Cómo montar un huerto urbano en el balcón de tu casa
Bajo los adoquines (o los ladrillos) está el huerto. Esa es la premisa de la que parten los colectivos que pretenden sacar al agricultor que todos -afirman- llevamos dentro. En Malasaña, esta labor de concienciación urbano-recolectora la ejecuta desde el año pasado Rojomenta, dos ingenieras agrónomas que han puesto en marcha una iniciativa para llenar de tomates, pimientos y lechugas los balcones y terrazas del centro de Madrid.
Gracias a Rebrota Malasaña- el nombre de la iniciativa- cualquier persona puede llegar a cosechar sus hortalizas en su propia casa. A continuación te contamos los pasos a seguir, aunque recomendamos que amplíes información en los talleres de huerta y jardinería en balcones que para esta primavera ha organizado el colectivo Rojomenta.
1. Elige las semillas y plántalas
Una huerta urbana puede comenzar de las semillas del tomate o del pimiento que estás a punto de comerte. O de las que te traigan del pueblo. O de la tienda de semillas que pilla cerca de tu casa. Pero lo más importante no es dónde conseguirlas sino cuándo plantarlas. En este calendario de siembra (descárgatelo aquí, en PDF) tienes una completa relación de cuándo montar los semilleros y en qué meses recolectar.
El semillero. Ese eterno desconocido para los iniciados. Sirve para que las semillas germinen en condiciones adecuadas, aunque hay plantas que no los necesitan (es lo que se llama siembra directa). Montar un semillero es fácil, aunque puedes adquirirlo en comercios especializados. O -más sencillo- utilizar envases tan comunes como el de un yogourt o similar. Solo tienes que rellenarlo de tierra y mojarlo abundantemente en agua. Luego echarás sobre él la semilla en cuestión y depositarás encima una cantidad de tierra equivalente a la altura de la semilla (es decir, tapar con tierra ligeramente la semilla, usando el dedo en la mayor parte de los casos).
A partir de ese momento comienza la espera de la germinación de la semilla, que saldrá a los pocos días (o semanas, dependiendo de la planta) si lo mantienes en un lugar con temperatura estable (preferiblemente a unos 20ºC, es decir, dentro de casa), sin luz directa y regado con difusor (mundialmente conocido como flus-flus) una vez al día.
NOTA: si quieres saltarte este paso, adquiere en tu tienda de confianza un plantón (como se denomina a la planta, una vez que ha germinado e iniciado su crecimiento) y pasa directamente al punto 2.
2. Monta el tiesto
Si vas a hacer una siembra directa, has comprado un plantón o conseguiste hacer germinar tus semillas (¡enhorabuena!), estás a punto de comenzar a ver crecer tus plantas. Para ello has de colocarlas en un recipiente adecuado, tanto en el tamaño como en sus materiales. Si no tienes macetas, ten en cuenta al comprarlas que el barro o la cerámica ayudan a mantener una temperatura constante en la tierra, al contrario que el plástico. Además, cada cultivo necesita una cantidad de tierra diferente. Para una lechuga no necesitarás más de un litro de volumen, pero para ver desarrollarse un tomate o plantas de frutos similares tendrás que colocar una maceta de unos 8-10 litros de capacidad. Como para todo, la información específica de cada especie la podrás encontrar en internet.
Una vez que tienes la maceta, has de escoger la tierra con la que la vas a rellenar. Ten en cuenta que lo que crezca en ella te lo vas a comer, así que te recomendamos que no compres el sustrato universal más barato del mercado, que también sirve para jardinería ornamental. Marcas hay muchas aunque con certificado ecológico no tantas y hallarlas en el centro de una gran ciudad es complicado. Afortunadamente, en Malasaña tenemos la suerte de contar con multitud de grow shops (comercios que venden todo para la siembra de la marihuana). Los sustratos que encontrarás en estas tiendas suelen ser de gran calidad, además de ahorrarte el primer abonado, puesto que vienen con los nutrientes ya incluidos.
Con el saco de tierra en casa solo tienes que echarla asegurándote de que la maceta tiene capacidad para soltar el agua sobrante (generalmente con agujeros en la base) y colocar con cariño la planta, sobre la base de tierra. Es el momento de sacar tu tiesto al balcón.
3. Qué balcón elegir
Tu huerto urbano necesita dos cosas para crecer: agua y luz. La cantidad de la primera dependerá de la época del año y de lo seca que notes la tierra (con una simple observación aprenderás rápidamente a saber cuándo regar). Lo segundo es importante para cada tipo de planta, porque hay cultivos que crecen con soltura bajo el sol directo y otros que no tanto. Busca información en internet para cada caso, pero ten en cuenta que un balcón que reciba los rayos del astro rey toda la mañana o toda la tarde es un lugar estupendo para tus hortalizas.
En un balcón caben muchas macetas. Todo es cuestión de organizarte. Si adquieres tiestos altos y con formas rectas, en lugar de curvas, podrás tener más plantas en un espacio reducido. Además, algunas macetas se pueden colgar de las paredes para aprovechar aún mejor el sitio. Ten en cuenta también que si tu balcón dispone de enrejado te será más fácil atar a él las matas de los cultivos, una vez que crezcan, para poder guiarlos y que tu salida al exterior no acabe pareciendo una selva virgen a la que solo puedas acceder con machete.
4. Lee y aprende con la experiencia
El universo del huerto urbano es enorme y suele tender a infinito. Hay muchas reglas y trucos a la hora de plantar y ver crecer tus hortalizas en el balcón. Por ejemplo, hay diferentes especies de plantas que puedes colocar en una misma maceta y otras que se llevan a muerte. También existen muchas técnicas para dirigir el desarrollo de una planta y que dé frutos más hermosos (ojo a ir eliminando los chupones que van saliendo al tomate, por ejemplo).
La mayoría de respuestas específicas a tus preguntas las encontrarás en internet, en páginas y foros especializados, y otras tendrás que resolverlas con el método de ensayo-error. Suerte con ello.
5. ¡Disfruta de lo cosechado!
Uno de los mayores placeres de la agricultura en balcones es que, al final, te acabas comiendo lo que has plantado con tus propias manos. Y no solo eso: también descubrirás que los sabores de tu cosecha son totalmente distintos -y más sabrosos- que lo que adquieres cada día en el mercado (especialmente si compras en una gran ciudad)
Recoger pimientos o zanahorias de tu balcón y descubrir que toda la casa está impregnada de su aroma es un placer indescriptible, aunque en la agricultura de balcón el disfrute no está solo en el premio de la cosecha final, sino en cada una de las fases de cultivo.
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