El orgullo frente al odio
Algo que tenemos muy arraigado en La Rioja es presumir de nuestra tierra. Somos una comunidad pequeña, lo cual potencia el vínculo que sentimos por ella, sobre todo cuando vivimos en otros lugares. Sin embargo, esta vez no. Logroño es el lugar donde nací y la ciudad por la que en buena medida soy lo que soy, pero en esta ocasión la emoción producida es la contraria. Durante el fin de semana del Orgullo LGTBIQ+ se produjeron varios ataques homófobos y tránsfobos que dejaron el resultado de dos personas heridas físicamente y otra agredida verbalmente.
Reducirlo a lo familiar porque el atacante en un caso es un primo segundo sería un error. Mientras le golpeaba repetidamente, le gritaba “maricón”. Reducirlo a una anécdota en otro porque quienes insultaron estaban de despedida de soltero sería un error, ya que las agresiones también se dan en lo verbal, como reflejan las lindezas arrojadas de “putos maricones a Gaza” o “idos con las banderitas a vuestra puta casa”. Reducirlo a un caso aislado en el último sería un error porque el ensañamiento fue tal contra una mujer trans que esta tuvo que ser ingresada en el hospital y someterse a cirugía facial para la reconstrucción de su rostro.
No es casualidad que esto se produjera durante el fin de semana de la celebración del Orgullo. Tampoco es casualidad que en esas fechas en Alicante un grupo de hombres se riera de la condición sexual y lanzara una botella de vidrio a la cara a una persona homosexual, que acabó con una fractura nasal. Por último, tampoco es casualidad que en estos días hace cuatro años se produjera el asesinato de Samuel Luiz, matado a golpes en plena calle de A Coruña al grito de “maricón de mierda”.
La crudeza de estos ejemplos pone de relieve el hilo que las une y la necesidad de seguir reivindicando y visibilizando la igualdad respecto a la orientación sexual y la identidad de género. Por ello, resulta preciso echar la vista atrás para analizar su conexión con el presente. Con Stonewall se puso la primera piedra contra la persecución a las personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales; con la Ley de Vagos y Maleantes o la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social fueron reprimidas en nuestro país, lo cual estaba unido también con un componente de clase; con el voto en contra de algunos partidos para ilegalizar las terapias de conversión y para exigir que sean consideradas delito queda patente que, aunque algunos derechos hayan sido conquistados, la lucha por la diversidad afectivo-sexual continúa con lo que queda por recorrer ante la ola reaccionaria actual.
Recientemente se acaba de cumplir el vigésimo aniversario de la aprobación del matrimonio igualitario en España, lo que constituye un motivo de celebración por el avance que supuso en materia de derechos e igualdad. Este logro se produjo por los colectivos, la movilización y las personas que se dejaron la vida y empujaron para hacerlo posible, así como por la determinación política para llevarlo a cabo a pesar de quienes gritaban en las calles contra ello, de quienes proferían todo tipo de insultos o de quienes lo rechazaron y se atrevieron a llevarlo al Tribunal Constitucional para luego beneficiarse de dicha medida. Es decir, la pugna de quienes quieren reducirlo todo al blanco y el negro o la de quienes entienden que la vida se puede concebir y desplegar mediante una diversidad de colores.
Las agresiones señaladas al comienzo no nacen de la nada. Aunque estas sean cometidas por una minoría nociva, sí que afectan a la mayoría la broma que hemos reído, el bulo que no hemos parado, las declaraciones deshumanizantes que no hemos cortado, la equidistancia en la que nos instalamos, el silencio que guardamos… Todo ello crece y se convierte de manera ramificada en humillación, miedo, aislamiento, violencia o un odio que va en aumento para seguir excluyendo, señalando lo diferente y relegando a los márgenes a personas por el simple hecho de existir y hacer visible lo que sienten.
Esto no atañe, por lo tanto, solamente a las personas LGTBIQ+, sino al conjunto de la sociedad y el propósito de construir de manera transversal un mundo más justo: en las casas incidiendo en la importancia de la igualdad, en las aulas desde el aprendizaje de la diversidad o en los medios mediante un enfoque donde noticias como estas no sean un mero suceso más entre la sobreabundancia informativa. De lo que se trata, en definitiva, es de que el orgullo de ser y vivir prevalezca frente a la visceralidad del odio.
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