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Banderas del Orgullo en los balcones de #losdeRuiz: “Nuestra calle es un lugar para la libertad”

Banderas del Orgullo colocadas en los balcones de la calle Ruiz | SOMOS MALASAÑA

Somos Malasaña

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Publicamos a continuación la carta de los vecinos de la calle Ruiz, con la que respondieron a varias cuestiones remitidas por el periódico sobre la vistosa decoración de sus balcones, que lucen decenas de banderas arcoíris desde hace días. Además de responderlas, también relatan cómo el confinamiento ha cambiado su relación en untexto escrito por Laura Mundo.

Tres meses después de la declaración del estado de alarma, los vecinos de la calle Ruiz sonreímos al recordar cómo hizo falta un gesto de apoyo nacional a los sanitarios para que, aplaudiendo desde nuestras ventanas y balcones, empezáramos a reconocer a las personas con las que habíamos convivido portal a portal en la calle o puerta con puerta en el mismo edificio. El confinamiento y las pésimas noticias que durante semanas llenaron los salones y las casas de todo el país han provocado que, sobre todo a través de las redes sociales, se ensalzara nuestra capacidad de resiliencia. Al mismo tiempo, se apostaba por que el individuo, frente a situaciones críticas, saldría convertido en un mejor ser humano. Por nuestra parte, ¿cómo responder a si somos mejores, iguales o peores personas que hace tres meses? Sabiendo que, desde Divino Pastor al Café Ruiz, ahora, somos mejores vecinos y vecinas.

Después de los aplausos comenzamos preguntándonos nuestros nombres, qué habíamos preparado para comer o cenar y a qué nos dedicábamos. También, poco a poco, empezamos a descubrir cuál era nuestra situación y cómo nos había afectado laboral y personalmente la pandemia. Se fueron creando así unos lazos que hasta hoy siguen protagonizando nuestro día a día. Después de algunas tertulias que se alargaban durante horas, los fines de semana tomábamos el aperitivo desde nuestras casas, sentados en las ventanas o balcones y disfrutando de ir conociéndonos sin reparar siquiera en la barrera que suponía la distancia. Durante estos tres meses en los que se ha parado la vida, parecía que solo podríamos aferrarnos a la incertidumbre e, irremediablemente, a aprender a vivir con ella, pero #losderuiz teníamos varias certezas: estaríamos allí a las 20.00 para seguir aplaudiendo y hacerlo cada día más fuerte, los sábados tomaríamos el vermut y, algún día, nos abrazaríamos.

Celebramos cumpleaños con grandes pancartas en honor a la persona cumpleañera del momento, recitamos poemas como regalo o cantamos canciones desde los balcones. Compartimos nuestros descubrimientos y avances artísticos a lo largo de la cuarentena y los instrumentos musicales amenizaron algunos de los aperitivos que, cada sábado, dejábamos en mano de la improvisación. Para las fiestas del Dos de Mayo decidimos que había llegado el momento de unirnos todavía más —si cabe— para organizar un día en el que todos los participantes de las tertulias anteriores, y quien se quisiera unir, pudiéramos disfrutar de unas fiestas inolvidables. La idea de decorar la calle surgió dos semanas antes de la celebración y marcó un antes y un después en nuestra relación vecinal: tomamos conciencia de lo que estábamos construyendo. Banderines como decoración, pregón de apertura personalizado, bingo y actuaciones musicales pronosticaron las relaciones que han hecho posible que nos hayamos vuelto a juntar para reivindicar la diversidad. Decidimos que todo nuestro esfuerzo en los meses de confinamiento no debía echarse por tierra al empezar la desescalada y que el mes de junio sería otra prueba de nuestra unión y de nuestra fuerza. Apoyaríamos y visibilizaríamos el Orgullo Gay desde el comienzo de mes.

En un principio, pensamos sustituir la decoración del Dos de Mayo por las banderas arcoíris, pero nos dimos cuenta de que estas destacarían más si las sumábamos a los banderines, así como nuestra amistad y apoyo sumaba también a medida que seguíamos organizando festividades y reivindicaciones. El primer fin de semana del mes colocamos las banderas y, poco a poco, el resto de la calle fue sumándose a la iniciativa hasta llenar de colores muchos de los balcones. Después de los meses de confinamiento en los que hemos tenido que aprender a disfrutar de nuestra casa como nunca lo habíamos hecho, a compartir momentos en la distancia a través de internet y a disfrutar del silencio, de las calles desiertas y sin coches… Hemos descubierto, sobre todo, a nuestros vecinos; hemos construido una comunidad en la que impera la diversidad. Hemos aprendido a convivir y a amar la diferencia sea esta del origen que sea: lugar de nacimiento, sexo, orientación o identidad; a disfrutar de enriquecernos con opiniones diferentes a las nuestras. Nos hemos dado cuenta de que la edad no es para nada una barrera en las relaciones vecinales, hemos descubierto a las personas que casi no conocíamos y que ahora son parte fundamental de una red de ayuda vecinal que facilita nuestra cotidianidad —si es que lo cotidiano sigue vigente— en desescalada. Nos ayudamos, nos reímos, bailamos y celebramos como si nuestro lazo hubiera comenzado mucho antes de que el estado de alarma nos invitara a conocernos mejor a nosotros mismos y a nuestros vecinos.

Para #losderuiz nuestra relación define lo que significa el Día del Orgullo Gay: Tolerancia, integración, diversidad y visibilidad. Este año, al no poder salir a las calles a reivindicar y celebrar todos los valores que acompañan la festividad del Orgullo, desde nuestra calle creemos que es más importante que nunca dar visibilidad y voz a un colectivo que, hoy en día, sigue estando perseguido, marginado y oprimido, tanto en nuestro país como en todo el mundo. Queremos seguir luchando por los derechos y la libertad de todas las personas igual que hemos defendido y celebrado nuestras diferencias. Para la calle Ruiz es importante luchar y levantar la voz a favor de la diversidad, dar la bienvenida a nuestro barrio a todas las personas que en otros contextos hayan sido marginadas, hayan estado oprimidas o, incluso, hayan sufrido cualquier tipo de violencia por parte de privilegiados.

Ahora, más que nunca, la calle Ruiz es de sus vecinos y vecinas porque con nuestras reuniones y charlas la hemos hecho cada día más nuestra: hemos decorado la calle, celebrado nuestros mejores momentos, hemos esperado y seguimos esperando ansiosos el momento de poder abrazarnos, hemos abierto las puertas de nuestras casas a gente que hace tres meses no conocíamos y, sobre todo, hemos compartido la certeza de que todos los buenos momentos juntos no han hecho más que empezar. Ahora, más que nunca, la calle Ruiz es de toda Malasaña, de los barrios aledaños, de todos los madrileños que se paran a hacerse fotos con las banderas, de todas las calles que han seguido nuestra iniciativa y poco a poco van inundando Madrid de los colores del arcoíris. Ahora, más que nunca, nuestra calle es de todas las personas que necesiten encontrar en Malasaña un refugio en el que caminar sin miedo, un refugio en el que, con la cabeza bien alta de Orgullo, encuentren ondeando en el cielo unos colores que señalan un lugar donde huir de la soledad de la opresión, un lugar donde se curen las heridas, un lugar de respeto, de diversidad y, sobre todo, un lugar para la libertad.

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