Geografía de la Esperanza, año 2026

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La esperanza es el quicio de una puerta de la casa que fue desarraigada de sus cimientos por los huracanes.

           ÁNGEL GONZÁLEZ

Del pecio sumergido en su inocencia,

de la ambición del pirata laureado,

de los nichos ocupados previamente,

de la hora sin minutos,

del hartazgo de quienes no se sienten hartos,

de las tardes asesinas de domingo,

de los sábados prematuramente ajados,

de otro día lluvioso y su costumbre,

de la memoria prisionera en el letargo,

del silencio, de este grito, de este llanto,

del pasado que olvida su presente,

de unos labios que recuerdan a sus labios,

de la soledad cruel que se avecina,

del sentirse habitado sin descanso,

del futuro inevitable,

de su fiasco,

de la libido corriendo a borbotones,

de las fuentes que preñan ese árbol,

de la savia que revienta su textura,

del color que sangra en una mano,

de la inocencia que recorre las orquídeas,

de la belleza anunciada en los desiertos,

de la sequedad violenta de esta hora,

del tiempo marcial,

de su rebaño,

de segundos que aspiran a primeros,

de quienes no venían y llegaron,

de una nube estéril,

de su grupa,

del aire que se asienta en el regazo,

del refugio que recorre la intemperie,

de los caminos sin rostro,

de sus lados,

de la rebeldía del arca sin alianza,

del odio prisionero en los altares, 

del dios de sí mismo,

de aquellos que esculpieron en su rostro,

de quien sueña sin sueño,

de quien habla sin voz irreverente,

de los sabios que nada construyeron,

de los puentes que no fueron trazados,

del boceto infernal de este destino,

de los dueños pasados por sus palios,

de las cubiertas infectas,

de los trazos,

de los cantos de escuela solitaria,

de la música celestial sin condiciones,

de la orquesta de vivos arrumbados,

del recaudador de deseos,

de los sueños despreciados,

de himnos fraticidas,

de escuálidos abrazos

y de las incógnitas de este campo humano

tenemos que hablar,

aunque nos pesen

 las heridas satinadas de los años.

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