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Visto para sentencia el juicio por una agresión homófoba en Gran Vía en abril de 2015

Somos Chueca

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Ayer se celebraba en los Juzgados de Plaza de Castilla el juicio por las supuestas agresiones homófobas que sufrieron un grupo de jóvenes el 26 de abril de 2015 por parte del mismo atacante desconocido: la primera en Gran Vía, una segunda cuando se dirigían a una discoteca de Chueca y la última cuando iban a comisaría a denunciar los hechos.

Fue en este último ataque donde se ejerció mayor violencia: una de las víctimas, Víctor Romero, recibió varias patadas en la cabeza. Así lo explicaron, primero a la prensa y luego al juez, tres de los cuatro agredidos (Ignacio Domínguez, Víctor Romero y Gerardo Matarranz), que desde el primer momento no dudaron en denunciar este delito de odio.

Y aunque la Policía Municipal acudió tras la llamada de los jóvenes, paró a los supuestos agresores y les tomó los datos, les dejaron marchar y ellos aprovecharon para volverles a increpar al grito de «maricones», persiguiéndoles hasta la Comisaría de la Policía Nacional de la calle Leganitos.

«Yo me lo encontré de frente y, sin mediar palabra, me dio golpe en la cara, me tiró al suelo y ya golpes en la cabeza cuando estaba en el suelo y gritos de ‘te voy a matar, maricón, la próxima vez que te vea’», asegura Víctor Romero, que tuvo que ser trasladado al hospital.

Pero no solo hubo secuelas físicas, desde un punto de vista psicológico también han quedado huellas de aquellas agresiones que aún no terminan de comprender, ataques de ansiedad e inseguridad a la hora de moverse por espacios públicos. A pesar de todo, Gerardo afirmó con valentía que «ningún golpe es suficiente para que cambie nuestra manera de pensar, sentir ni de ser».

Muy diferente es la versión de Ángel Mesonero, el principal acusado, que alega que esos cuatro jóvenes se rieron de él en la calle y que le rodearon. «Uno me empuja y yo salgo del círculo. Para salir del círculo yo doy un bofetón o como queramos decirlo», explicó.

En cuanto al segundo ataque, afirma que «Ellos se abalanzan y yo doy un chuletón. En ese momento yo ni sé su condición sexual, su condición sexual la retratan cuando me llaman nazi» y, aunque reconoce que sí que ejerció fuerza física, alega que fue siempre en defensa propia: «Yo solo pegué a una, bueno, a dos: una para salir del círculo y otra cuando me perseguían, pero solo una puede estar lesionada», precisó.

La abogada del acusado, María Teresa de Dios, alega que aunque sí haya un agravante de odio y el fiscal pida para el agresor pena de arresto, multa e indemnización de 1.000 euros, se trata de un simple juicio de faltas y no por delitos (tal y como estableció el juez al aplicar el Código Penal anterior al 1 de julio de 2015) y que el colectivo gay pretende magnificarlo haciéndose publicidad de ello.

El director del Observatorio español contra la LGTfobia, Francisco Ramírez, organización que se ha personado como acusación particular, ha pedido públicamente que se incrementen las penas para este tipo de agresiones, que en su mayoría «salen gratis», así como la puesta en marcha de una Ley de igualdad de discriminación y delitos de odio a nivel estatal.

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