Costanilla de San Vicente o el encanto de lo pequeño
Sólo 86 pasos de quien escribe, de San Vicente Ferrer a la calle de la Palma, unos pocos metros de cuesta que lleva a la espalda en el nombre la callecita, porque una costanilla es una calle corta de mayor declive que las cercanas (y poca entidad como para denominarse cuesta).
Tenemos noticia de una primera – y tosca – urbanización hacia 1710. Sse conocía entonces como calle de San Gregorio y, suponemos que por compartir denominación con otras dos calles en la ciudad, cambió su nombre al actual en 1835.
El origen del nombre coincide con el de su hermana mayor, San Vicente Ferrer, aunque la calle tuvo cierta entidad (llegaba entonces hasta la calle de San Miguel, hoy Daoiz), como se entiende en este interesante pasaje sobre los orígenes de la zona de Antoni de Capmany que hemos encontrado en la prensa de 1863, y que pasaría a formar parte de su famoso libro sobre las calles de Madrid:
“Cerca de la posesión de las Palmas estaba el Humilladero de San Vicente mártir, desde el cual habia una cuesta prolongada que bajaba hacia el arroyo llamado de Matalobos, muchos árboles y carrascales hab,ía también por aquel sitio muy solitario y espuesto (sic), en donde se criaban muchos lobos, objeto de las salidas de los cazadores. Después, andando el tiempo, se levantaron algunas casucas de pobre aspecto y guaridas de gentes sospechosas. Por allí asomaban los montes de las labores de Fuencarral, y a lo lejos se divisaban algunas haciendas de campo y cabañas de labradores.
Pero sucesivamente fueron construyéndose casas y se pobló aquel barrio siempre de gente artesana, y fué también cuna de las joviales manolas del cuartel de Maravillas, y de los intrépidos muchachos tan diestros en la pedrea, y de las comparsas de tambores y coplas por el tiempo de Navidad, conocidos por Los chicos de la Costanilla de San Vicente“.
Hoy la pequeña calle es un paso poco transitado y con casi ninguna actividad comercial, agitado solamente por la juventud de los estudiantes de la veterana Escuela de Artes y Oficios de la calle de la Palma, donde desemboca. Ocasionalmente, alguna de las obras de arte de los alumnos de la escuela donde estudiara Rosa Chacel adorna sus muros.
Un poco más bajo y más sobrio que los pisos de alrededor, aunque de similar antigüedad, llama la atención el número 4 de la calle. Recientemente el edificio, una corrala del año 1900, se ha convertido en un coqueto hotelito que ha mantenido la característica estuctura “de corredor” de estas tradicionales casas del madrileñismo más modesto. El cambio de uso del inmueble ha sido posible por un Plan Especial de Ayuntamiento.
La Costanilla de San Vicente es un escueto paso que la tranquilidad y los arbolillos ornamentales en flor convierten en una esquina agradable en el barrio. Una de esas cuyo nombre no viene nunca a la cabeza pero gusta de caminar en sólo 86 pasos.
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