Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La ajetreada vida de la estatua de Lorca frente al Teatro Español: accidentes, agresiones y actos reivindicativos

Momento de reposición de la alondra en la estatua el pasado mes de mayo.

Luis de la Cruz

2

La estatua de Federico en la plaza de Santa Ana tuvo el martes una mala madrugada. No se trató de daños colaterales de ningún cliente de los muchos bares de copas que circundan el área, sino de la maniobra errada de un camión de la basura –lo difícil que debe ser manejar esos vehículos en el centro histórico–.

Los daños más visibles se hallan en la placa, que reza “Madrid a Federico García Lorca”, y en la base de la estatua, pero también se ha lesionado un poco una mano. Pudo ser peor, pues la estatua cayó al suelo y tuvo que ser levantada por los bomberos. Desde el Ayuntamiento de Madrid han declarado que la Dirección General de Patrimonio de Cultura ha encargado ya una nueva pieza para que el monumento vuelva a su ser lo antes posible.

En 1984, el director del Teatro Español de la época, Miguel Narros, pidió al Ayuntamiento la estatua por el 50 aniversario del estreno de Yerma. Fue el artista Julio López Hernández quien moldeó la estatua en bronce y en tamaño natural, con una alondra en las manos a punto de alzar el vuelo. El monumento estuvo en el Conde Duque hasta que terminaron las obras de reforma de la plaza, en los años noventa.

Desde entonces, la pequeña estatua se ha convertido en uno de los monumentos más fotografiados por los turistas y los amantes de la cultura. Su convivencia con la ciudad de Madrid ha sido de lo más ajetreada, sin embargo. Hoy se ha recordado la mala suerte de la estatua –y la ojeriza que le tienen algunos– con motivo del accidente. Tenemos muy reciente el robo de la alondra que el poeta sujeta entre las manos, sustraída en agosto de 2022 y reemplazada por el Ayuntamiento el pasado mes de mayo. El pajarillo ya había sido arrancado de las manos de bronce de la estatua en 2011.

Las afrentas en efigie a la memoria del poeta (y a todo lo que simboliza, es lo que tiene ser un icono universal) se han producido con cierta frecuencia. En 2020 colocaron una bandera española en sus manos y la acción fue difundida en redes por cuentas de extrema derecha. ¿Apropiación de su figura o mofa? Lorca, que no reivindicó más bandera que la de la libertad, dejó dicho en una entrevista:

“Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política”.

En cualquier caso, no hizo mucha gracia la imposición de la bandera entre sus seguidores. Sin sitio para la ambigüedad, en febrero de este mismo año la estatua volvió a sufrir un ataque, en el que alguien pintó en la misma la palabra puto.

Pero la vida de la estatua de Lorca es también el periplo de su celebración. Sin ir más lejos, las manos del poeta se han llenado frecuentemente de flores o libros en los meses de ausencia del ave. Durante años, se ha organizado en agosto (mes del aniversario de su asesinato) un acto de homenaje en la misma plaza con poesía y música, puesto en pie por distintas organizaciones de izquierdas. También ha sido escenario de celebraciones más institucionales, como el ciclo de teatro alrededor de estatuas llevado a cabo en 2017 (en torno a las representaciones de Lorca, Miguel Hernández y El Ángel Caído). En Santa Ana se escucharon las palabras de su Bodas de sangre.

Con motivo de la sonada huelga feminista del ocho de marzo de 2018, Federico se vistió con mandil. Una acción decoró con delantales, escobas o plumeros algunas estatuas de la ciudad erigidas a hombres, y al granadino le tocaron delantal y escoba. No era la primera vez que el poeta hacía huelga. En septiembre de 2010 el frente del Teatro Español fue escenario del comienzo de la huelga de actores y, cómo no, las banderas sindicales adornaron la estatua de Federico. Y, también, la bandera LGTBI+ ha hecho suyo el Lorca de Santa Ana en distintas ocasiones.

Este hacer que las estatuas nos hablen es una constante del activismo simbólico. Una versión reflexiva de la iconoclastia que, a veces, busca aliados en el corazón de las figuras petrificadas. Es lo que hicieron Acción Poética Retiro en abril de 2016, cuando colocaron carteles en cinco estatuas del centro de Madrid. Lorca habló a través de sus propios versos, con un texto que rezaba “Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo”.

El próximo 18 de agosto se cumplirán 87 años del asesinato de Lorca en las inmediaciones de Viznar. No tenemos su cuerpo, pero su memoria está más viva que nunca y eso hace que la estatua, en el mejor lugar posible para un dramaturgo del pueblo –una plaza, no sobre un gran pedestal; frente al teatro decano, no en un espacio político– sea también un monumento vivo. Diana de los enemigos de la cultura, pero, también, símbolo de las causas de la libertad y la palabra.

Etiquetas
stats