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Prueba del ID.3, abanderado de la nueva Volkswagen eléctrica

Volkswagen ID.3.

Pedro Urteaga

Como un Golf del siglo XXI, el ID.3 es el abanderado de la transformación de Volkswagen en marca eminentemente eléctrica, proceso en el que la firma alemana se ha embarcado con una fe y un músculo financiero sin parangón en la industria. En cierto modo, se trata casi de comenzar de cero, y de ahí que el nuevo coche del pueblo -movido ahora por baterías- no se parezca demasiado a los Volkswagen a que estábamos acostumbrados a pesar de ser también, indiscutiblemente, uno de ellos.

Una de las primeras diferencias la encontramos con solo echar un vistazo a las posibilidades de configuración mecánica del coche, pues el cliente debe escoger la capacidad de la batería y la potencia del motor eléctrico, y dentro de esas combinaciones de batería y motor, elegir entre distintos acabados o niveles de equipamiento.

Para no liar demasiado al lector, diremos que hemos tenido ocasión de probar la edición de lanzamiento del ID.3, llamada 1st, que incorpora un motor eléctrico de 204 caballos y la batería de capacidad intermedia, 58 kWh, cuya autonomía en ciclo WLTP está fijada en 425 kilómetros. En el momento de la recogida, la cifra que anunciaba el cuadro de instrumentos era ligeramente más corta: 372 kilómetros.

Merece la pena detenerse un momento en las sensaciones que transmite a primera vista el primer vehículo 100% eléctrico de Volkswagen. Es un coche de 4,26 metros de longitud, casi la de un Golf, pero que por sus formas redondeadas parece más pequeño. En la calle llama la atención por ser una silueta diferente de lo acostumbrado y por el sonido característico que emite -por seguridad- cuando circula a baja velocidad, hasta 30 km/h.

La misma impresión de novedad deja el habitáculo, de vocación claramente minimalista y, en el caso de la versión probada -decorada en color blanco-, de aire coqueto y alegre. Lo primero que sorprende es que, al regular la posición del volante, movemos solidariamente el pequeño cuadro de instrumentos de 5,3 pulgadas y, a su derecha, el apéndice en que consiste el selector del cambio automático.

Por seguir la comparación con el Golf, al que replica dentro de la gama eléctrica de la marca, el ID.3 tiene los asientos en posición más elevada, lo que resulta más cómodo a partir de cierta edad, pero estos se antojan de menor calidad -sí, desde luego, de menor sujeción-. Esto nos da pie a señalar el carácter desigual que caracteriza a la terminación del coche, donde comparten espacio materiales de buen aspecto con otros que desentonan en una marca que ha fabricado modelos realmente soberbios en cuanto a su factura final.

Ciertos estudios recientes apuntan que las marcas de coches eléctricos -algunas de relumbrón y cuyo nombre no mencionaremos- tienden hoy a escatimar en el coste de piezas y materiales cuya calidad se había aquilatado ya en los vehículos de combustión y a dedicar esos recursos a adquirir las baterías -su elemento más costoso-, y ese podría ser el caso del ID.3 a la vista, por ejemplo, de los plásticos que cubren la parte superior de los paneles de las puertas.

El diseño minimalista es otra de las elecciones que cuesta aprobar cuando no redunda en la comodidad y la seguridad del usuario. No cabe duda de que el habitáculo resulta limpio y despejado, pero es a costa de agrupar todas las funciones en la pantalla central, incluidas las de audio y climatización.

El afán de suprimir mandos llega al extremo de colocar en la puerta del conductor solo dos interruptores para manejar las cuatro ventanillas. Si se quiere accionar las delanteras o las traseras hay que pulsar un conmutador táctil donde se lee Rear (detrás) y que no funciona siempre bien a la primera, además de que exige desviar la vista para comprobar si está activo o no.

Por lo demás, el habitáculo del ID.3 resulta espacioso tanto en las plazas delanteras, donde la atmósfera es diáfana, como en las traseras, en las que la cota menos brillante es la de anchura. El maletero dispone de 385 litros de capacidad, de nuevo parecida a la del Golf, que no se ve ampliada por el hueco, comúnmente para guardar los cables de carga, que otros eléctricos tienen en el vano delantero.

Gran eficiencia y autonomías reales

Una vez en marcha, el eléctrico alemán muestra no solo elevada capacidad de aceleración (pasa de 0 a 100 km/h en 7,3 segundos), sino también la gran agilidad que le proporciona su tracción trasera. El emplazamiento del motor eléctrico en el tren posterior se traduce además en un diámetro de giro de solo 10,2 metros entre paredes, y las baterías alojadas en el piso del coche hacen el resto en lo tocante a comportamiento aplomado y seguro.

Sin duda el aspecto más logrado del ID.3 nos ha parecido la eficiencia que demuestra su sistema eléctrico, gracias también a que el peso del coche no es excesivo (alrededor de 1.800 kilos). Prestando cierta atención a recuperar energía en deceleraciones y frenadas, algo que podemos forzar colocando el selector del cambio en la posición B (Brake), es fácil lograr un consumo en ciudad y alrededores de apenas 14 kWh/100 km, y merced a ello los kilómetros de autonomía reales llegan a superar a los indicados en el panel de instrumentos.

En carretera la situación cambia pero no en exceso, porque a un ritmo de sostenido de 120 km/h el gasto de energía no suele pasar de 17 kWh/100 km. De media, el consumo se sitúa por debajo de 15 kWh/100 km, con lo cual hemos podido recorrer 266 km y reservarnos energía para otros 103: el resultado suma prácticamente los 372 kilómetros previstos inicialmente.

El mejor aliado de la eficiencia en el ID.3 es el empleo, en ciudad, de la función B y, en vías rápidas, del control de velocidad, que en la unidad de pruebas tenía en cuenta tanto a los vehículos que circulaban por delante como las señales de velocidad.

El coche está a la venta desde 32.245 euros en su acabado básico, con motor eléctrico de 150 CV y batería de 45 kWh. Prácticamente todas las versiones pueden acogerse a las ayudas del Plan Moves III, de modo que puede aplicárseles una rebaja de 7.000 euros si se achatarra un vehículo antiguo y de 4.500 euros en caso de no entregarlo.

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