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Los barrios del sur de Madrid se conjuran contra el abandono y la pobreza

Marcha de los 7 barrios de Usera que se hizo en 2013. / FRAVM

Sofía Pérez Mendoza

De espaldas al vistoso Manzanares que atraviesa la ciudad de Madrid hay más vida. El mismo río se encuentra en su camino hacia el sur los distritos más pobres de la ciudad: Villaverde, Usera, Puente de Vallecas... El “Detroit madrileño”. Así definen el cinturón sur sus propios habitantes, organizados en redes vecinales y cansados de ser la “periferia sumidero” que sostiene todo lo que la ciudad necesita a cambio de nada. En una conjura contra ese abandono, 23 asociaciones se reúnen este sábado en la primera Asamblea por los Barrios del Sur. Un punto de inicial de empuje hacia un mismo objetivo: arrancar al Ayuntamiento el compromiso de un plan específico para que la gente mire al sur, aún cargado de estigma, como mira al norte de oportunidades.

“Tenemos zonas y recursos descuidados e invisibles, mucho que ofrecer. Exigimos que lo que se hace revierta en un beneficio para los que vivimos aquí, que dinamice estas poblaciones”, resume Silvia González, de la Asociación Vecinal La Unidad de Villaverde Este. Ella y otras decenas de vecinos y vecinas llevan un año trabajando en el diagnóstico de los problemas del ancho cinturón meridional que agarra desde abajo la ciudad de Madrid.

Más de 100 kilómetros cuadrados de superficie y medio millón de personas caladas por una tasa de desempleo y pobreza superior al resto de los habitantes de la capital. “En estas zonas hay un menor nivel de renta, asociado a una diferencia en el nivel de estudios, que redunda en menores posibilidades de trabajar y, por tanto, mayores niveles de paro”, analiza el investigador Rubén Sánchez, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III y creador, junto a Robero Losada, de una herramienta que mide la desigualdad en la ciudad.

Los resultados, empleados por el Ayuntamiento de Madrid para guiar el reparto de los fondos de reequilibrio territorial, son meridianos: la franja sur se llena de rojo frente a un norte de tonos verdes. El primer color muestra, según aumenta en intensidad, un mayor grado de vulnerabilidad de los territorios y sus habitantes. Y ese factor se define, según los investigadores, en función de los estudios, la renta media, la tasa de desempleo, el tipo y la calidad de las viviendas, cuánta gente necesita ayudas económicas y sociales... La brecha deja datos como que la renta media en El Viso (Chamartín) multiplica por cinco a la que entra en las casas de San Cristóbal (Villaverde) o San Diego (Puente de Vallecas).

El grupo de trabajo vecinal del sur, arropado por la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid, corrobora estos datos con un informe elaborado en el último año y basado en datos municipales. Según sus cifras, casi la mitad de la población de Usera y Villaverde están dentro del percentil del 20% de renta más bajo. El nivel educativo “reproduce el mismo patrón desigual”. Si la media de titulados superiores abarca en Madrid de media al 26,3%, en los distritos de Carabanchel, Usera, Villaverde y Puente de Vallecas este porcentaje se reduce a la mitad, según el citado informe.

Aquí la red comunitaria ha llegado a donde no lo hacía la red pública en los años más duros de la crisis. “Nos hemos encargado de hacer las funciones que no estaban haciendo los servicios públicos: banco de alimentos, punto contra los desahucios... Nos ha desgastado, nos hemos limitado a resistir”, asume Silvia, de 28 años y en el movimiento vecinal desde el año 2009. Silvia ha visto, relata, cómo familias de clase media se desmoronaban y otras de clase baja terminaban de romperse por la desaparición de las fábricas y de los empleos precarios en hostelería.

Vive desde que tiene recuerdos en el barrio de San Cristóbal (Villaverde Bajo). “Los 90 fueron duros por la droga, pero nos hemos criado con normalidad, nuestros barrios tienen vida, son bonitos”, reivindica. Aunque su entorno aún espera promesas de hace tres décadas. “La Gran Vía de Villaverde aún tiene accesos que no llevan a ninguna parte, nos falta una residencia de ancianos...”, enumera. Son infraestructuras incluidas en el Plan 18.000, un compromiso de inversión del ayuntamiento de Alberto Ruiz-Gallardón conseguido a base de lucha vecinal y negociación con las instituciones.

“Nos queremos como continuidad de ciudad”

En ese empuje, erigido en el Movimiento por la Dignidad del Sur, quieren inspirarse ahora los vecinos y vecinas de 2018. Víctor Renes, impulsor de la Asamblea por los Barrios del Sur y presidente de la Asociación Vecinal San Fermín, estuvo hace 30 años y está ahora. “Aquí nos hemos quedado. Los equipamientos son válidos pero seguimos en déficit en empleo, industria, formación y capacitación”, afirma. “Nos queremos como alternativa de ciudad, o al menos como continuidad. ¿Alguien alguna vez ha pensado en Madrid mirándola desde aquí y no desde el centro”, se pregunta.

Renes habla de la decadencia de la industria, de los polígonos y de su actividad productiva. En definitiva, de pérdida de empleos; de sueldos a cero. También de cómo las necesidades de la ciudad se cubren con infraestructuras de la periferia cuyo impacto de implantación se tiene poco o nada en cuenta.

Pone el ejemplo de la depuradora de la China, que lleva castigando décadas con mosquitos, ruidos y malos olores a los vecinos de Usera y cuyo desmantelamiento se perfila cerca; un intento de incineradora que paralizó la protesta vecinal; la construcción de la M-45... Y “grandes infraestructuras desvinculadas del lugar donde se insertan”, como la Caja Mágica –cerrada la mayor parte del año excepto para albergar el Open de Tenis y eventos puntuales– o la nave Boetticher, “un espacio multidisciplinar como Matadero que está infrautilizado”.

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