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El antiguo “oasis” vecinal de la EMT de Madrid ahora es su vertedero: piscina llena de bicis y un parking en el campo de fútbol

Basura acumulada, bicicletas hacinadas y coches en un aparcamiento oficioso en el entorno del recinto de EMT junto a las cocheras de Fuencarral.

Guillermo Hormigo

Madrid —

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Entre el el trasiego de vehículos en el Paseo de la Castellana y la central de operaciones de autobuses en las cocheras de Fuencarral, una pequeña área residencial se erige como una arcadia en medio de la urbe voraz. A la estampa bucólica contribuyen los abundantes árboles por las calles, pero también el aspecto de las viviendas bajas, con un marrón enladrillado en sus fachadas en contraste con el aspecto metálico de las Cuatro Torres que desde hace años modificaron drásticamente el paisaje en esta zona del distrito de Chamartín.

Hasta hace una década, los vecinos del barrio de Castilla disfrutaban de otro “oasis” dentro del oasis, como lo define el presidente de la Asociación de Vecinos Familiar San Cristóbal, Eusebio Casado, en conversación con Somos Madrid. Entre la propia Castellana y la calle Mauricio Legendre se levantaba (todavía lo hace, de hecho) un centro deportivo cuyas instalaciones fueron pensadas para los trabajadores de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) y sus familiares. Contaba con dos piscinas, vestuarios, un terreno de juego (durante décadas el único campo de fútbol 11 en el barrio además del Santiago Bernabéu) y hasta pista de tenis.

Pero después de 10 años de abandono, de aquello solo quedan los recuerdos. Los terrenos tienen uso dotacional, pese a lo cual el campo sirve ahora de aparcamiento para los conductores desplazados de las cocheras de La Elipa a las de Fuencarral, una situación que dura ya dos años por unas obras que aún no han arrancado. En la piscina infantil y sus alrededores están amontonadas miles de bicicletas eléctricas de Bicimad que el Ayuntamiento de Madrid retiró de la circulación con la llegada de los nuevos modelos, en enero de 2023. Vestigios de una chabola en la que se produjo un incendio meses atrás permanecen en las inmediaciones del recinto, nadie ha venido a retirarlos.

De corazón del barrio a “barrizal” entre inacción e irregularidades

Ideado por el reconocido arquitecto Secundino Zuazo en los sesenta, el objetivo de la parcela deportiva era reforzar el carácter de ciudad-urbanización de estos bloques para que la amplia plantilla de la compañía municipal “no entrase en contacto con la de otras empresas y pudiesen organizar un movimiento obrero fuerte”, argumenta Casado. Pero más allá de la naturaleza original del proyecto, el recinto se convirtió en un centro neurálgico de la vida del barrio. “Los vecinos podíamos disfrutar de las instalaciones a precios de amigo. Por cinco euros accedíamos y podíamos pasar todo el día en las zonas deportivas, o simplemente echando el rato en las mesas de una zona de merenderos”, cuenta este residente.

Este peso vecinal fue creciendo conforme los trabajadores de EMT se jubilaban sin que sus hijos continuasen vinculados a la empresa. Pero también fueron decayendo el mantenimiento y las prestaciones, que derivaron en un cierre permanente desde 2014. Con la llegada de Manuela Carmena a la alcaldía, desde la Asociación de Vecinos Familiar San Cristóbal propusieron convertirlo en un centro deportivo mixto, con la titularidad y la gestión compartida entre EMT y el propio consistorio de forma directa a través de la Junta Municipal de Chamartín. Mauricio Valiente, el edil de Ahora Madrid al frente del distrito, estudió la idea pero acabó por rechazarla. “Nos dijeron que era muy difícil”, recuerda Eusebio Casado.

La degradación comenzó a ir a más, y en los últimos años se pasó de la clausura a “convertirlo en un lugar donde el Ayuntamiento acumula vallas y otros elementos sin dar explicaciones”. Pero la indignación de este vecino hacia el Ejecutivo de José Luis Martínez-Almeida se ha intensificado con el uso improvisado que se está dando a las instalaciones para “paliar deficiencias de EMT”.

Primero fueron las miles de bicicletas eléctricas hacinadas. Aunque desde el área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad reiteran que “están controladas” y sus baterías “retiradas”, el pasado octubre se produjo un incendio en un depósito provisional de baterías en las inmediaciones del Museo de la EMT y a pocos metros de dos bloques de edificios. “Los vecinos de esos pisos se preguntaban por qué llevaban desde verano con tres camiones de bomberos al lado de sus casas. Ya sabemos la razón”, denuncia.

Nosotros entendemos que EMT tenga necesidades, pero no pueden resolverlas a costa de los vecinos del barrio

Después llegaron las molestias ocasionadas por la reconversión del campo de fútbol abandonado en aparcamientos. Los vehículos entran por un acceso en el que causan molestias de tráfico a los residentes, y además “contribuyen a la contaminación en una zona donde ya tenemos bastante con la Castellana al lado”. Hasta hace pocas semanas, los propios conductores de autobuses reconocían que el terreno era “un barrizal”, y precisamente el lodo “acaba empapando nuestras calles y nuestras aceras”, critica Casado. “Pusieron otro parking donde las antiguas pistas de tenis para que los jefes puedan utilizarlo sin mancharse de barro”, añade. “Nosotros entendemos que EMT tenga necesidades, pero no pueden resolverlas a costa de los vecinos del barrio”, dice en conclusión.

Para más inri, la parcela está reconocida como de uso dotacional por parte del propio Ayuntamiento de Madrid (este periódico ha podido comprobarlo de primera mano en los propios planos municipales), entre cuyos posibles empleos no se recoge un aparcamiento de esta naturaleza. Solo un pequeño centro de mayores que resiste a pocos metros de las bicis y los coches encaja en el uso original del lugar. Desde el Gobierno madrileño no contestan las preguntas de este medio sobre los motivos de este incumplimiento, o si hay planes para revertir la función que se le está dando actualmente al antiguo centro deportivo.

“Mientras, los propios madrileños nos tenemos que comer las bicis”, lamenta Casado. Ya le trasladó la queja en una reciente visita a la concejala presidenta de Chamartín, Yolanda Estrada. “Pero ha sido como si nada. Ella venía con sus asesores y cuando veía una farola mal les decía que tomaran nota para arreglarla. Y aquí no ha venido nadie”, protesta. No olvida la “inacción” del Gobierno de Carmena ante el deterioro de la zona deportiva, pero reconoce que en su equipo “tenían conciencia de servidores públicos”. Cree que poco queda de eso en el actual Ayuntamiento, más preocupado en “megaproyectos” que emulen a unas Cuatro Torres que hoy miran por encima del hombro cómo el corazón “familiar” de un barrio queda defenestrado.

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