Atención Primaria. Ha atendido a ancianos, a pacientes con enfermedades mentales, a presos en Infecciosos... Pilar tiene claro que en su día, el Día de la Enfermería, tiene mucho que celebrar porque, “si algo tenemos claro en esta profesión es que estamos de paso, así que siempre hay que celebrarlo”.
Con ella hemos querido hacer una radiografía completa de la profesión. “La enfermería tiene muchas vertientes”, explica, “yo ahora en Atención Primaria estoy descubriendo un mundo nuevo. En el hospital el paciente viene a ti y ahora en cambio somos nosotros los que vamos a su casa. En el hospital las enfermedades se quedan y los pacientes vienen y van, en Primaria he aprendido en cambio que las personas se quedan y son las enfermedades las que vienen y van, un día es una pierna rota, otro día una gripe...”.
Aunque su marido es enfermero y cada vez encuentra más hombres en el trabajo, Pilar reconoce que “si la enfermería es claramente femenina es sin duda porque estamos atados a la historia y la mujer siempre ha asumido el cuidado, la entrega a la familia, a los demás. Antiguamente incluso algunas personas dejaban a una hija soltera pra cuidarles de mayores, así es como la mujer ha ido asumiendo ese rol a lo largo de la vida”.
Pero sin duda, lo fundamental para ser enfermera es la vocación. “Sin ella es imposible, estás continuamente en contacto con la enfermedad y, en el caso del hospital, con la muerte. Si no te sale de dentro esa atención, ese cuidado, esa necesidad de ayudar, de acompañar y preparar a la familia, no puedes hacerlo, algo tiene que haber echado raíces dentro de ti porque si no, es imposible. Afortunadamente, a lo largo de toda mi trayectoria, me he encontrado a poquísima gente sin esa vocación de ayudar y cuidar”.
Entre los principales retos a los que se enfrentan las enfermeras a día de hoy, Pilar destaca la aparición de nuevos grupos de usuarios. Se refiiere por un lado a los “mayores muy mayores, los grandes viejos”. Los cambios demográficos y la mayor esperanza de vida han hecho que haya, sobre todo en el mundo rural, muchísimos pacientes ancianos, incluso con más de 90 años, “y eso cambia la forma de trabajar, si yo llamo a la puerta de un paciente de 30 años y no me abre, me voy tranquilamente, si el paciente tiene 90, me quedo allí y se activan las alarmas, se pone en marcha un protocolo”.
El otro nuevo grupo son los inmigrantes. “A veces resulta difícil por las connotaciones culturales, les cuesta acudir a las citas o comprender la importancia del tratamiento y el seguimiento riguroso, hay un concepto diferente de la enfermedad”, explica Pilar.
Agresiones en el ámbito sanitario
Si de algo se está hablando en los últimos tiempos es de las agresiones al personal sanitario. ¿Cuál es la solución? “Tengo muy claro que la sociedad se ha embrutecido y esto es algo que no sólo afecta al ámbito sanitario sino también a los profesores, los policías e incluso a las relaciones en la calle. Es un problema general de poca tolerancia a la frustración. En nuestro caso es 'me atiendes o me pongo violento', incluso ha habido agresiones por no querer darle la baja a un paciente”.
Admite que hay un cierto recelo, un “temor solapado” pero cree que la solución no son las medidas concretas sino la educación desde la infancia. “Si no te agreden en el centro de salud pueden hacerlo cuando vas a por el coche. El problema es más profundo y hay que ir hasta la educación de los niños para que asuman que, cuando te dicen que no, aunque no te guste, es que no”.
Pero si esa es la cruz, la profesión también tiene multitud de caras. “Si me tengo que quedar con algo de mi profesión, me quedo sin duda con ese momento en que el paciente deja de ser anónimo, cuando pasa de ser un número de habitación a tener un nombre, cuando los ves por la calle tiempo después y te saludan. O cuando te encuentras a familiares que han perdido a alguien y se emocionan al verte, se emocionan y te dan las gracias. La muerte es el momento más delicado, especial, pero si haces bien tu trabajo, aunque no consigues llevarte la pena, si la haces más llevadera”.
En este Día de la Enfermería, además de celebrar, también deben hacerse reivindicaciones. “Yo soy feliz siendo enfermera pero, si tuviese que señalar una asignatura pendiente, rompería una lanza por las enfermeras que están en el hosptial San Pedro de volantes, cada día en un sitio, sintiendo que no pertenecen a ninguno, llegando cada día con temor a lo que se van a encontrar en un ambiente nuevo. Entiendo que a veces no queda más remedio pero eso habría que mejorarlo, tener un ambiente de estabilidad, un equipo formado, con relaciones personales fuertes, hace que podamos hacer mejor nuestro trabajo”.
0