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Qué mundo tan maravilloso

La escritora Lola López Mondéjar

Ramona López

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En su discurso de aceptación del Nobel, el escritor Kazuo Ishiguro dijo, refiriéndose a las ficciones literarias: “[…] Para mí lo esencial es que transmiten sentimientos, que apelan a lo que compartimos como seres humanos por encima de fronteras y separaciones”. Traigo aquí esta cita porque es algo que está presente en cada uno de los relatos del último libro de Lola López Mondéjar, 'Qué mundo tan maravilloso'. Se agradece una propuesta que explore lo profundo del ser humano, que acuda incluso a los ritos, la magia, la sacralidad, en una época donde todo mito comienza a ser sustituido por su remedo decorativo.

Necesitamos relatos que alumbren, como luces fugaces en mitad de una densa oscuridad, las cuestiones que nos planteamos los mortales; las preguntas persistirán, la oscuridad permanecerá, pero ahora sabemos que la luz no es sólo una vaga esperanza. Necesitamos historias que nos recuerden que tenemos un alma humana.

Así, en Si empezásemos a pensar con el corazón, un mismo lugar, un peñasco sagrado, convoca lo profundo, la vida, la muerte, la esperanza y la desesperanza de tres mujeres en tres épocas distantes. Un único escenario para tres vidas en apariencia completamente diferentes pero atravesadas del mismo modo por aquello que nos hace iguales, atravesadas por lo humano.

En el caso de La Sibila de Cumas, el lugar sagrado provoca la revisión de la propia vida de la protagonista del relato, un relato que nos habla de lo engañosos que pueden llegar a ser los deseos y nos hace preguntarnos si sobrevive el amor a la convivencia, al tiempo, a la rutina. La cita de Virgilio que introduce este relato: “A través de ellas sale, en son de oráculo / la voz de la Sibila hecha cien voces” nos lleva a plantearnos que, del mismo modo, la literatura recoge la voz de la experiencia humana colectiva y la devuelve hecha cien voces, mil voces, para que no perdamos nunca la noción de lo que somos.

En Pedid un deseo de amor, hay un encuentro casual entre dos mujeres en Paris, en Forum les Halles (un dédalo, un aleph a tamaño natural donde se convoca casi todo lo existente): Marie, con la mirada constante y amorosa de su marido sobre ella, y Malak, con pañuelo, con niños, con hambre, que son iguales y tan distantes sus experiencias como si estuvieran separadas por distancias planetarias. Y sin embargo, repito, son iguales. Es una historia que comunica esperanza, esperanza en el género humano, esperanza en las mujeres.

El relato Y si seguimos queriendo hasta el final, ¿qué haremos luego? nos habla de la aflicción que queda en quienes están a punto de perder o han perdido a alguien. La experiencia del dolor por la muerte de la amiga es conmovedoramente reconocible para cualquiera que haya sufrido una pérdida, esa pérdida que nos lleva a preguntarnos qué hacemos con todo el amor que sentimos por alguien que ya no está, cuando nuestros sentimientos se convierten en una carga abrumadora que no encontramos dónde depositar. La reflexión se extiende más allá y la autora se plantea lo siguiente con respecto a la protagonista: “A sus años la experiencia de la pérdida era una señal de que seguía viva: estamos vivos, luego perdemos a los amigos sin remedio”. Hay una interpelación que surge de este relato: “Yo he sentido esto, ¿lo has sentido tú también?”, que es el diálogo que se establece entre obra literaria y lectores, la belleza de la literatura.

Este libro que, como toda buena obra, tiene numerosas facetas de lectura es también un libro de viajes. Nos habla de cómo los viajeros occidentales, llevamos con nosotros allá donde vamos, por recóndito y alejado que esté el lugar, las esperanzas, los deseos, la mezquindad, el egoísmo, el conflicto generacional, las dudas sobre la pareja, sólidamente anclados en nuestra naturaleza occidental, sin margen para escapar.

En Desconfianza vemos un grupo de aventureros cuyas historias se parecen entre sí con monotonía de vidas rutinarias. El relato, alegre y despreocupado en apariencia, está sobrevolado por una vaga amenaza que se va acentuando hacia el final; amenaza que surge de la desconfianza (desconfianza de pertenencia al mundo rico) de los viajeros hacia otro personaje cuya ambigüedad de carácter hace que nos parezca una especie de moderno Long John Silver. En Delfines rosas hay un conflicto familiar no resuelto y que el viaje, lejos de solucionar, estresa hasta llegar a hacerlo insoportable por momentos. El cuento Una nueva oportunidad es manifiestamente tragicómico. Se trata de una visión retrospectiva cargada de humor sobre la vida de un matrimonio mayor, donde lo más divertido y menos rutinario de su periplo conyugal es el final que la pareja tiene.

También la localización de los relatos (Antequera, París, Cumas, Chobe, Ha Long…) da idea de la amplia reflexión sobre la experiencia de la inmensa familia humana que hace la autora, en algún relato incluso sobre la inmensa familia que conformamos junto con los animales no racionales, como en El esqueleto de las ballenas, donde la protagonista, una perseguidora de ballenas que, más que ser el capitán Ahab desearía ser Moby Dick y cuyo final nos recuerda de forma emotiva los sentimientos que podemos compartir con los animales.

El libro finaliza con tres distopías recogidas bajo el título de 'Mundos Futuros' y en los que percibimos cómo un presente en conflicto nos podría conducir al escenario de un mundo futuro en el que se borran las fronteras de lo humano y hasta el deseo más inmaduro y autocomplaciente es susceptible de ser satisfecho (Pipa), en el que una juventud completamente individualizada, solipsista y carente de mañana comienza a suicidarse (Apoptosis) y, finalmente, donde , en el escenario de un planeta hiperpoblado, una generación que se ha sacrificado completamente por los hijos decide, sin drama, hacer el sacrificio supremo de suicidarse para que la siguiente pueda tener descendencia, (Sacrificio).

No parece, visto así, que este mundo nuestro sea realmente tan maravilloso.

Sin embargo, en el relato cuyo contenido da título al libro, Pedid un deseo de amor, nos encontramos a dos mujeres, una rica y elegante francesa, mimada por la vida, y una mujer Siria perdida en París y con dos niños hambrientos, que qué pueden tener en común. La conmovedora respuesta es que lo que tienen en común es la esencia misma de lo que somos, es su condición humana, que las lleva a mirarse, a reconocerse como en un espejo, a olvidarse de sus problemas, a comer y bailar juntas la canción de Louis Amstrong y que nos hace sentir a nosotros, los lectores, que lo que nos une a los seres humanos es infinitamente mayor que lo que nos separa y que el mundo, a pesar de todo, a veces, sí que es maravilloso.

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