He vuelto a un sitio de comer de esos donde hay mesas, sillas, gente y ¡coronavirus de Okuda!
Sí, es NAP, Neapolitan Authentic Pizza, uno de sus locales en Madrid, aunque haya nacido en Barcelona. Y sí, el establecimiento está decorado con algunas de las pinturas, tan características y coloridas, de Okuda, nombre artístico de Óscar San Miguel Erice. Bueno, para acompañar, algo de música de Pino Daniele que, aunque no me encanta, es realmente un emblema de la ciudad partenopea. La canción dice que está loco, rasgo bastante común en la población de la zona y, también, de otras áreas.
Realmente de la pizza ya he hablado varias veces, aquí de la de Luna Rossa, aquí, sobre el curso de pizza de La Hoja de Albahaca que se hizo en el barrio y aquí sobre la de Fratelli Figurati, realmente excelente.
Está claro, la pizza me gusta, es comida reconfortante, y viendo que muchos restaurantes y sitios varios no saben si pueden abrir o no tras las dificultades afrontadas a causa de la pandemia y este sí estaba abierto, pues allá fuimos.
El lugar cumple con los «santos preceptos pizzeros» y presenta horno de leña de Stefano Ferrara, uno de los tradicionales en Nápoles, en este caso, con salida de humos al infierno, creo, visto cómo se retuerce el tubo hasta encontrar una salida a saber dónde. Aquí encontráis una foto del horno y del pizzero, por supuesto, napoletano.
Seguimos con lo nuestro, nos sentamos a una mesa alta en unas sillas igualmente altas hechas de madera y hierro ex profeso para acabar la pizza e irte al galope, pedimos ½ l de agua (2 €) y una cerveza Peroni Nastro Azzurro (3 €), cerveza italiana de toda la vida, poco más que decir. La chica que nos atiende, napolitana de pura cepa, de Bagnoli, con ese instinto que caracteriza a los seres de dicha zona reconoce a M. (más de 20 años viviendo en Madrid) como un congénere y se le alegra la cara. A la gente le gusta ver a gente de su lugar de origen, es una cuestión que siempre me ha llamado la atención, yo veo a un gijonés y no siento, como dirían en Nápoles, un tuffo al cuore o vuelco al corazón, pero bueno, en general yo soy poco dada a los tuffi al cuore; es más, no sé qué me debería pasar para que el corazón se me sobresaltase, es tipo patata, me temo.
Continúo, habíamos, tiempo ha, probado la parmigiana del NAP de Lavapiés y nos había gustado, la pedimos pero no hay, así que nada, nos concentramos en las pizzas. De primero, un calzone con salami picantecalzone (9,30 €) para compartir. No es frito, es al horno y va relleno de ricotta fresca y mozarellla y, por encima, lleva albahaca, mozzarella y salami picante y un chorrito de aceite de oliva. Normalmente el calzone, pizza doblada sobre sí misma y rellena, suele llevar, además de la ricotta, cicoli napoletani, es decir, trocitos de panceta cocida y prensada, en este caso los sustituyen con salami picante. Es jugoso y el toque picante, aunque pueda parecer una guarrerida, resulta bastante bien, incluso en su contraste muy particular y algo forzado con la albahaca. En conjunto es un plato intenso, potente, abundante, vamos, muy napolitano.
Luego M. pide una pizza margheritamargherita (6,90 €), él es un fundamentalista de la pizza y como tal no suele salirse de la opción margherita o calzone. Lleva, como toda pizza margherita, salsa de tomate, mozzarella, albahaca, aceite de oliva y, oh, un intruso, parmesano, que afortunadamente no se nota. Parte central muy fina y blanda sobre la que yace el tomate, la mozzarella y la albahaca, y cornicione inflado y tostado para ofrecer el contraste texturil necesario. Aroma a leña, tacto suave y sabrosura.
Yo elijo una pizza Napoli (8,40). Con aceitunas negras, alcaparras, anchoas, tomate, orégano, albahaca y aceite de oliva, mediterránea perdida, tal vez me quisiera sentir en una cala o algo. De textura similar a la pizza margherita, esta tiene sabores más marcados entre los que predominan las alcaparras y las anchoas. El orégano está perdido. Sea como sea, está rica, aunque su contundencia y que antes me había tomado la mitad del calzone me llevan a dejar un quinto, ¡esto no me suele pasar, que conste!; nos llevamos el trozo que ha quedado para casa como si hubiéramos adoptado una mascota poco comunicativa.
No tomamos postre, estamos ahítos y permaneceremos así, y sedientos, toda la tarde.
Este sitio está bien para comer en plan jóvenes y conocidos, cercanos y/o lejanos, o si eres napolitano y te entra un ataque de ansiedad pizzera. También está bien si no has comido en tres días, con una pizza de estas puedes darte por perdido otros tres. En resumen, ¡bien, sabroso y contundente!, o, como diría un napolitano, «ottimo e abbondante».
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