Flor Alta 6, otro edificio en manos del alquiler turístico pirata

El hecho de que la hasta ahora desregularizada situación del alquiler turístico en Madrid es un problema real para los vecinos de las zonas más afectadas por este fenómeno invasivo se entiende a la perfección cuando nos encontramos con casos como el del edificio del número 6 de la calle de la Flor Alta, un inmueble de 1880 pegado a Gran Vía que hasta hace bien poco se dedicaba por completo al alquiler residencial.

En la actualidad, de un total de 25 viviendas sólo son ya 11 las que quedan con inquilinos fijos, mientras que el resto son ofertadas únicamente a turistas. Los resistentes han recibido, burofax mediante, la comunicación de la propiedad de que a medida que sus contratos vayan cumpliendo deberán abandonar los pisos, según datos conocidos por Somos Malasaña. No hay posibilidad alguna de prórroga de los mismos ni pactando una subida mensual de la renta.

El objetivo es claro: convertir la totalidad del edificio en viviendas de uso turístico que ya están siendo gestionadas por L&H Apartments, empresa que incluso ha colocado una recepción en la entrada del edificio. Flor Alta 6 es ya, de hecho, un hotel encubierto.

Que el edificio tenga uso residencial y que, en consecuencia, según el PGOU, no se pueden realizar en él actividades económicas del tipo de las que se están ya llevando a cabo parece no tener importancia. La impunidad con la que hasta ahora se ejercen estas prácticas contribuye a vaciar de vecinos el centro de la ciudad.

El Ayuntamiento, tal y como avanzó en primicia el miércoles Somos Malasaña, ultima un plan que en la práctica servirá para realizar una “ilegalización masiva” de viviendas turísticas, que hoy en día permanecen en un limbo alegal. En este plan, los edificios que para dedicarse por entero al alquiler turístico precisarían de un cambio de uso no tienen cabida, según los responsables municipales. Al menos, no tienen cabida en la zona en la que se encuentra Flor Alta 6.

El agujero legal vigente en el ámbito madrileño en torno al alquiler vacacional y la descoordinación y la discordancia entre las posturas que sobre el tema mantienen Ayuntamiento y Comunidad de Madrid han creado un coladero que muchas empresas están sabiendo aprovechar. Las administraciones se mueven lentas en comparación con la rapidez con la que lo hacen los mercados. Sin embargo, el concejal de Centro, Jorge García Castaño, se ha mostrado contundente con estos casos: “Si la vivienda es residencial, los propietarios o compradores en ningún caso van a poder obtener una licencia de uso turístico u hostelero”. Con respecto a edificios enteros donde se puedan estar produciendo casos de acoso inmobiliario, Castaño indica: “Al Ayuntamiento le va a ser más fácil ejercer la disciplina urbanísitica y empezará por estos lugares”. Flor Alta 6 ya está en el punto de mira municipal.

De visita en el hotel pirata

De visita en el hotel pirata

Este redactor queda con parte de los vecinos afectados de Flor Alta 6 a las 11 de la mañana de un día laboral en la vivienda de uno de ellos. Llamo al telefonillo de la puerta del edificio y, ante mi sorpresa, me abre en persona la recepcionista de la empresa L&H, una señorita uniformada e identificada con su nombre en la camisa. Me confunde con un huesped y le explico que no, que voy a visitar a un residente. En la entrada del edificio hay una recepción montada en toda regla, como la de cualquier hotel, con logo de L&H Apartments vinilado en la pared e información turística y de las horas de 'check in' y 'check outs' correspondientes sobre un mostrador. Por detrás de éste, ajetreo de limpiadoras ('kellys') que manejan aspiradoras y bultos con ropa de cama. Del ascensor que espero coger sale una familia de turistas: padre, madre y dos niños pequeños. La recepcionista les resuelve en inglés las dudas sobre qué dirección deben tomar para ver tal o cual cosa mientras que yo me dirijo hasta la última planta del edificio.

