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Madrid-Singapur, con parada en Villaverde: robots y coches sin conductor intentan abrirse paso en la capital

Un vehículo autotripulado circula por las calles de la localidad madrileña de Las Rozas.

Diego Barcala

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Si el gran poeta de la bohemia Emilio Carrere siguiera paseando por Madrid, le dedicaría al taxi 'diésel' versos parecidos a los que escribió en 1935 en tributo al coche simón, la vieja carroza de negro charol tirada por caballos que entonces quedaba en desuso en favor de los coches que invadían la Gran Vía. “Dando bandazos por las calles/y renqueando el flaco matalón/tu negra caja charolada/fue muchas veces góndola de amor” (‘Ruta emocional de Madrid’).

La capital bohemia de 1900 era una urbe de medio millón de habitantes, y en 1935 ya contaba con un millón de vecinos y casi 2.000 automóviles. El coche corría imparable convirtiendo al pueblo de calles de tierra en lo que Miguel Delibes describiría como “un gran aparcamiento”. Los madrileños esperaron casi un siglo para encontrar a un sucesor de la nostalgia de tiempos nocturnos de Carrere. Esta vez era mujer y se presentaba a unas elecciones autonómicas: “Los atascos son una seña de identidad de Madrid”, clamaba Isabel Díaz Ayuso en 2019 con el aroma añejo que Carrere ya utilizaba para añorar duelos a pistola en El Retiro.

Desde enero es legal en Madrid hacer pruebas con coches autónomos y las startups tecnológicas, el Ayuntamiento, las grandes empresas y los amantes de la tecnología están muy esperanzados con que la nueva normativa de circulación que entra en vigor en 2022 convierta a Madrid en Singapur o San Francisco. A falta de inversión, al menos Madrid innovará en regulación. Y al más puro estilo madrileño, como ciudad plagada de contrastes y desigualdad, el sandbox (cajón de arena) se instalará en el sur, en el distrito de Villaverde.

Conviene explicar el concepto sandbox, porque los expertos aseguran que es clave. Sandbox, caja de arena en inglés, es la palabra elegida por el mundo de la innovación para hablar de laboratorio sin peligro, como los cuadrados de arena de los parques infantiles. Si se trata de experimentar con coches autónomos, el término es muy pertinente. Una conductora de Uber fue acusada el pasado febrero de homicidio imprudente en un juzgado de Arizona por el primer atropello mortal de un coche autónomo. El freno de emergencia del Volvo había sido desactivado por la empresa tecnológica y el coche circulaba a 70 km/h mientras la conductora miraba un episodio de ‘La Voz’ en su móvil. El software no reconoció a la peatona que cruzaba la calle en su bici.

La primera empresa que hará uso de esta nueva normativa en Madrid será la startup Goggo Network. A finales de enero pondrá en marcha un pequeño robot al servicio de Glovo en el barrio de Salamanca. El pequeño vehículo amarillo, fabricado en Turquía, hará el reparto en la calle de Goya. “Solo va a ir por las aceras de momento”, explica la cofundadora de la empresa, Yasmine Fage. Es de suponer que los vecinos bajarán al portal a por su pedido. Este experimento parece poca cosa para convertir a Madrid en Singapur, donde anuncian más de 900 km de carreteras para pruebas con estos vehículos, pero los implicados aseguran que el cambio de regulación, incluido en la Ordenanza de Movilidad Sostenible aprobada en septiembre por el Pleno municipal, es “un muy buen primer paso”. “El objetivo es saber cómo funcionaría a escala, y obviamente todos pensamos en el taxi, pero el primer paso será el transporte last minute”, explica Fage.

El otro pequeño proyecto piloto de coche autónomo funcionará en las 'Cuatro torres' de la Castellana. Un pequeño food truck paseará para dar servicio de comida del chef Dani García a los oficinistas. De manera experimental, el camioncito de fabricación china ha estado circulando por Las Rozas en Navidad. Su interacción con los vecinos ha sido como el de una atracción más, como la pista de hielo portátil o el tiovivo. 

