Este artículo llega tarde
Este artículo llega tarde. Igual que la ONU, la Unión Europea, Francia, Alemania o el Reino Unido. Llega tarde igual que la mayoría de países que llevan meses mirando hacia Gaza y cuyos presidentes aseguran en grandilocuentes declaraciones que “lo que allí está pasando es horrible e insoportable”, mientras sus gobiernos continúan vendiendo y comprando armas a Israel.
Este artículo llega tarde, mientras la Unión Europea de la sumisa Von der Leyen muestra, una vez más, la misma rapidez de reacción que un caracol leyendo el BOE. Quizá porque su presidenta pone de nuevo los intereses de Alemania por encima de la dignidad de Europa y ya sabemos que los gobiernos alemanes con el pueblo judío no aciertan cuando hace ni cuando no hacen.
Este artículo llega tarde y mientras tanto un falso socialdemócrata como el primer ministro británico, Keir Starmer, lo mismo anuncia el reconocimiento condicionado de Palestina como Estado, que ordena la detención de cientos de manifestantes que denunciaban en Londres el genocidio cometido por Israel en Gaza. Sí, un genocidio; aunque el alcalde de Madrid levante las cejas y ponga cara de “a mi no me lo parece”.
Llega tarde como llegan siempre los comunicados internacionales: cuando ya no hay nadie para escucharlos salvo las ruinas. Llegar tarde es el nuevo deporte olímpico de Occidente, sus dirigentes lo practican con la elegancia de quien se retrasa a una cena sabiendo que aún llega a las copas.
Este artículo llega tarde porque Netanyahu y Trump -y su cohorte de neonazis- siguen asesinando civiles y en Gaza continúan sumando muertos. Y lo hacen desde hace meses. Van cerca de 70.000 personas asesinadas, más de 18.000 niños y más allá de los bombardeos con misiles y drones, y la invasión de las tropas, Israel utiliza el hambre como arma de destrucción masiva. George W. Bush era un mero aprendiz.
¿No era el ejército de Israel el mejor del planeta? ¿Cómo es posible que para derrotar a Hamás sea preciso asesinar a 18.000 niños? Quizá el objetivo sea otro y ahí resuenan los nombres de Milosevic, Mladic y Radovan Karadizc. Inevitable.
Este artículo llega tarde como lo han hecho España, Noruega, Irlanda o Suráfrica por mucho que sean quienes más han denunciado la estrategia de exterminio del pueblo gazatí por parte del gobierno de Netanyahu. No deja de ser como llamar a los bomberos cuando la casa ya se ha reducido a cenizas. Algo es algo.
El problema de llegar tarde es que convierte lo urgente en decorado. La política internacional lleva meses discutiendo lo que ya está decidido sobre el terreno: que los niños palestinos no tienen tiempo de espera porque su vida se mide en segundos. Y aquí seguimos, hablando de resoluciones, vetos y equilibrios diplomáticos, como si todo esto fuese un sudoku y no un genocidio retransmitido en directo.
Al final, la tragedia es doble: la del pueblo palestino y la del cinismo global. Quizá irrecuperable. Porque uno pensaría que los grandes organismos existen para actuar, no para escribir obituarios con membrete oficial. La coherencia internacional parece llegar siempre cuando ya no hay nadie a quien salvar. Y entonces se nos llena la boca de “nunca más”, la frase más repetida y más incumplida de la historia. Este artículo llega tarde, pero la verdad es la verdad la diga Agamenón o el porquero.
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