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Asamblea ecologista infantil en el sur de Madrid: “Como no hagamos algo, el planeta va a desaparecer”

Actuación en el congreso que se celebra en el Teatro Municipal Buero Vallejo de Alcorcón, Madrid.

Víctor Honorato

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Por parejas, tríos, cuartetos y en algún caso la clase entera, unos 600 niños y niñas de los colegios públicos de Primaria van subiendo al escenario del Teatro Buero Vallejo de Alcorcón (Madrid) para dar cuenta de lo que han aprendido en las últimas semanas sobre el cambio climático y aquello que consideran que se puede hacer para limitarlo. Se trata del I Congreso por la Emergencia Climática, en el que participan los 24 centros públicos de la ciudad y en el que los pequeños no se andan con chiquitas. “Como no hagamos algo, el planeta va a desaparecer”, es uno de los mensajes que se vierten el lunes en el arranque, que coincide con el Día Mundial del Medio Ambiente de Naciones Unidas.

El congreso ha salido adelante por iniciativa de Nuria Hernández y Antonio González, directores de los colegios Clara Campoamor y Miguel de Cervantes de Alcorcón, respectivamente, a los que se han ido sumando los demás centros. También ha contado con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica, así como de ONGs como la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC). La experiencia sirve para que los propios estudiantes, de entre seis y 11 años, comiencen a tomar conciencia de los límites del planeta. 

Es el caso, por ejemplo, de Nnaemeka López, de 10 años. “Antes no sabía ni la mitad de cosas sobre el cambio climático”, empieza a explicar, para acabar confesando: “No sabía ni lo que era”. Al pequeño le ha dicho su profesora que será su generación quien más sufra los efectos de la subida prevista de las temperaturas globales y está estos días “preocupado”, aunque en casa ya van mentalizándose de que es necesario tomar medidas, incluso si “a los mayores no les afectará tanto”.

El Miguel de Cervantes está inmerso en el proyecto Environment Online o medio ambiente en línea (ENO), en el que participan anualmente colegios de todo el mundo y a través del cual el centro se ha comprometido a plantar un árbol por cada alumno. El Congreso pretende extender la iniciativa a todos los colegios públicos de Alcorcón como parte de sus conclusiones, entre las que también estará el mantenimiento de las ‘brigadas ecológicas’ de estudiantes que vigilan que en las aulas no se enciendan más luces de las necesarias, que en las fuentes de los patios los grifos queden bien cerrados cuando no se están usando o que todo el mundo separe adecuadamente los residuos del tentempié de la mañana.

Canciones contra el expolio medioambiental

Las ponencias dan cuenta de las primeras incursiones en el activismo climático de los más pequeños. Por ejemplo, cambiarle la letra a canciones populares de artistas como Chayanne o Shakira con mensajes de concienciación medioambiental. El ‘waka-waka’ de la cantante colombiana pasa a ser, así, un grito ecologista que arranca a niñas y niños de las butacas. Se nota la influencia del maestro, necesaria para guiar a los alumnos de los primeros cursos, cuando los estudiantes del colegio Daniel Martín empiezan a cantar una tonadilla con la música del ‘Bella, ciao’, adaptada al contexto medio ambiental. 

“El planeta no es propiedad de las empresas que contaminan ni de los gobernantes que lo permiten”, recita una niña sobre el escenario, mientras sus compañeros aplauden. Un grupo habla de la importancia del reciclaje y ensaya su aplicación al ámbito de la psicología, bromeando con una máquina de cartón piedra a la que bautizan “tristeciclador”, capaz de conseguir que las emociones bajas se conviertan en sentimientos positivos.

Detrás de la afabilidad de los niños, de su inocencia y primera concienciación ambiental se adivina la angustia de los adultos, como viene a explicar Antonio González, director del Miguel de Cervantes. En el Congreso participará el miércoles el politólogo Fernando Valladares y otros expertos, uno de los cuales confesaba a los organizadores que llegada la mediana edad le causaba zozobra pensar en los nietos que estaban por llegar. “Qué mundo les vamos a dejar”, sopesaba. 

A pesar de las llamadas de atención, las nuevas generaciones disfrutaban de la mañana en el Buero Vallejo, mostrando sus murales y trabajos expuestos en la entrada sobre el ciclo del agua, los nutrientes o la necesidad de proteger a la flora peninsular. “Si seguimos así, nos quedará un planeta horrible para vivir, será como un vertedero y la vida será marrón”, advertía, micrófono en mano, uno de los niños sobre el escenario. La expresión al aplaudir de menores y adultos, la carcajada despreocupada de unos, la media sonrisa de otros, retrataba el socavón generacional.

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