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Prueba del Peugeot e-208, un eléctrico para gozar al volante

Peugeot e-208.

Pedro Urteaga

Después de haber tenido un contacto relativamente extenso con el primer turismo eléctrico de Peugeot, el e-208, el pasado verano -aunque la prueba no pudo ser exhaustiva por razones que no viene al caso detallar-, la marca francesa nos ha brindado la oportunidad de refrescar aquellas primeras impresiones en su reciente presentación de los servicios conectados y de posventa para sus modelos electrificados.

Los recorridos casi exclusivamente urbanos que realizamos entonces a bordo del e-208 los hemos podido complementar ahora con una prueba por carretera gracias a la cual disponemos de datos más concluyentes sobre sus prestaciones y consumo. Como ya es bien conocido, los vehículos eléctricos dan lo mejor de sí en términos de eficiencia cuando ruedan en tráfico urbano, todo lo contrario que los de gasolina o diésel, y les resulta más complicado brillar cuando hay que mantener una velocidad elevada y constante en carretera o autovía.

El corazón que da vida al utilitario de Peugeot es un ya viejo conocido del Grupo PSA, ahora Stellantis: el binomio formado por un motor eléctrico de 136 CV (100 kW) y una batería de 50 kWh de capacidad que, en este caso particular, ofrece una autonomía en ciclo WLTP de 340 kilómetros en su versión con menos equipamiento.

En ciudad, el consumo que obtuvimos en verano se situó en el entorno de los 14,5 kWh/100 km, con el que resultaba fácil ajustar la distancia recorrida a la que indicaba el ordenador del coche, y en muchas ocasiones incluso superarla. Así las cosas, se concluye que el usuario de un e-208 puede conducirlo a diario sin molestarse en cargarlo más que cada tres o cuatro jornadas de uso.

La batería le otorga un margen muy amplio de utilización excepto si se trata de emprender un viaje largo. En este caso, no hay otro remedio que planificar al detalle la ruta y localizar los cargadores que nos permitan cubrir las distintas etapas, o bien recurrir a otro vehículo -de combustión interna- que proporcione mayor autonomía y facilidad y rapidez de recarga.  

No obstante, el consumo en carretera a ritmo moderado no es de ningún modo exagerado, en nuestra reciente experiencia de unos 17,5 kWh, con lo que la autonomía no se desvanece a ojos vistas, como sucede con otros eléctricos más grandes y pesados. Aquí nos encontramos ante un modelo de 1.530 kilos, que son muchos para un segmento B al uso, pero pocos para lo que se estila en uno de baterías.

En consecuencia, en un uso combinado del coche podremos sobrepasar seguramente los 300 kilómetros de alcance antes de recargar, y sobre todo si salimos poco de la ciudad y no sufrimos temperaturas extremas que obliguen a recurrir a la climatización de forma intensiva. Como decimos, ni los menos propensos a mancharse las manos podrán quejarse de tener que enchufarlo un par de veces por semana.

Una cuestión de sensaciones

Para extraer el máximo jugo de la carga de la batería, el conductor dispone de un modo Eco que limita las prestaciones y la función del climatizador, además de una posición específica de la palanca del cambio automático, identificada con la letra B (por Brake, freno en inglés), que fuerza la recuperación de energía y al mismo tiempo actúa como freno motor, solución esta última generalizada ya en multitud de vehículos híbridos, híbridos enchufables y eléctricos puros.

Incluso en ese modo Eco, pero especialmente si seleccionamos los otros dos disponibles -Normal y Sport-, el Peugeot e-208 resulta un modelo muy enérgico y vivo de prestaciones, capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 8,1 segundos y de dejar atrás sin miramientos a casi cualquier matón de semáforo.

De la combinación de cuatro metros de longitud, el peso relativamente ligero antes referido, la potencia más que suficiente y unas baterías que, situadas en el piso del coche, actúan como lastre que lo mantiene pegado al suelo, obtenemos un coche compacto -pero no demasiado- que reacciona con ímpetu, sumamente ágil en ciudad y que regala una experiencia al volante de lo más placentera, sobre todo si contamos con la energía suficiente en la batería para elegir el modo Sport y olvidarnos por un rato de una conducción centrada en la eficiencia.

Parte del éxito del 208, en todas sus variantes de motor, se debe sin duda alguna a su diseño exterior coqueto y atractivo, y también -ya de puertas adentro- a su vistoso salpicadero en el que destacan el Peugeot i-Cockpit, con su logrado efecto 3D según versiones, y las teclas de tipo piano ubicadas en la consola central.

Igualmente tienen una legión suficiente de adeptos -entre los que no nos contamos- tanto el volante de pequeño diámetro como su posición, que incluso en su punto más elevado queda demasiado bajo para nuestro gusto y deja el cuadro de instrumentos completo por encima del aro, cuando lo común -aunque no necesariamente mejor- es verlo enmarcado en su cuadrante superior. La pantalla central está orientada hacia el conductor en un grado más acusado de lo habitual.

Poco cabe reprocharle al e-208 en lo tocante a calidad y ajuste de los materiales del interior, que nos parece notable, ni a la habitabilidad, que es la esperable en un modelo de este tamaño. La presencia de la batería de alto voltaje sí se cobra un cierto peaje en forma de pérdida de capacidad de carga: los 309 litros de volumen de maletero de las versiones térmicas se convierten en 265 en esta de propulsión eléctrica.

Finalizamos con la obligada mención al precio, que parte de 29.950 euros -por debajo de la barrera psicológica de los 30.000- en el acabado Active y alcanza los 34.100 euros en el más equipado y deportivo GT Pack. Tanto estos como los intermedios Allure, Active Pack, Allure Pack y GT llevan aparejado el distintivo Cero emisiones de la DGT, con los beneficios que ello representa.

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