“¡Que no mujer, que no lleva un tío dentro!”, le espetaba un abuelo a su mujer en plena calle Real. La vía peatonal que atraviesa Las Rozas ha sido un pequeño banco de pruebas para el Goggo Cart. Paradójicamente, el coche autónomo se ha estrenado en una localidad diseñada para el uso constante del coche particular. Una ciudad de obligada dispersión, puesto que sus fronteras son grandes vías como la A-6, la carretera de El Escorial o la M-50, que atraviesan y dividen sus núcleos urbanos. “De momento ha obtenido cada día un sold out”, comenta Fage de su experimento. Cuando se instale en las oficinas, tendrá cámaras de vigilancia interior para evitar que los consumidores se lleven toda la mercancía al abrir la puerta para recoger un simple sándwich. Para ese tipo de imprevistos están las proyectos pilotos. 

Goggo Network apenas cuenta con un puñado de empleados en sus oficinas de Alcobendas pero sí suma un gran capital detrás. Su fundador es Martín Varsavsky, conocido emprendedor que fundó la empresa telefónica Jazztel en los años 90. Este empresario argentino provocó un gran debate en Twitter en 2019 al comparar el modelo económico y social de Estados Unidos con el de España.

“¿Por qué es extraño ver vagabundos en Madrid y tan común en San Francisco cuando la renta per capital es la mitad en Madrid? (…) España no es perfecta, sus niveles de corrupción son inaceptables, la mitad de los catalanes se quieren ir, y no se producen premios Nobel, pero aquí el cáncer no significa la bancarrota, el embarazo conlleva baja de maternidad (…) EEUU es asombroso resolviendo problemas complejos de ciencia y tecnología que ningún otro país ha resuelto, pero lucha por resolver los desafíos de la vida cotidiana que todas las demás naciones desarrolladas han resuelto”. Este hilo o memorando personal está fijado todavía en lo alto de su perfil.

El debate sobre movilidad en Madrid es el hilo musical de la política local desde hace 50 años. La alcaldesa Manuela Carmena, con su impulso de Madrid Central o la peatonalización de gran parte de la Gran Vía, terminó por colocar Madrid en el mapa mundial de las ciudades que se habían tomado en serio su convivencia con los coches. Desde entonces, el mundo de la tecnología empezó a considerar a Madrid como un lugar ideal para convertirla en un laboratorio. “Nosotros, como consultoría, tratamos de identificar los grandes temas o tendencias de la sociedad para unir a las empresas y al sector público para trabajar en soluciones. Eso es lo que nos llevó ya en 2015 a pensar en fundar un hub de movilidad en Madrid”, explica Paz López, directora de Madrid in Motion, del grupo de inversión Barrabés.

Este centro de desarrollo de ideas tecnológicas fue fundado en 2019 y ha podido probar ya 17 soluciones tecnológicas con empresas como Ferrovial, Mastercard, Naturgy o el Banco Santander junto con el Ayuntamiento. “Nos dimos cuenta de que Madrid no tenía una bandera en este ámbito y sin embargo es una ciudad con mucho potencial para ello porque es suficientemente grande pero no inabarcable, es la sede de muchas multinacionales y además encontramos una voluntad institucional por hacer cosas”, explica.

Yasmine Fage, de Goggo Network, añade otros elementos para convertir Madrid en una capital mundial de la movilidad sostenible: “Hay buen clima, pocos días de lluvia o nieve, que es muy importante para probar coches autónomos y la gente tiene muchas ganas de probar cómo mejorar su estilo de vida”. 

Con esos ingredientes Madrid in Motion, que cuenta con un presupuesto de menos de un millón de euros, planteó a Madrid como el sandbox ideal para el coche autónomo y la nueva normativa municipal tratará de convertir Villaverde en el lugar ideal porque allí se encuentra la incubadora de startups tecnológicas más dinámica de la ciudad. La Nave es un centro público ideado por el exalcalde Alberto Ruiz Gallardón y estrenado por Carmena para revitalizar un distrito del sur de la ciudad. El complejo se construyó a partir de la remodelación de la antigua fábrica de ascensores Boeticher.

