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El tropiezo real de la consejera de Cultura de Madrid: Rivera de la Cruz confunde al rey que inauguró el Prado

La consejera de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz, en el acto de este martes

Peio H. Riaño

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Marta Rivera de la Cruz quiso recordar “a tantos hombres y mujeres anónimos que pusieron su trabajo al servicio del Paisaje de la luz”. Así arrancó la intervención de la Consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid en el Palacio de Cibeles, donde este martes se celebró la inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco del Eje Prado-Retiro. Rivera de la Cruz quiso homenajear a los trabajadores cuyo nombre no pasará a la historia, a los funcionarios y funcionarias que prepararon la documentación del proyecto aprobado este domingo, pero también a los jardineros y canteros que participaron a lo largo de los siglos en el montaje de este paisaje urbano, verde y cultural. “A todos los que hicieron de este eje la prueba de que el ser humano es capaz de concentrar en un espacio muy pequeño toda la belleza y toda la sabiduría que hacen que La Luz le gane las batallas a las tinieblas”, dijo la consejera.

El problema llegó cuando puso nombre y apellido a la historia y pasó de los operarios a los reyes: “Al hombre que colocó el primer cuadro de un museo que Carlos III (1716-1788) quería que fuese el mejor del mundo”. Sin embargo, como puede leerse en la web del Museo del Prado, el edificio diseñado por Juan de Villanueva, en 1785, como Gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III, hoy es la sede de la pinacoteca nacional gracias a la visión de la reina María Isabel de Braganza (1797-1818), esposa de Fernando VII (1784-1833). La reina, veinteañera, fue la visionaria en reunir todas aquellas piezas abandonadas en los sótanos del Monasterio de San Lorenzo para que fueran contempladas y admiradas. Su primer pensamiento fue el Palacio de Riofrío, pero Goya se lo desaconsejó. Mejor, exponerlas en Madrid. María Isabel no lo vio inaugurado: la reina muere en su segundo parto, y el rey –más interesado en los prostíbulos que en las cuestiones artísticas– asume la tarea de destinar este edificio a la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas.

El Real Museo, que pasaría pronto a denominarse Museo Nacional de Pintura y Escultura y posteriormente Museo Nacional del Prado, abrió al público en 1819. Es decir, “el hombre” al que se refería Marta Rivera de la Cruz que colocó el primer cuadro del museo no estaba a las órdenes de Carlos III, sino a las de su nieto y más de tres décadas después del momento en el que la consejera de Cultura ha ubicado la fecha de creación del Prado, la institución cultural más importante de España. Desde el departamento de prensa de la Comunidad de Madrid explican a este periódico que es “posible que la consejera se refiriese al edificio”. Sin embargo, la alusión al operario que cuelga cuadros del mejor museo del mundo parece aclarar la referencia al Museo del Prado, aunque no lo citara.

Carlos III, “pese a no ser una persona que destacase por su cultura y su interés por la ciencia, se supo rodear de personas de gran competencia y honestidad, algo para lo que el monarca siempre tuvo una gran perspicacia”, se explica en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. A pesar de que el papel desempeñado por Carlos III en las colecciones reales de arte y en la protección del patrimonio es incuestionable, fue este monarca al que llamaron “ilustrado” quien dio la orden a Rafael Mengs de seleccionar y retirar de su colección los cuadros que considerara lascivos. Lo impúdico desataba su ira, que amenazaba con apaciguar en una hoguera. El conocido como “mejor alcalde de Madrid” casi hace desaparecer Las tres Gracias, de Rubens, Hipómenes y Atalanta, de Guido Reni, o las versiones de Venus y Adonis, de Tiziano, Veronés y Carraci. Por fortuna todas las obras que contenían desnudos fueron trasladadas, ocultadas y salvadas en la Casa de Rebeque, en el extremo del Palacio Real.

En noviembre de 1776 abrió sus puertas al público el Real Gabinete de Historia Natural de Carlos III. Su autor, Juan de Villanueva, también lo fue de los vecinos Real Jardín Botánico (1755) y Real Observatorio Astronómico (1790), cuyo papel en la inscripción de la Unesco ha sido fundamental, al concebir un conjunto conocido como la Colina de las Ciencias. En 1808 el edificio del Prado, tal y como lo conocemos hoy, estaba a medio construir. La invasión napoleónica terminó por destruirlo: fue utilizado como cuartel y el plomo de las cubiertas como material para fabricar proyectiles. La reforma que hizo Fernando VII para destinarlo a museo de bellas artes alteró la estructura original. En 1815 se crea el Real Museo de Ciencias Naturales de Madrid (actual Museo Nacional de Ciencias Naturales) y absorbe los fondos del Gabinete.

Rivera de la Cruz fue la última personalidad en intervenir y antes que ella hablaron, por este orden, la delegada de Cultura, Andrea Levy, la vicealcaldesa, Begoña Villacís, la coordinadora del expediente de la candidatura, Mónica Luengo, la ex alcaldesa, Ana Botella y el ministro de Cultura, Miquel Iceta, que reconoció la buena suerte de llevar 15 días en el cargo y celebrar esta buena noticia. Todos se preguntaron el motivo por el que Madrid ha tardado tanto en incorporarse a la preciada Lista y de hacerlo, además, como el primer paisaje urbano europeo. El proyecto ha atravesado los cambios políticos en la ciudad desde 2014 hasta lograr la inscripción número 49 de España en la Unesco, a propuesta del PP y con la representación del embajador del PSOE.

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