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El viaje de Ana y de Cristina: “El camino no es quedarse”

Antonio Pérez

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Cristina Pérez y Ana Garnelo son dos vecinas de Malasaña que pronto pasarán a ser 'ex' nuestras. El 7 de mayo tomarán un avión a Quito y comenzarán un viaje que las llevará a recorrer Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina. Abandonan el barrio, la ciudad y el país cansadas de encadenar 'infratrabajos' y de no tener perspectivas de mejora laboral ni a corto ni a más largo plazo. Lo harán sin billete de vuelta y sin plazos para un hipotético regreso. Para costearse el viaje ponen a la venta todas sus posesiones. Este martes, miércoles y jueves, de 19 a 23 horas, organizan un 'Mercadillo Salvaje'en el café La Paca (Valverde 36). Catarsis y remate de su vida anterior en busca sino de un futuro al menos de una experiencia vital enriquecedora, en busca de “algo que contar”.

Libros de todo tipo, discos, relojes, collares, ropa, cualquier objeto que mereciera algo la pena -más allá del valor sentimental de las cosas- de cuanto poseen forma la base de este mercadillo cuya idea se gestó hace mes y medio y que aunque tiene como objetivo recaudar algo de dinero tiene mucho más de reivindicativo.

Los porqués de Ana y de Cristina

Los porqués de Ana y de Cristina

“Acumulamos demasiadas cosas, somos adictos a las compras, a crearnos necesidades y dependencias que, a gran escala, nos han llevado a un consumo desmedido y a un sobreendeudamiento que tiene su parte de responsabilidad en la actual crisis económica. Es increíble el apego que se le puede coger a un trozo de tela. Poner a la venta nuestras posesiones ha resultado difícil, pero creemos que es algo necesario para mirar adelante”. Quien así se manifiesta es Cristina, licenciada en Publicidad hace dos años y con un Master en Dirección de Arte y Creatividad, estudios que sólo le han permitido ir encadenando prácticas mal remuneradas en distintas empresas.

Ana, la otra mitad de esta historia, terminó sus estudios de Periodismo hace también dos años y arrastra una experiencia laboral en su propio sector parecida a la de su amiga: “Entiendo que las prácticas en las empresas son razonables durante un periodo de tiempo, pero no de por vida y encima ahora con la reforma laboral se va a poder estar encadenando contratos de este tipo hasta los 30 años. Es una forma barata de conseguir trabajadores, inútil y frustrante cuando llega un momento en el que ves que no vas a progresar más”.

El discurso de Cristina y de Ana es de una coherencia incontestable, como las razones que aportan para el paso adelante que están a punto de dar. Si nos apresuráramos a encasillarlas como parte de esa generación de jóvenes bien preparados a los que la situación económica del país empuja a buscarse las castañas lejos de una España con unas cifras vergonzosas de paro juvenil, erraríamos. Su rebeldía va más allá, apunta al sistema y a los valores de nuestra sociedad y está llena de esperanza, aunque sólo sea por el simple hecho de ser activa. “Lo peor de esta crisis es que a lo máximo que aspiramos es a que pase para volver a incidir en los errores que la provocaron”, dice Cristina, “para volver a endeudarnos, a hipotecarnos, a hacer que nuestra vida gire en torno al trabajo”.

Protesta activa

Protesta activa

Pese a todo, Ana y Cristina desprenden optimismo. Su protesta no es plañidera sino activa. Son unas 'echás p'alante': entre práctica y práctica, han dado clases de español, de guitarra, trabajado de camareras e, incluso, han rozado el 'éxito' empresarial con una divertida iniciativa de venta ambulante y nocturna de magdalenas caseras con las que llegaron a facturar 100 euros por jornada en las calles del barrio -“hasta los lateros chinos nos han comprado alguna”-. Aunque han sabido buscarse bien las castañas, han decidido decir basta: “Nos hemos dado cuenta de que el camino no es quedarse”.

De su carácter e iniciativa habla el hecho de que para sacar dinero para su viaje decidieron incluso realquilar la habitación de Cristina del piso que comparten y compartir ellas cama, la cual han estado incluso ofreciendo los fines de semana a turistas extranjeros a cambio de dinero, buscando ellas cobijo en casas de amigos y familiares.

El viaje

El viaje

Cuando aterricen en Quito, Cristina y Ana llegarán con simples mochilas, una guía de viaje y una cámara de fotos y otra de vídeo. Piensan documentar su experiencia vital y compartirla en la Red con quien desee acompañarlas virtualmente. Aún no tienen una dirección web creada a tal fin, pero están en ello.

En la primera etapa de su viaje (Ecuador, Perú y Bolivia) tratarán de conectar con organizaciones sociales para colaborar con ellas a cambio de alojamiento y manutención. Han hecho algún que otro contacto ya por internet. En la segunda fase (Chile, Uruguay y Argentina) del periplo tratarán de buscar oportunidades de trabajo en sus respectivos sectores. “Encontrar un trabajo de lo nuestro no es la prioridad del viaje, pero no estamos cerradas a nada. Se nos fue a todos un poco la olla con las prioridades de la vida”, aseguran. Amigas desde su etapa universitaria y compañeras de piso y de vivencias en esta época malasañera que toca a su fin, también contemplan sin dramas la posibilidad de que en su viaje el destino las separe.

(Ana Garnelo ha colaborado con Somos Malasaña como redactora. Suyo fue, por ejemplo, el artículo sobre René que desencadenó la ola solidaria que hizo que este vecino 'sin hogar' hoy luzca gafas nuevas y audífono)

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