Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El PSOE convierte su Comité Federal en un acto de aclamación a Pedro Sánchez
Las generaciones sin 'colchón' inmobiliario ni ahorros
Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

El abrazo de la Copa

Lucas Pérez y Manu Marín se funden en un abrazo tras la victoria ante el Valencia Basket

Olga Lorente

0

Estos días Granada se ha convertido en una ciudad más de la Región de Murcia, con motivo de la Copa del Rey de baloncesto. Ha sido mágico, independientemente de los resultados deportivos, que también han sido buenos para el UCAM CB Murcia. Allí se han dado cita alrededor de mil murcianos, que han dado color y ruido a las gradas del Palacio de los Deportes y también a las calles de la ciudad nazarí, empresarios importantes y también políticos -tanto del Ayuntamiento, como del gobierno regional-. Hacía 26 años que un equipo murciano no jugaba el torneo más bonito y especial del baloncesto español y europeo y esa ilusión y euforia se palpaba en los ojos de la gente. Los más jóvenes nunca habían vivido algo así y los veteranos anhelaban repetirlo, por eso ha sido tan emocionante. Durante el día, por las calles granadinas no dejabas de escuchar “¡viva Murcia!”. Y por las tardes/noches en la pista se le ponía a uno la piel de gallina al ver al público saltando y animando sin parar a los suyos.

Este campeonato es un escaparate para jugadores y entrenadores de cara a mejorar, económica y deportivamente, en sus carreras. Durante los cuatro días que dura la Copa pueden verse en las primeras filas del pabellón a representantes de jugadores, ojeadores de los mejores equipos del continente y de la NBA -la mejor liga del mundo-, entrenadores importantes y muchos periodistas especializados de toda la prensa nacional. Lo piensas un poco y si eres uno de los protagonistas, impresiona y da muchísimo respeto saltar a la pista con un ambiente así. Cuántas cosas hay en juego en los 40 minutos que dura un partido, tanto positivas como negativas. En este torneo del K.O, el que pierde se va a casa. Por eso, además de la parcela física y técnica, la experiencia y el control de las emociones pueden llegar a ser determinantes.

Dirigidos por un novato

Cada equipo tiene una historia detrás y la del UCAM Murcia ha sido un tanto surrealista y, emocionalmente, muy complicada. Una semana antes de viajar a Granada, el entrenador, Sito Alonso, y varios jugadores de la plantilla daban positivo en coronavirus y ponían en riesgo su presencia en la Copa. Nadie se lo podía creer, 26 años esperando este momento y todo estaba en el aire. Las PCR realizadas el sábado -cinco días antes del torneo- confirmaron que también padecía el virus uno de los técnicos ayudantes de Sito, Óscar Lata. Ambos tenían que aislarse en sus respectivos domicilios hasta superar la enfermedad, mientras que los jugadores que estaban disponibles debían entrenar para preparar el campeonato. Es entonces cuando se hace cargo del equipo Lucas Pérez, un cartagenero de 29 años, hasta ese momento parte del cuerpo técnico. Lucas es graduado en filosofía y hasta hace tres años, que lo dejó todo para entrar en el grupo de entrenadores del UCAM Murcia, era profesor de secundaria en un instituto. Su experiencia como entrenador principal era, hasta hace una semana, con niños o en una categoría muy amateur. Nada de profesionales. En resumen, que uno de los momentos más importantes de la historia del club y de la ciudad iban a estar, en cierto modo, en manos de un joven con poquísimo bagaje. Demasiada presión para cualquiera. “La situación fue rara porque yo estoy acostumbrado a un segundo plano, el que me corresponde en el día a día. Me comunican por el grupo de whatsapp que tenemos que voy a dirigir la semana de entrenamientos antes de viajar a Granada y que cabría la posibilidad de que Sito y Óscar no llegasen al partido. O que si lo hiciesen, sería con el tiempo muy justo. Al principio, sentí tensión porque es una semana muy importante y una responsabilidad muy grande. Pero ellos, desde casa, estaban pendientes de todo y veían los entrenamientos por videollamada. Me sentí muy respetado por todos los trabajadores del club y por los jugadores -alguno le envió mensajes diciéndole que lo estaba haciendo bien-”, reconoce.

