Los 300 campos de concentración que Franco creó en España, dos de ellos en La Rioja
Hasta ahora se creía que Franco había creado hasta 188 campos de concentración en toda España, pero una nueva investigación del periodista Carlos Hernández devela que hubo casi 300 campos, por los que pasaron entre 700.000 y un millón de españoles que sufrieron hambre, torturas, enfermedades y muerte. El nuevo mapa incluye un campo de La Manzanera, en Logroño, y otro en Haro, ubicado en una fábrica de curtidos.
El mapa de los presos de La Manzanera
Estos lugares se mantuvieron abiertos desde después de la sublevación militar hasta bien entrada la dictadura, como recoge eldiario.es. Es difícil documentar los asesinatos y muertes que allí se produjeron, ya que no dejaban registro.
Andalucía fue la comunidad que más campos albergó, pero hubo en todas las comunidades. El último que fue cerrado fue el de Fuerteventura, a finales de los años 60. En el entorno de La Rioja también se han registrado un campo de concentración en Miranda de Ebro, que fue el más longevo del franquismo, de 1937 a 1947. También en Estella (en el Monasterio de Irache y en una antigua industria abandonada a orillas del río Ega llamada La Casa Blanca) y en Tafalla (en la Academia Militar).
Recientemente también se ha publicado el mapa de las fosas comunes halladas en España, que recoge una decena en La Rioja. Según un informe elaborado por La Barranca, se estima que en nuestra comunidad el número de muertos a consecuencia de la represión ascendió a 1.997 personas.
Hernández detalla que el 70% de los campos se habilitaron en plazas de toros (como el de Logroño), conventos, fábricas (como el de Haro) o campos deportivos y el 30% restante eran terrenos al aire libre con barracones rodeados de alambradas. Los presos, en su mayoría combatientes republicanos, pasaban una media de cinco años allí.
Allí eran clasificados en tres grupos: los 'forajidos', que iban directamente a juicio, en el que se les condenaba a la cárcel o al paredón; los 'hermanos forzados', que habían sido obligados a luchar en el bando republicano; y los 'desafectos', considerado 'recuperables'. Estos últimos eran condenados a trabajos forzosos, bien cavando trincheras o bien reconstruyendo pueblos o vías después de la guerra. “Sufrieron torturas físicas, psicológicas y lavados de cerebro: tenían que comulgar, ir a misa, o cantar diariamente el Cara al Sol” y también hambrunas extremas, enfermedades como el tifus o tuberculosis y plagas de piojos.
La diferencia con los campos nazis, además de que aquí no se asesinó a millones de víctimas en cámaras de gas, es que los campos españoles eran más “heterogéneos y caóticos”, menos estructurados. Eran centros destinados principalmente a hombres.
Hernández publicará una segunda parte de su libro con testimonios de supervivientes o con publicaciones y documentos que dejaron las víctimas a sus familiares.
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