Francisco Expósito vive en el 5º B de Flor Alta 6 desde hace 4 años. Su contrato de alquiler finaliza el 1 de julio y deberá marcharse. Aún así es uno de los vecinos más beligerantes con lo que está sucediendo en el edificio. Por su apartamento de no más de 40 metros cuadrados ha estado pagando 610 euros mensuales. Cuenta que lo cogió cuando estalló la burbuja inmobiliaria y que pudo negociar una buena renta. Aunque para su caso ya no haya solución, afirma estar dispuesto a denunciar: “Quiero cerrar el chiringuito este que tienen montado. Están haciendo que suban los alquileres en Madrid, son competencia desleal para quienes sí cumplen con toda la normativa y, además, están alojando a personas sin ningún tipo de control y sin cumplir unas mínimas normas de seguridad. En este edificio la mayoría son apartamentos de un dormitorio y estudios. Sólo los cuatro exteriores tienen dos habitaciones y un quinto tiene tres. Por la distribución laberíntica que tiene el edificio es una ratonera en caso de que suceda algo”.

La propiedad de todo Flor Alta 6 es de una empresa familiar, Art Building Art Building. Según ha podido averiguar Francisco, al parecer, los propietarios habrían firmado un contrato privado con la empresa L&H Apartments por 10 años, mediante el cual esta firma comercializaría y explotaría en exclusiva las viviendas del inmueble alquilándolas a turistas. El mantenimiento del edificio seguiría siendo cosa de la propiedad, pero L&H se habría comprometido a pagar mensualmente a Art Building una cantidad por cada una de las viviendas que, en el caso de la de Francisco, muy bien podría ser del doble de lo que él venía pagando.

Manuel Expósito, otro de los vecinos del inmueble, vive en el 4ºB y se encuentra en idéntica situación que Francisco. Su contrato también vence el 1 de julio y ya piensa en su próxima marcha. Por su apartamento, sin luz natural, paga actualmente 590 euros. L&H oferta una estancia en este mes de mayo en un apartamento igual al suyo del mismo edificio desde 82,5 euros la noche, sin posibilidad de reembolso en caso de anulación de la reserva.

Diana Castro y Juan Lopo también saben que sus días en Flor Alta están contados, aunque ellos aún tienen algo más de margen, dado que su contrato no cumple hasta agosto de 2019. En su caso, el burofax en el que se les informa de que no se les renovará el alquiler lo han recibido con mucho tiempo de antelación. Llevan siete años en el edificio y por sus 40 metros de piso, más 20 metros de terraza, pagan 850 euros mensuales.

Como estos vecinos hay aún en el edificio otros ocho afectados y, entre ellos, un caso singular: el de una señora mayor que vive en este enclave desde hace 48 años y que será la única a la que los propietarios no podrán echar. De seguir adelante los planes de la propiedad y de la empresa explotadora, esta afortunada, sin embargo, se vería condenada a vivir permanentemente entre extraños. “¿A quién irá a pedirle la sal en caso de necesidad?”, comentan medio en broma algunos de los afectados.

Tras hablar con los vecinos, decido bajar andando hacia la calle. El ascensor está ocupado por las limpiadoras de L&H. Me acompaña Francisco. Es casi la hora tope para que los huéspedes dejen las habitaciones y las aspiradoras echan humo a juzgar por el ruido que hacen en cada planta. Durante el descenso nos cruzamos con dos personas. No saludan. “Son turistas”, informa Expósito. “Aquí nunca sabes con quién te vas a encontrar. El ajetreo de maletas es constante, aunque sólo una vez tuve que llamar a la policía por ruido insoportable. Fue cuando alojaron en el edificio a un instituto entero de adolescentes de unos 16 años y a las cuatro de la madrugada tenían montada una fiesta infernal”.

Al llegar a la recepción, encuentro en ella numerosas maletas. Una chica joven está haciendo el 'check in' y la puerta del edifico está abierta, sujeta con una gran saca. Aparcada justo en la entrada, una furgoneta en la que un hombre carga los bultos de ropa sucia que deberán limpiarse para la llegada de próximos turistas a este 'hotel'.

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