No querían darle pistas al rival -el Valencia Basket-, así que este tema se llevó en la intimidad del vestuario. Sólo lo sabía María, pareja de Lucas: “Ella me decía que me veía muy tranquilo y sereno para toda la responsabilidad que tenía. Tenía miedo de que explotase o dejara de ser yo mismo por intentar transmitir tanta calma, pero yo estaba bien”. Quizá el punto más raro para él fue comparecer ante la prensa en la previa del torneo. Poco antes, llamó a sus padres y a su hermana para contárselo, para que no se enterasen por televisión.

En todo este proceso, Lucas no estuvo sólo. Desde el primer momento tuvo a su lado a Manu Marín -30 años-, el preparador físico del equipo. Él es más pasional que su amigo. “Sentía algo de rabia, no entendía por qué esta semana que tanto esperábamos tenía que ser así. Era injusto, sentía impotencia porque contra el  COVID tampoco se puede hacer mucho más que rezar para que se recuperen lo mejor y antes posible los afectados”, afirma. Entre los dos, siempre bajo las directrices de Sito, se encargaron de que el equipo llegase lo mejor posible al torneo. También, anímicamente.

El mismo día del partido, el director general del club le comunica exclusivamente a Lucas que Sito ha dado negativo en el último test que se ha hecho y que llegaría en coche. Pero debía guardar el secreto. Así, en la última reunión en el hotel que tenía el equipo dos horas antes de jugar, el entrenador -muy mermado por las secuelas que le había dejado el virus- entró por sorpresa en la sala y desató los aplausos de los asistentes. Con esa inyección de moral extra se subieron al autobús para recorrer los escasos 15 minutos que separaban el hotel del pabellón en el que iba a disputarse el encuentro. Pero les faltaba lo mejor. Todos los aficionados les estaban esperando gritando y coreando sus nombres, el del equipo y el de la ciudad. Fue tan grande la locura, que provocó alguna lágrima de emoción dentro del autobús.

Nunca antes Manu o Lucas habían vivido esa atmósfera. La carga emocional era muy alta, pero quedaba una sorpresa más. María pidió un día libre en su trabajo y se presentó en Granada sin decirle nada a su pareja para apoyarle, tanto si le tocaba dirigir el partido como si no -esto no se supo hasta ultimísima hora-. La vio en la grada antes de arrancar el choque y, obviamente, se emocionó. Aunque sin perder ni un poco la calma, propio de la personalidad de Lucas. En lo deportivo, el UCAM Murcia ganó en los últimos segundos al Valencia Basket, un equipo que era el favorito por todos los entendidos y que les triplica en presupuesto. Un minuto antes del final, Manu tuvo que irse al vestuario con un amago de ataque de ansiedad. Pero lo hicieron. Pese a todas las adversidades, lo consiguieron y fue algo heroico que hizo enloquecer también a toda la afición. Ahí sí, Lucas y Manu se fundieron en un enorme abrazo y liberaron todas las tensiones de la semana más complicada de su -todavía corta- carrera. Lloraron todos y también se lo dedicaron a Óscar, que no pudo estar.

Al día siguiente se enfrentaron en semifinales al Barça, el mejor equipo de Europa -sólo un jugador suyo cobra más que todo el UCAM Murcia junto-. El recibimiento de la afición todavía fue mejor que el anterior y el partido volvió a ser muy igualado. Perdieron finalmente, pero se ganaron el respeto y el aplauso de todo el baloncesto nacional. Para todas las personas que lo vivieron, Granada 2022 será una experiencia mágica e inolvidable. Para Lucas y Manu supone, además, un aprendizaje enorme. The Show Must Go On.

 

Etiquetas
stats