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Contra el edadismo del diseño urbano: por qué la ciudad caminable por los mayores es la mejor ciudad para todos

Walker rally en Oslo, reclama el centro de la ciudad para las personas mayores

Luis de la Cruz

Madrid —

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Hay un invento cuya popularización ha cambiado en los últimos años la experiencia de moverse por la ciudad. No es, como nos prometieron, el coche autónomo, ni las gafas de realidad aumentada, ni siquiera el patinete eléctrico. En plena era de la inteligencia artificial es el andador, un artefacto mecánico cuyo funcionamiento no esconde sus secretos, el que permite a miles de vecinos seguir caminando a edades avanzadas o con problemas de movilidad. Aparatos con cuatro ruedas en los que las personas mayores pueden apoyarse y empujar hacia delante. Las ruedas delanteras son orientables, mientras que las traseras son fijas. A veces cuentan con una cesta para la compra, un asiento para parar a descansar y frenos para que el andador no se caiga por una pendiente. Sencillo pero efectivo.

Es cierto que se pueden encontrar andadores de última generación, con cámaras 3D para explorar el entorno, sensores de movimiento o pequeños motores eléctricos. Pero la prueba de que este ingenio se ha extendido mucho más de lo que antes era habitual es que en 2024 una conocida cadena de supermercados lanzó su propio modelo en su sección de bazar. 

Las personas mayores se resisten a dejar de ser transeúntes pero el diseño de nuestras ciudades no se lo pone fácil. Este es un problema de primer orden porque cerca del 10% de la población mundial tiene más de 65 años. En la Comunidad de Madrid son 1,3 millones de personas.

El problema de las personas mayores con las distancias caminables en la ciudad es constante pero no siempre visible. Entonces llega una evento excepcional y lo pone de manifiesto a ojos del resto de ciudadanos. Por ejemplo: la calle de Bravo Murillo es cortada durante un par de horas para una de las carreras que, a lo largo del año, convierten en circuito urbano esta vía principal de la ciudad. La calle, que vertebra y divide en dos mitades el distrito de Tetuán, se convierte de repente en una barrera infranqueable para personas con problemas de movilidad.

Si la carrera es pedestre, los policías municipales permitirán cruzar la calle corriendo cuando no haya un grupo de corredores a la vista. Si es ciclista, indicarán amablemente que es posible cruzar a través de las bocas del metro, que cuentan con una correspondencia con la acera de enfrente. Pero cualquiera de las dos opciones se convierte en un serio obstáculo para una persona mayor, incapaz de apretar el paso, o para la que la distancia a la boca de metro más cercana se convierte en un serio contratiempo.

El sistema decimal es una representación a priori igual para todo el mundo pero un kilómetro, los mismos 1000 metros, son dos realidades muy diferentes para una persona de 80 años y para otra sana de 35. Esto se puede apreciar también en el urbanismo de los nuevos desarrollos, que llamamos PAU, articulados en torno a vías anchas, en los que los vehículos circulan a gran velocidad. La asociación A Pie explica el problema de diseño en una de sus guías:

“La longitud excesiva de los cruces genera inseguridad para el peatón y dificulta la autonomía de los niños, personas mayores y de visión reducida. Por tanto, la longitud de calzada a atravesar no debe ser superior a 12 metros o 3 carriles de circulación, aunque se admiten distancias mayores en caso de que se dispongan refugios intermedios (de al menos 2 metros de anchura)”.

¿Para quién estamos diseñando las ciudades? Típicamente, los vecinos de los barrios nuevos son personas jóvenes pero, también en demografía urbana, la edad es un sarampión que se cura con los años. Según el informe Ageing and the city: making urban spaces work for older people, de la red HelpAge, las personas mayores precisan de comunidades densas, transitables y de uso mixto, junto con una mayor inversión en transporte público. Suena muy diferente de los PAU.

En todo caso, se trata de principios de diseño aconsejados para toda la población. El pedagogo Francesco Tonucci explicó que diseñar una ciudad en la que los niños pudieran desenvolverse con autonomía daría como resultado una ciudad mejor para todos. No parece aventurado afirmar que la misma lógica podría extenderse a las personas mayores. Ellos necesitan calles menos contaminadas y más caminables, compatibles con su diabetes, las enfermedades respiratorias o cardiovasculares. Contamos con investigaciones que afirman también que las barriadas con características diversas y puntos de referencia reconocibles ayudan a las personas que viven con demencia a reconocer su entorno con mayor facilidad. Precisan también de calles sin ruidos y zonas verdes, por supuesto.

Son bien conocidos los beneficios físicos y para la salud mental que salir a la calle y caminar reportan a nuestros mayores. Por supuesto, no todo depende de la planificación urbana. En los barrios más antiguos (y entre la población más pauperizada) aún son frecuentes los pisos sin ascensor y algunos colectivos, como los mayores migrantes, se encuentran en una situación de indefensión en la calle atribuible a otros factores. Sin embargo, la adecuación de nuestras vías para que los mayores anden es un mínimo irrenunciable. Recorridos peatonales, sin obstácuos, baños públicos, zonas estanciales y bancos en las aceras son parte de una infraestructura básica que está lejos de cumplirse.

La sensibilización acerca de la accesibilidad urbana para las personas mayores ha crecido con los años, por supuesto. En septiembre de 2024 el Ayuntamiento de Madrid puso en marcha un plan para mejorar los entornos de los centros de mayores de la ciudad, por ejemplo. Pero estamos muy lejos de hacer el esfuerzo que la empresa requiere.

Según la Sociedad Española de Medicina Geriátrica, un 30% de las personas mayores caminan a una velocidad inferior a los 2,9 km/h, que indica fragilidad (un adulto sano lo hace a unos 5 km/h). Para estos mayores, la esquina de la calle puede ser un mundo. Literalmente, su mundo. ¿Os imagináis que consiguiéramos que cada una de nuestras calles dejara de ser edadista?

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