Al igual que el hub Madrid in Motion La Nave es gestionada por Barrabés. “Madrid fue pionera en el carsharing. Aquí se probaron todas las empresas del mundo y en La Nave hay ahora mismo 27 empresas trabajando con el Ayuntamiento. La nueva normativa es un paso muy importante porque acaba con los muros políticos y regulatorios que habitualmente se encuentra el necesario test de las ideas. Aquí tenemos un ayuntamiento que está dispuesto a probar y eso tiene mucho valor. Por ejemplo, planteamos poner puntos de recarga en el parking de la calle Serrano y conseguimos poner de acuerdo a ACS, Ferrovial y el propio Ayuntamiento. Eso vale mucho”, resume López.

Los obstáculos burocráticos para caminar hacia Singapur o Silicon Valley parecen derribarse poco a poco, pero la realidad de Madrid como ciudad desigual es un jarro de agua fría constante. El lugar elegido para el sandbox de movilidad es un ejercicio de equilibrismo entre lo pretendido y lo pretencioso. El jardín que rodea la moderna La Nave se llama Isaac Asimov y enfrente, los portales de los edificios de ladrillo de los trabajadores del polígono industrial están en la calle Perejil. El contraste entre lo moderno y lo decadente no solo aparece en el callejero. “La verdad es que cuando hacen eventos por aquí no hay mucha gente del barrio”, reconocen unos padres jóvenes que aprovechan la explanada de La Nave para dormir a su bebé.

Dos calles más arriba, un cartel anuncia en la parroquia de Santa Bibiana que el próximo reparto de alimentos se hará en la tarde del 5 de enero. Villaverde (154.000 empadronados) es uno de los distritos con mayor densidad de coches (81.800) por hogares, con 1,5 frente a los 0,85 del distrito de Salamanca (147.000 habitantes, 54.000 turismos) con mucha menor necesidad de coche particular y con 43 aparcamientos frente a los 5 de Villaverde. 

El tráfico en el viejo Villaverde, que originalmente era un pueblo industrial de las afueras de la ciudad, se caracteriza por algo tan madrileño como inventarse aparcamientos en las aceras que a simple vista no existen. Esta práctica tiene mucho que ver con que los bloques de viviendas de la zona carecen de grandes aparcamientos subterráneos. Joaquín Sabina dijo aquello de “extraño como un pato en el Manzanares” y hoy escribiría “como un Tesla por Villaverde”, que tiene uno de los parques móviles más envejecidos de todos los distritos (30.180 coches de más de 10 años). Pero el Ayuntamiento no pretende que el caótico pueblo de Villaverde albergue las pruebas futuristas. Busca hacerlo en el polígono industrial vecino a La Nave, donde proliferan los inmensos aparcamientos logísticos de empresas, como los autobuses Samar o la enorme explanada de Clicars.

El plan municipal prevé hacer el sandbox en los alrededores de la calle Acedera, justo donde acaba el Parque Empresarial de Villaverde, junto a las vías del Cercanías y las cocheras del Metro. “Será el espacio de pruebas más grande de Europa y se estima que creará entre 3.000 y 5.000 puestos de trabajo, generando una inversión de más de 300 millones de euros de grandes empresas y startups”, anuncia el Área de Innovación del Consistorio.

Falta le haría que ese plan saliese bien a esas calles del polígono. Pasear un día de diario por la calle Acedera es un experimento social poco recomendable para familias. Por los descampados habita alguna cabaña de cartones, gente sola que va a ninguna parte alrededor de las vías del tren y coches y taxis esporádicos que rondan a las prostitutas que desde primera hora de la mañana ofrecen sus servicios. Por ese entorno deprimido, depresivo y deprimente pasarán los coches autónomos de las startups y las universidades. El objetivo de las empresas que están en el ajo futurista es ambicioso: “Primero, comida y mercancías; luego, transporte público; y después, los particulares. En París rebajaron la velocidad a 30 km/h y la gente está desesperada, no quieren coger más el coche. Aquí pasará lo mismo y cuando puedas coger un coche compartido para un trayecto por 7 euros y puedas aprovechar el trayecto para descansar, y eso termine con los atascos, será masivo”, sueña Fage. Suena bien, tanto como el famoso verso de Luis García Montero: “Tú me llamas amor, yo cojo un taxi”. 

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